¿Es realmente la Inteligencia
Artificial (IA) una herramienta objetiva, eficaz y neutral? ¿Qué consecuencias
tiene su uso para la comunicación de la ciencia? ¿Cómo desarrollar una
comunicación científica verdaderamente inclusiva? Estas y otras reflexiones se
dieron en la jornada Género y Comunicación de la ciencia 2025, celebrada en la
Torre Iberdrola de Bilbao ante una audiencia de más de 1650 personas: 209 in
situ y 1450 vía streaming.
La gran protagonista de esta
tercera edición fue la IA. En especial, la IA generativa. En la conferencia de
apertura, la periodista y autora especializada en ciberseguridad e inteligencia
artificial, Esther Paniagua, recordó que la Inteligencia Artificial, como tal,
no es inteligente, sino más bien se comporta como un «loro probabilístico que
regurgita y reproduce contenido».
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Jornada Género y Comunicación de la Ciencia 2025. Crédito Iñigo Sierra. |
Y eso se refleja en los sesgos
algorítmicos, «especialmente en los de género, aunque también en otros: por
ejemplo, los de etnia o edad», recordó Esther Paniagua, quien subrayó que el
problema original se agrava debido a que, «al usar la IA para comunicar,
podemos incurrir en el riesgo de reproducir, exacerbar y perpetuar esos
sesgos». Y no todas las personas que la usan son siempre conscientes de esta
posibilidad. Este riesgo es particularmente grave cuando se calcula que, en el
plazo de un año y medio, «el 90 por ciento del contenido que habrá online será
generado por IA».
Esta no es más que una de las
consecuencias del uso de la IA para la comunicación de la ciencia. Paniagua
nombró algunas más: «Pérdida de credibilidad y de confianza al caer en los
sesgos de la IA, reducción del alcance del contenido que emitimos y de las interacciones,
porque una parte de la población no se siente representada; distorsión o
subrepresentación de las contribuciones científicas, e impacto reputacional».
La forma de presentar y formular no es inocente
Durante la jornada se expusieron
una gran variedad de ejemplos de sesgos de género en los que incurre la IA, que
no solo aparecen cuando genera textos, sino también en imágenes, vídeos o
propuestas creativas. «Es una cuestión de cognición, no solo de palabras»,
subrayó Iraide Ibarretche-Antuñano, catedrática de Lingüística General en la
Universidad de Zaragoza.
En relación con el lenguaje,
Laura Velo-Plo, doctora en Lingüística por la Universidad del País Vasco,
recordó que «la forma en la que hablamos importa» y que «el lenguaje inclusivo
puede ser motor de cambio social». Alertó al público presente sobre que «en
general, cuando las personas leen fórmulas en masculino, tienden a imaginar
varones».
Poco antes, el director de la
Cátedra de Cultura Científica de la EHU, Iker Badiola, había expresado del
siguiente modo la importancia del lenguaje a la hora de moldear la realidad:
«La forma de decir las cosas incide en los valores, en la ilusión de la gente y
en las perspectivas de la sociedad».
Por su parte, Iker Merchán,
doctor en Periodismo por la EHU y codirector del Observatorio de Periodismo
Machista, mostró «casos flagrantes de discriminación» en una serie de titulares
publicados en los medios de comunicación que reflejaban sesgos machistas a la
hora de comunicar. Lo que le llevó a concluir que «si logramos cambiar el
periodismo quizás contribuyamos a cambiar la sociedad».
Merchán incidió especialmente en
tres de las nueve categorías que el Observatorio utiliza para clasificar los
tipos de machismo: «Son las que más se repiten, y aparecen también en
comunicaciones científicas: diferencias por la nomenclatura en el espacio
público; uso redundante de la palabra mujer; la invisibilización de los logros
femeninos».
Una "inteligencia" bastante tendenciosa
En sus intervenciones, tanto
Esther Paniagua como Ujué Agudo presentaron otros ejemplos de sesgos en los que
incurre la Inteligencia Artificial.
Paniagua utilizó un informe de la
UNESCO para referirse a algunos estereotipos ocupacionales, es decir, a ideas
preconcebidas que asignan distintos roles y capacidades a hombres y mujeres en
el entorno laboral. Según este informe, aún hoy existen «pruebas alarmantes de
estereotipos de género regresivos que se corresponden con la imagen de las
mujeres en el pasado» y que se reflejan en las diferentes variantes de la
inteligencia artificial generativa. En la misma línea, mostró otro tipo de
sesgos prevalentes en relación con el género, como la discriminación
descriptiva al caracterizar a las mujeres y a los hombres.
Agudo mencionó los sesgos de
automatización, a través de los cuales se tiende a delegar decisiones en la IA,
sean correctas o incorrectas. Aportó ejemplos demoledores de esa realidad como
el uso de la IA para decidir qué objetivos bombardear en Gaza, algoritmos para
resolver quién es merecedor –o no– de una ayuda social, para calcular las
probabilidades de reincidencia de un preso y decidir así sobre su libertad; o
para tomar decisiones sobre qué puestos de trabajos son esenciales y, por lo
tanto, cuáles prescindibles.
Todos estos ejemplos dieron pie a
Lucía Ortiz de Zárate, investigadora en Ética y Gobernanza de la Inteligencia
Artificial en el Departamento de Filosofía de la Universidad Autónoma de
Madrid, para poner sobre la mesa «la necesidad de crear una IA feminista» ante
el «sonambulismo tecnológico» en el que nos encontramos. Al respecto, alertó
acerca de que «los discursos de inevitabilidad o supuesta neutralidad de la
Inteligencia Artificial nos llevan a la inacción».
Ortiz de Zárate se refirió
también al mito de la neutralidad de la tecnología y matizó que «ser neutral no
es algo deseable, puesto que todas las personas hablamos desde algún lugar, y
en el camino hacia la igualdad de género no se puede ser tibio».
Propuestas para lograr inclusividad
Entonces, una vez conocidos los
distintos problemas, riesgos y consecuencias de los sesgos de género que tiene
o en los que incurre la IA, ¿cómo desarrollar una comunicación científica
verdaderamente inclusiva? ¿Cómo convertir la comunicación en motor de
transformación social? ¿Qué estrategias y acciones concretas pueden incidir en
las dinámicas imperantes aún hoy?
Rafael Orfegozo, asesor de Presidencia de Iberdrola, condensó estas preguntas en una necesidad: «Algoritmo es una palabra en masculino, pero tenemos que hacer lo posible para que no lo sea en la realidad».
A continuación, se recogen
algunas medidas propuestas durante la tercera edición de la jornada Género y comunicación de la ciencia 2025:
- Ujué Agudo: «Investigar sobre
cómo debe ser el proceso de supervisión de la Inteligencia Artificial y abrir
el debate en torno a la toma de decisiones a través de esta tecnología».
- Gisela Baños: «Educar a las
inteligencias artificiales, o enseñar a las personas a superar los sesgos». «El
futuro no es un lugar hacia el que vamos: lo estamos construyendo».
- Esther Paniagua: «Apliquemos el
pensamiento crítico, cuestionemos los resultados y estemos pendientes de si hay
sesgos de género. No abusemos de estas herramientas, confiemos en nuestro
juicio objetivo, exijamos transparencia y auditorías. Actuemos con rigor y
profesionalidad. La respuesta es educar».
- Lucía Ortiz de Zárate:
«Desarrollar un sentido crítico hacia la tecnología, garantizar que las bases
de datos de las que se alimentan los algoritmos son representativas y que los
equipos de programadores son diversos».
Educación, transparencia,
evaluación, supervisión, pensamiento crítico, desarrollo de algoritmos
representativos de la diversidad y rigor y profesionalidad fueron las pautas
más citadas para avanzar hacia una comunicación científica inclusiva.
Relevancia de la comunicación
Gotzone Barandika, vicerrectora
de Transferencia e Internacionalización de la EHU, destacó la importancia de
estas jornadas «para superar inercias que conviene revisar y presentar a las
mujeres investigadoras como protagonistas, así como para adquirir herramientas
para una comunicación científica más justa e inclusiva». Una comunicación de la
ciencia que es, tal y como la caracterizó, Clare Wilkinson, investigadora de la
Universidad de UWE Bristol, «una práctica solidaria», aunque no siempre abarque
como debería a todo el espectro comunicativo.
Al respecto, Patricia Sánchez
Holgado y Laura Rodríguez Contreras, investigadoras de la Universidad de
Salamanca, señalaron que «falta relación entre periodistas y científicas, falta
acercamiento por parte de los periodistas. Y hay un desconocimiento elevado del
trabajo de las científicas».
Trabajo que, como quedó patente,
no es valorado en demasiadas ocasiones, con contribuciones femeninas «borradas
en beneficio de sus colegas masculinos» y con patrones de citación a mejorar,
tal y como apuntó Susana Torrado Morales, doctora en Comunicación Audiovisual y
profesora en la Universidad de Murcia.
Acrecentar la difusión
La jornada finalizó con un último
panel de discusión y reflexión que tenía como objetivo principal esbozar una
«guía para comunicar más allá del círculo propio».
La matemática Marta Macho,
profesora de la Universidad del País Vasco y editora del blog Mujeres con
ciencia, y María del Pilar Rodríguez, profesora e investigadora de Comunicación
en la Universidad de Deusto, dirigieron esta última mesa, que contó con las
aportaciones de la escritora Luisa Etxenike, el astrofísico Javier Armentia, la
periodista Victoria Toro, el biológo Oihan Iturbide, y los sociólogos
Capitolina Díaz y Jorge Sola.
Etxenike recalcó que estos
eventos atraen siempre al mismo tipo de público, «más que mayoritariamente
femenino, y también adulto o maduro», e invitó a reflexionar sobre las
repercusiones que esta realidad puede acarrear.
Marta Macho reforzó el mensaje y
lanzó el debate: «Hay pocas jóvenes. Es un melón que hay que abrir». Además de
remarcar la necesidad de atraer nuevos públicos a estos eventos, la matemática
se refirió también a «la importancia de fomentar la diversidad, de la empatía y
de la lucha permanente por la transformación social desde la comunicación
científica».
Una prioridad democrática
Este último panel puso sobre la
mesa otra pregunta fundamental: ¿La desigualdad de género afecta solo a las
mujeres?
Luisa Etxenike insistió en que
«esto afecta a toda la sociedad. Es la prueba del algodón de la salud
democrática de una sociedad. Las cuestiones de género son una prioridad en ese
terreno».
María Pilar Rodríguez tiró del
hilo de esta última respuesta: «Si pensamos en términos de democracia nos
acercamos más a lo que queremos». La investigadora de Comunicación manifestó
que aún hoy es imprescindible insistir en la idea de que «la igualdad no se ha
conseguido. Hay una persistencia de la desigualdad extraordinaria». Rodríguez
instó a «hacer que el género sea indispensable en muchas situaciones o lugares
donde parece que no lo es» y propuso también que «cuando se decida un concurso
público se penalicen los proyectos si el género no está contemplado».
Iker Badiola, director de la Cátedra de Cultura Científica de la EHU, aportó otra reflexión ligada también al concepto de democracia y que sirvió precisamente para realzar el valor y la importancia de iniciativas como la jornada de Género y comunicación de la ciencia: «Una sociedad más robusta en conocimiento científico es más democrática, igualitaria y justa. De ahí que el mensaje tenga que llevar implícitamente esos mismos valores».
Género y comunicación de la
ciencia es una actividad de
divulgación científica organizada por la Cátedra de Cultura Científica de la
Universidad del País Vasco junto a Explora Proyectos, con el apoyo del
Departamento de Ciencia, Universidades e Innovación del Gobierno Vasco,
Iberdrola y EITB.
Firman este artículo la Catedra
de Cultura Científica-UPV/EHU, Unidad de Cultura Científica e Innovación-Euskampus
Fundazioa.