Mansfield: fragmentos de una autora admirada por Virginia Woolf

Por Juan Carlos Fontana

Fragmentos Mansfield. Crédito Julieta Raponi

En las primeras páginas del libro Felicidad, que Katherine Mansfield publicó en 1918, se puede leer: “Aunque Berta Young tenía treinta años, seguía disponiendo momentos como ése, en los que quería correr en vez de andar, dar pasos de baile por la acera y fuera de ella, jugar a los bolos con un aro, lanzarlo al aire y volver a atraparlo, o quedarse quieta y reírse de nada, simplemente de nada”. Frases que parecen haber inspirado a los dramaturgistas Sergio Catallani, Miguel Wahren y Milagros Almeida. Esta última también intérprete de un mágico espectáculo titulado Fragmentos Mansfield, dedicado a la gran escritora Katherine Mansfield (en los papeles, Kathleen Mansfield Beauchamp).

Fragmentos... puede verse como una performance teatral, creada por un equipo que profesa una gran admiración por la escritora sobre quien anotó en su diario Virginia Woolf que era la única persona del mundo literario a la que envidiaba. La autora de La señora Dalloway, que la conoció personalmente, confesó que admiraba su manera de “robar instantes ajenos, tenía esa vibración”. Lo cual invitaría a preguntarle a Woolf: ¿qué escritor no lo hace? Claro que pocos, muy pocos con el talento de la neozelandesa que empezó a viajar desde los 15, cuando en 1903 fue enviada a cursar estudios secundarios a un internado de señoritas en Londres. Allí anudó un par de amistades para toda la vida y empezó a publicar en periódicos. De vuelta en su país en 1906, da a conocer tres nouvelles (cuentos largos).  A los 20, regresa a la capital inglesa, dejando atrás un romance impetuoso con Edith Bendall, y ya se consagra a la escritura gracias a una pensión que le concede su padre. Conoce a los hermanos Trowell, intima con ambos, se casa con uno (George), estando embarazada del otro (Garnet). La madre la envía a Baviera, donde joven sufre un aborto espontáneo por hacer esfuerzos físicos. Gracias a la recomendación de un amigo polaco, Katherine se apasiona por la obra de Chejov que dejará algunas marcas en los cuentos de la muchacha que se convertirá en importante exponente del modernismo anglosajón.

Foto autografiada de Katherine
Mansfield, 1914

Mansfield amaba a Chéjov por sus climas bucólicos, sus escenas de tinte impresionista para retratar a personajes y situaciones. Por su parte, Mansfield fue más “atrevida” con sus criaturas. En su aguda observación intentaba desentrañar desde lo más osado, hasta lo más angelical de sus personajes.

Lamentablemente, KM murió muy joven, a los 34, en Francia,  de la tuberculosis que había contraído en 1917. A  partir de ese año viajó por distintos países en busca de un clima benigno, de una posible cura, sin obtenerla. Estando en Cornualles, 1918, su amiga Anne Estelle Rice pintó el conocido cuadro Katherine en rojo,  que aparece en muchas portadas de los cuentos y de su Diario. Su vida fue intensa en creaciones literarias y en amores desprejuiciados. DH Lawrence, que la estimaba mucho, trazó el personaje de Gudrum, en la novela Mujeres apasionadas, siguiendo el perfil de Katherine. Su última pareja fue John Middleton Murry, pero al mismo tiempo supo mantener siempre a su lado, a su secretaria, ayudante y amante Ida Baker. Acaso a ella le dedicó el relato Leves amores, sobre una relación lésbica.

Fragmentos Mansfield es un espectáculo que incluye textos, música, canto, danza. Todo está exquisitamente resuelto, bien hilvanada su narrativa no dejando de sorprender al público a lo largo de sus 60 minutos. Esta lograda performance se enriquece con creativos y simples recursos teatrales. Hasta los celos, quizás mutuos entre Virginia Woolf y Katherine Mansfield, aparecen ilustrados de una manera lúdica y curiosa: la actriz juega a los bolos en escena y uno de esos bolos a los que patea -y todos caen- lleva el nombre de la autora de Orlando.

Quizás quienes no leyeron ni sus cuentos ni sus poemas, tampoco su diario, se queden un poco fuera del espectáculo, pero probablemente salgan de la función con intenciones de leerla. De todos modos, es difícil sustraerse al sortilegio que destila Milagros Almeida con su convincente interpretación. Porque con gracia ella cuenta, da detalles, se burla, ironiza sobre ciertas frases, cita breves relatos. Para hacerlo tan encantadoramente se apoya en una puesta que podría definirse como cubista, puesto que el espacio escénico, si se lo lee como un gran lienzo, incluye portarretratos, extensos bancos, sillas, mantas, pequeños objetos, marcos de cuadros vacíos que la artista irá poblando con su figura, en una bulliciosa tournée teatral. En cada uno de esos marcos se posa la actriz para transmitirnos algo que no cesa de convocar al público sorprendiéndolo, tal como lo hacía Mansfield en sus historias breves que capturaban una sensible pintura de su tiempo.


A esta autora se la suele mencionar junto a escritores de la talla de la propia Woolf, James Joyce,  E.M. Forster, la estadounidense Katherine Anne Porter. Ella, que admiraba a Jane Austen, podía ser tan etérea o delicada, como punzante o incisiva en sus relatos. Todos los matices de su burbujeante escritura, de esa escritura que parece descubrir o dejar en suspenso aquello que a simple vista no se percibe, consiguen estar condensados en esta representación donde una Katherine Mansfield de ficción, tan intrépidamente recreada por Almeida, nos lleva desde la fantasía de hablar de un pequeño pueblo en miniatura que muestra, o de una bañera, así como hace aparecer una manzana y hasta una receta de cocina en escena. Desde la óptica de KM, lo cotidiano siempre desborda la imaginación y abre los prismas de nuestra imaginación. La escritora y poeta nos incita a detenernos, a observar, a escuchar ¿por qué no?, tal como lo hacía ella.

Milagros Almeida evoca la figura de Mansfield conocida a través de fotos. Lo hace desplegando con su actuación aquel magnetismo irresistible que, se dice, sabía atrapar como un imán para invitar a descubrir otras zonas, otros mundos propios y ajenos que se nos escapan en la rutina cotidiana.

Parte de una reseña en diario La Nación 

Fragmentos Mansfield. Dramaturgia: Sergio Catallani, Miguel Wahren y Milagros Almeida. Dirección: Miguel Wahren. Intérprete: Milagros Almeida. Iluminación: Sergio Iriarte. Coreografía: Ana GurbanovEn Espacio Callejón (Humahuaca 3759). Funciones: lunes, 20.30.  60 minutos.