Traducción e ilustración por Marina Soto
Buenas noches. Bueno, no soy matemática, pero me gustaría hablar de un par de números que últimamente me estuvieron molestando bastante. Y son cero y uno. Primero, veamos el cero. Nadie quiere ser un cero. Ser un cero quiere decir ser nada, un don nadie, un venido a menos, un bobo.
Por el otro lado, casi
todos quieren ser el número uno. Ser el número uno quiere decir ser un ganador,
estar en la cima, en el cenit. Y parece haber una extraña especie de obsesión
nacional con este número en particular.
Ahora bien, en mi
opinión, el problema con estos dos números es que están demasiado cerca. Deja
poco lugar para todo el resto. No hay suficiente margen. Así que primero
nos tenemos que correr de los juicios de valor con
los que vienen estos dos números, y darnos cuenta de que ser un cero no es
mejor ni peor que ser el número uno.
Porque, porque lo que
estamos viendo acá en realidad son los bloques con los que se construye la era
de la computación moderna. Todo lo que puede ser expresado en palabras o
números en cualquier lenguaje puede ser comunicado utilizando este sistema
sencillo, a prueba de Atlas. Está todo aquí resumido en su más mínima
expresión, el sistema alfanumérico en su totalidad, el “de la A a la Z, del
cero al infinito” de la inteligencia digital. Bueno, este primer ejemplo son
las primeras dos letras de la primera palabra del discurso de Gettysburg en
este código. Y el segundo ejemplo son los primeros dos números del teléfono de
mi casa (los números que faltan están disponibles en la edición limitada de los
discos floppy autografiados que están en venta en el stand de merchandising en
el lobby). Este último ejemplo es una expresión de una frase musical; de hecho,
es parte de un acorde del primer compás de una canción llamada Sharkey's day,
una canción que yo misma compuse, y que seguramente les interese saber que
compuse utilizando este mismísimo sistema. Y se puede contar así: Y 0 y 1. Y 0
y 1…