Por Belén Parrilla
El regreso de Proserpina, Robert Ferri
Me gusta evitar la exposición…. creo que mi perfil
bajo fue lo que me permitió sobrevivir. Porque eso cuenta, ¿saben? Sobrevivir
es importante, hasta para una diosa. No todas podemos ser Deméter, mover cielo
e infierno hasta secar la tierra con huelgas letales. ¿Lo notaron? Es imposible
hablar de mí sin primero hablar de ella. Ella, la del gremio de las madres que
vuelven a parir cada día, negándole la teta al brutal invierno de la
indiferencia.
Preferiría que ella cuente esta historia por mí, que me permita habitar el silencio porque los interrogatorios no se llevan bien con lo que no se puede nombrar.
El día en que pasó lo que pasó, yo estaba más despistada de lo habitual. Podrían decir que fue mi culpa, pero al ser yo mucho más antigua que los cristianos, decidieron atribuir la causa a una distracción propia de las vírgenes. No presté suficiente atención a las recomendaciones de mamá, a pesar de que el camino estaba más que señalado. Me perdí entre trigales, pensando en quién sabe qué cosas, llevándome para siempre el futuro de las dos. Es sabido que no debemos alejarnos de quien nos cuida y que los paseos no están hechos para las doncellas. En esto, como en tantas otras cosas, el Olimpo nunca fue la excepción.
Llegada al infierno a pesar del miedo, fui educada y acepté el fruto que me ofreció Hades, mi captor. Obediencia y buenos modales, la base de iniciación de las niñas. ¿No aprendiste nada, Perséfone?, dijo mamá, ¿¡no te enseñé una y mil veces que nunca comieras lo que te dé un extraño?!... Podría haber contestado que no era un extraño, que lo intrafamiliar a ella no parecía haberle molestado antes, que el tío Hades siempre fue hábil para tragar al inframundo lo que se le antojara… Pero no dije nada, tal vez porque sentí que mi túnica era tan finita y transparente, que las confesiones me dejarían en un otoño sin refugio. Mientras me sumergía en las tierras neblinosas del consentimiento, decidieron hacerlo mi esposo. Preferiría que él cuente esta historia por mí, como hace siglos lo hace.
Desde entonces, me escurro imperceptible por las grietas de mi sentencia, repartida, en este ir y venir de ella a él. Divina médium, atravieso el pasaje entre mundos, caminando sobre los susurros de las chicas que nunca llegaron a comprar su libertad. Soy la sacerdotisa del templo de lo no revelado, lo inconfesable. Mis travesías son lo único que queda para mí y por eso de esas fronteras no diré nada, porque como ya saben, mis misterios me hicieron tan famosa como mis fragilidades… Soy la diosa iniciática, aquella que va y viene flotando en ritos eleusinos para nunca permanecer, la más ausente de todas.
Sí, también soy el dolor de mi mamá y la reina del infierno de mi esposo. Porque a veces, lo único que podemos hacer es mantenernos con vida y esto de dejar de ser doncella no es para todas.
Mi pequeña, mi pequeña, mi pequeña…, llora mamá en esta historia sin justicia ni venganza. Y yo emerjo como un grito y sus pechos rapados vuelven a irrigar savia y mi retorno vale primaveras.