Cuando las hijas se vuelven madres de su propia madre

Por Juan Carlos Fontana 

Las hijas. Ph Juan Gutiérrez

La dramaturga Ariadna Asturzzi, ganadora del premio Artei 2018 por su obra Con el alma aferrada, se juega un pleno -como en la ruleta- y gana con Las hijas, comedia dramática en la que tres actrices de los quilates de Julieta Díaz, Soledad Villamil y Pilar Gamboa, exhiben nuevamente el indiscutible talento que hace tiempo ha sido muy reconocido. 

Vale remarcar que transitar los 80 minutos de esta pieza no resulta fácil ni para ellas, ni para el público. Porque la exigencia emocional y la gama de sentimientos por los que transitan demandan un máximo de entrega: las protagonistas deben pasar de un sentimiento a otro, casi sin respiro. Sucede mediante el despliegue de acciones cotidianas que enriquecen la historia de sutilezas, de reproches y también del llamado sentido común.

Y naturalmente, están los miedos a flor de piel, que todos conocemos cuando se trata de aceptar o asumir una situación familiar irreversible. En este caso, referido a la madre, que no aparece en escena. Esta señora, que es jueza, ya tuvo dos experiencias que preocupan mucho a sus hijas, y les hacen entender que, quizás, ya deba dejar de trabajar, pese a que la magistrada no les ha dado importancia. Una de las situaciones: se hizo pis encima antes de entrar a una audiencia; otra: se olvidó de un veredicto. Sumadas a ciertas actitudes que tienen que ver con el manejo que hace de la actualidad, desvirtuando el presente.

Asturzzi es actriz, bailarina y conoce muy bien los trucos apropiados para incluir en un relato, hechos sorpresivos, actitudes insólitas para sostener el impacto en el público -como de costumbre en el teatro, en su mayoría femenino-. Con esa intención incluye, por ejemplo, desde un aparte en el que cada una de las actrices, mirando a la platea, detalla un suceso vivido junto a su familia; o apela a la escena de un mar de reproches entre una hermana y la otra; escena que puede concluir en lágrimas, risas, o bromas irónicas. Pero cuando asoma algún exabrupto que amenaza romper ese "frente unido" que conforman las chicas, todo termina culminando en un emotivo abrazo fraternal.

El pretexto que reúne a las hermanas es festejar el cumpleaños de la madre. Pero, en verdad, en esa reunión le plantearán a la jueza lo que ellas honestamente piensan: es decir, que debería dejar la profesión ante los síntomas de una enfermedad muy típica de estos tiempos, ligada a la edad. El temor de "dejar de ser hijas", o de aceptar que "mamá ya no es la misma mamá" -como ellas dicen- las interpela, las llena de contradicciones, las enfrenta con algo indeseable que irrumpe en sus vidas.

Ph Juan Gutiérrez

Las hijas es una comedia dramática lograda; quizás un tanto extendida, pero entretenida, que dosifica muy bien una problemática que alcanza hoy a muchas personas. Lo hace a través de un trío de intérpretes excelentes, en la exigida gama de sentimientos que ya mencionamos. Hay que decir que el debut de Adrián Suar en la dirección teatral demuestra un buen manejo del timing dramático, con toques humorísticos,  a veces delirante. Tal como sabe hacerlo él mismo en sus actuaciones. Prueba de ello fue su interpretación, junto Diego Peretti, en Inmaduros, entre tantas otras comedias. A su vez la autora, administra con buen equilibrio las emociones, pasando de las lágrimas a la risa con mucha fluidez, atemperando así el duro conflicto a resolver de estas tres mujeres adultas que, a pesar de que están entre los 30 y los 50, se resisten a dejar de ser hijas para volverse un poco madres de la propia madre. Un vestuario apropiado y una escenografía bien resuelta, con todos los chiches de una casa de clase media de la Paternal -hogar de una de las hermanas- terminan de perfilar a estas "chicas", entrañables en sus aciertos, con su defectos tan humanos.

Esta reseña fue originalmente publicada en el diario La Nación.

Las hijas, en el Teatro Maipo, Esmeralda 443. Los jueves, a las 20; viernes, 20.30; sábados, a las 20 y 22 y domingos, 19.30 hs. 80 minutos.