Que 42 años no es nada…

 

Por Moira Soto


Se podrán decir muchas cosas de Moria Casán: que es una desbocada, que a veces se pasa de castaño oscuro en sus dichos, incluso que se fue de mambo con el bótox, pero nadie podría negarle que es una mina trabajadora, salerosa, creativa, acuñadora de frases perdurables en el habla popular, muy capaz de tomarse el pelo en franco tren de parodia. Es cierto que al lado de la señora Mirtha es casi una péndex, pero ya va siendo hora de que nos preguntemos qué país le vamos a dejar a Moria Casan, cuya cabeza aggiornada le gana por varios cuerpos a la leyenda de los almuerzos.

De ella, de Moria, como de la chispeante Mae West, otra avispada inventora de frases, se diría que siempre ha sido una personalidad que se impuso por sí misma, que hizo con ligeras variaciones el mismo personaje toda su vida en el teatro, el cine, las telenovelas; como conductora de programas de tevé, jurado del Bailando o siendo entrevistada por periodistas o movileros.

Un raudo repaso a su CV nos recuerda que ella estuvo en las burdas comedias picarescas del sello Aries (con títulos que descollaban por zafios, pero que rendían en boletería), además de participar en revistas junto a capocómicos, según pasaran los años, como Adolfo Stray, José Marrone, Dringue Farías, Tato Bores, Antonio Gasalla, Alberto Olmedo…; que en la tele tuvo su Club Privado, sus Tretas de Moria, que la apodaron Monumental, que fue una impagable Rita Turdero, que varios políticos se arrimaron A la Cama con Moria (un zarpado late night show en los 80s); que fue Con pecado concebida, seudo monja en esa insólita novela. Que fundó una playa nudista en Mar del Plata bautizada Franka, que se dio el gusto de tener su propio restaurante. Que sobre las tablas, aparte de incontables revistas, como inspirada comediante estrenó en 1990 -junto a otras cuatro figuras- la inoxidable obra Brujas, gran suceso que se reestrena cada tanto en este siglo, con Moria y Nora Cárpena inamovibles.

Moria Casán y Graciela Dufau en Brujas,
dibujadas por Fortín para revista Humor

Más recientemente, ella fue el mismísimo Julio César shakespeariano acompañada de variopinto elenco, y antes, en 2009, enfermera improbable en Una visita inoportuna, pieza de Copi, junto a Jean-François Casanova. ¿Quién da más? Bueno, probablemente se pueda argüir que la propia Moria -mejor rodeada en sus emprendimientos, con un poco de preparación formal (aparte de la práctica)- habría rendido todavía más. Pero en ese caso, quizás habría perdido parte de su frescura salvaje, de su natural indómito, de su lengua, que ella denominó certeramente “karateca”.

“Soy una ajedrecista de la dialéctica”, “Estas chicas tienen el síndrome de Cenicienta, viven en un mundo prestado”, “Gente que come mortadela y eructa caviar”, “Este es un país de cabotaje”, “Soy la hermafrodita del espectáculo”, “Fijate cómo se cuelgan de mis tetas”, “Te hace falta un chongo shock”, “Si querés llorar, llorá; si querés reír, reí”, “Yo soy el cotillón, vos, el papel picado”. Voilà algunas expresiones de la polifacética que ahora está arrasando en el teatro Metropolitan como protagonista de Cuestión de género (Drôle de Genre), de la joven dramaturga francesa Jade-Rose Parker -también actriz, novelista y compositora- que en París protagonizara con mucho éxito Victoria Abril. Casán encarna a la mujer de un político en campaña que, un mal día, recibe un diagnóstico de cáncer y se lo cuenta a su marido, que se encrespa: sucede que dicha enfermedad afecta a la próstata de esa esposa trans que nunca le confió a su marido que en una vida anterior había sido un varón. Aquí vale recordar -y recomendar-  por libre asociación un gran film de David Cronenberg, M. Butterfly, 1993, inspirado en una pieza teatral basada en hechos reales: un francés en la embajada de Francia en China se enamora perdidamente de una diva de la Ópera de Pekín, sin advertir que se trata de un espía trans; la relación dura varios años hasta que el francés se entera de la verdad cuando la cantante es juzgada por espionaje (la pareja de Jeremy Irons, John Lone, imposiblemente más hermosa).

Cuestión de género

Tornando a Cuestión de género, el marido gruñón que se las da de defensor de derechos de las minorías, no puede bancarse la revelación, quiere separarse. Para colmo, llega con su novio la hija adoptada de la pareja que desea conocer a sus padres biológicos… Un público mayoritariamente femenino de diversa edad ríe y aplaude encantado cada vez que Moria, en conexión inmediata con la platea, dice un bocadillo o pestañea.

En estos días, MC ha pasado del escenario de la calle Corrientes al de estadio de Vélez, en uno de esos shows multitudinarios de Lali Espósito, la idolatrada cantante, actriz, compositora, emprendedora. Una suerte de amiga, hija, nieta de Moria, acaso menos respondona pero de gran sentido del humor y compartiendo con la autodenominada One una sincera simpatía por la comunidad LGBT+. Una posición que Lali ha reafirmado en sus letras, en sus declaraciones, además de dar fe de otro compromiso en 2018: “Tengo un interés real de ser cada día más feminista, o lo mejor que pueda...  Estoy a favor de la interrupción voluntaria del embarazo”. Ambas artistas dueñas de un carisma popular al parecer irresistible.

En 2023, Lali, con alborozado permiso de Moria, incluyo en su disco Lali el tema ¿Quiénes son?, aludiendo a la frase que MC ha dedicado recurrentemente a los haters, intercalando su voz en la grabación. En el video del tema se cita el libro visual Memoria Trans. Y en el mentado recital, Espósito, con la canción de fondo, recibió a Casán, enfundada en brillos de pies a cabeza, que descendió majestuosa de una escalera aclamada por 45 mil personas (otra mayoría de mujeres). Monumental Moria y Diminuta Lali se abrazaron. Moria se achicó, Lali se agrandó, quedaron de igual a igual mientras se escuchaba: “Placer, placer, placer, atravesar generaciones”, entre otros modismos casanianos: “Estoy en un museo y estoy viva”, “Ni un te odio ni un te quiero… Mejor shhh”. Y también un toque de Tita Merello (con letra del genial Ivo Pelay): “Que si fumo, que si vivo, que si digo, que si beso…”. Y aquella invaluable admonición al público que arengaba en ShowMatch: “Que se calle el decorado”.

Y sí, esa Moria Casán que estaba allí respaldando a Lali Espósito -la cantante pop ahora más cerca del rock a la que no amedrentan presidentes lenguaraces- es básicamente la misma persona a quien entrevisté hace 42 años, en 1983 para el suplemento La Mujer del diario Tiempo Argentino (el original), que me recibió con suma cordialidad en su casa. La misma que confiaba en su inteligencia, la que desbordaba sentido del humor, la que sabía que la verdadera belleza era una actitud. La que conversaba mimosa con sus lolas en el escenario, improvisando un festejado monólogo que no firmaba.

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