A Liliana Barrera (in memoriam)
Por Cecilia Sorrentino
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El sueño de las espinacas. Óleo sobre papel. |
Te
quería mucho.
Y
yo la quiero a ella, respondo. ¿Para que te lo diga? Es que no
puede ser, Lili. Si mañana tenemos taller de lectura. Si estaban buscando el
antibiótico. ¿Cómo es que entonces…? Llega otro mensaje varias veces enviado. Dice
que mañana vamos a despedirte en Chacarita. Justo a la hora del taller. Pero las
chicas del taller todavía no saben. Hasta que reenvíe el mensaje al grupo. También
a vos.
Te busco en la cuenta Instagram y miro
tus pinturas. Hacia atrás.
Me detengo en las que hiciste cuando
leímos juntas los poemas de Hugo Correa Luna. La araña, el sapo, el grillo…
Después encuentro el barquito de papel.
Frágil y decidido navega un mar de olas… ¿son olas de espinaca?
Nos contaste que tu verdulero había
elegido los mejores alcauciles cuando supo que ibas a pintarlos. Me detengo
también en los alcauciles. Y regreso al barquito de papel. Como si te estuviera
viendo. Hago una captura de pantalla. La
comparto en mi historia. Escribo Lili
querida.
Es una mañana de sol y nos llevamos
unas a otras hasta el cementerio.
Sobre la madera que te cubre hay un gran
ramo de flores blancas. Apoyan el cajón sobre esos rieles que van a ninguna
parte y ahí estamos, empañadas de lágrimas. Unos minutos, hasta que el empleado
pregunta si ya nos despedimos. Es una fórmula que no espera respuesta. Toca el
botón verde y los rieles comienzan a moverse.
Creo que alucino cuando, de entre las
flores blancas, sale un barquito de papel. Y otro más. Y navegan el reflejo de madera
casi a punto de caerse, pero no.
Un leve rumor corre a mi lado y
comprendo que no soy la única que los ve. Y que hay una explicación, claro. Probablemente
tus nietos. Pero no quiero saber y no pregunto.
Guardo esa visión como un gesto entre
nosotras.
Una última metáfora.
Vos, Lili, un barco de papel.