Flâneuse feminista marchando el 8M

Foto del 8M, 2024. Crédito: Luciana Gazzano 

Por Mara Martínez

El ocho de marzo pasado fui sola a la marcha por el Día de la Mujer porque me pareció que no debía faltar. Creo que siempre es importante aunque más no sea hacer un pequeño acto de presencia en movilizaciones cuyos propósitos compartimos, pero hay momentos en que lo importante se  vuelve urgente, vital, ineludible. Frente a la actual situación de enorme vulnerabilidad, de riesgo de pérdida de derechos y de constantes ataques que estamos sufriendo mujeres, disidencias y otras minorías, este 8M tenía un peso más cercano al de las últimas marchas durante la lucha por el derecho al aborto y el ni una menos.

No tenía con quien ir, pensé que probablemente podría encontrarme con alguna persona amiga o conocida ahí mismo. Pero había demasiada gente para moverse con facilidad. Entonces me puse a dar vueltas, más o menos por donde podía circular, observando pancartas y carteles, escuchando cantitos a favor del INCAA y en contra del presidente, viendo amigas de todas las edades que se encontraban entre ellas, se abrazaban, gritaban, charlaban. Ir a marchas sola es un poco como estar  a la vez adentro y afuera del gentío; ser una suerte de flâneuse* comprometida, al estilo -pongamos- Agnès Varda en Les glaneurs et le glaneuse, reconocer el propio accionar a través de la mirada sobre el accionar del resto (en la película, ella es una recolectora de las experiencias de los recolectores, en la marcha yo podía sentir mi propia presencia en el observar la presencia de quienes me rodeaban).

Dando vueltas, encontré un huequito para descansar junto a un puesto de diarios, que tenía pegadas dos reproducciones de fotos de la primera Marcha por el Día de la Mujer realizada en democracia en este país. Otro de los motivos determinantes para participar de este último 8M era que se cumplían cuarenta años de aquel día.

Las fotos eran emocionantes, sin duda, aunque resultara inevitable una sombra de tristeza al pensar que pasaron cuatro décadas y muchos reclamos siguen vigentes. Mantener la despenalización del aborto, basta de violencia de género, igual salario por igual trabajo. En una de las imágenes históricas se podía observar un numeroso grupo de mujeres (aunque probablemente fuera una cantidad de menos del uno por ciento de las que participaron en la marcha de este año), las primeras valientes en manifestar en un país tan machista como este, donde el solo concepto de feminismo tenía muy mala prensa. Encima, recién salido de la dictadura.

Siempre que miro fotos de ese día, busco a mi mamá entre las sombras borrosas. A veces la encuentro. También aparecen recuerdos tan esenciales para mí que puedo verlos nítidamente, como si los hechos que los imprimieron hubieran sucedido ayer.

El 8 de marzo de 1989 fui a la primera marcha de toda mi vida. Todavía no había cumplido los 9 -me faltaba exactamente un mes- y no sé si fue que mi mamá, recientemente divorciada, no tenía con quién dejarme, o si pensó que era una buena idea llevarme. Pero allá fuimos, a Plaza Congreso donde ya estaban varias de sus amigas. No sé con certeza cuántas seríamos, mi sensación en aquel momento me decía que éramos pocas, pero tal vez, considerando el contexto, sumábamos un montón. Me acuerdo de que después marchamos por Callao hasta Corrientes, y ahí agarramos hacia el lado del Obelisco.

De esa recorrida por Corrientes, solo permanece en mi memoria una cosa puntual que me quedó grabada para siempre. Íbamos por la vereda, por momentos ocupando un poquito de la calle. No había gente suficiente como para ameritar un corte, pero resultábamos molestas para los taxistas en busca de pasajeros. A la altura del Teatro San Martín, un tachero increpa a Nora, una de las amigas de mamá, preguntándole en voz alta qué estábamos haciendo. "Marchando por el día de la mujer", respondió ella, a lo que él le retrucó (porque claramente se lo tenía pensado, quizás ensayado): "¿Y el día del hombre cuándo es?". Qué original lo suyo, señor, qué chiste tan gracioso que no hizo nadie nunca. "Todos los días, señor", le retrucó secamente Nora. Y le cerró la boca, le puso la tapa: "Todos los días son el día del hombre, porque todos los días pueden hacer uso de sus derechos".

Pasaron treinta y cinco años desde ese intercambio y todavía lo rememoro claramente. En parte porque entendí algo crucial en ese momento, pero sobre todo porque todavía hay muchos reincidentes con esa mentalidad, que siguen con esa cantinela. Algunas cosas mejoraron, es cierto, pero no las suficientes. Por eso, a cuarenta años del primer 8 de marzo seguimos marchando, repitiendo reclamos y sumando algunos nuevos.

Quién sabe, tal vez dentro de cuarenta años logremos nuestras metas, y el 8M sea un día para festejar y no para marchar. O directamente quede abolido el Día de la Mujer por ausencia de legítimos reclamos.

* La palabra flâneur surge en Francia, a mediados del siglo XIX, únicamente en género masculino, en tiempos en que las mujeres respetables no callejeaban solas, merodeando y mirando por ahí, con riesgo de perderse en zonas urbanas que no conocían. Ser flâneur, pues, era un privilegio de varones, bien visto en dandis, poetas, intelectuales, blancos dados a vagar contemplativos por barrios preferentemente ignotos. Ya en el siglo XX, la cultura de la flânerie dejó de ser mayoritariamente esa exclusividad masculina que tomaba a la mujer como objeto de la mirada, para devenir ella sujeto de la observación. En 1991, la socióloga inglesa Jane Wolff publica The Invisible Flâneuse, extendiendo el género de la palabra y discurriendo sobre las contadas audaces paseanderas del XIX. En 2007, la académica francesa Catherine Nesci da a conocer Le flâneur et les flâneuses (UGA Éditions), que desmiente en parte la hegemonía de los hombres flâneurs en pleno XIX, citando a famosas vagabundas como George Sand o Flora Tristan. La escritora francoestadounidense Lauren Elkin presenta en 2016 Flâneuses: Mujeres caminando la ciudad (Malpaso Ediciones, en castellano) donde describe a damiselas contemporáneas ya adueñadas del espacio público urbano, ganando terreno cada día.

Instalación del 8M 2024