Por Silvina Quintans
Treinta años no es nada, podría haber
dicho el tango, pero, al mismo tiempo, es un montón. Corrió mucha agua bajo el
puente desde el 3 de noviembre de 1993 -día en el que se estrenó la serie- y muchas de las convenciones, estereotipos y
límites para las mujeres se fueron derribando de la mano de movimientos como NiUnaMenos
(Argentina, 2015) y MeToo (Estados Unidos, 2017). Bajo esa lupa, es cierto que
la obsesión de Fran con atrapar a un hombre rico, las miraditas o toqueteos a
su trasero, el cuerpo como arma de ascenso laboral, las permanentes alusiones a
la edad, la insistencia con el revoque y el peinado, podrían haberse llevado a las
patadas con las reivindicaciones feministas. Pero ¿por qué si muchos de sus
códigos parecen haber envejecido, todavía frenamos el zapping frente a The
flashy girl from Flushing (la llamativa chica de Queens), como dice la canción?
La dama de
rojo
Cuenta la leyenda que en 1992 Fran
Drescher se cruzó en un aeropuerto con Jeff Sagansky -entonces presidente de
CBS Entertainment- y lo abordó con total desparpajo para contarle que junto con
su esposo Peter Marc Jacobson habían escrito una sitcom que podría interesarle.
“Lo molestamos tanto que pudimos convencerlo de que teníamos una gran idea”,
recordó en un reportaje. El hombre compró la simpatía de Fran y decidió poner
al aire La Niñera, la exitosa serie
que se transmitió por CBS entre 1993 y 1999, en seis temporadas de 146
episodios.
Pero la historia había comenzado mucho
antes: Francine Joy Drescher nació en Queens, en el conurbano neoyorkino, el 30
de septiembre de 1957. Como en la serie, proviene de una familia judía de clase
media trabajadora y sus progenitores en la vida real se llaman Sylvia y Morty.
A los 16 ganó el concurso de belleza de «Miss New York Teenager» («Miss Nueva
York Adolescente») y luego estudió cosmética y peluquería para abrir un salón de belleza. Se casó a los 21 con Peter
Marc Jacobson, su novio de la secundaria, y juntos se mudaron a Los Angeles,
donde ella aspiraba a iniciar una carrera como actriz. Aunque consiguió algunos
pequeños papeles, entre ellos una aparición en Fiebre de Sábado por la Noche (1977) junto a John Travolta, su
carrera no terminaba de despegar hasta que muchos años después dio el batacazo
con La Niñera.
El primer capítulo ya pinta a la
niñera como una mujer empoderada:
-No me estás despidiendo, yo renuncio – repite con suficiencia tanto
cuando su ex la abandona. Pero a los pocos minutos regresa y aflora su costado
sindicalista:
-
No, mejor no renuncio así
puedo cobrar el seguro de desempleo.
El primer día de trabajo con los
Sheffield baja a desayunar en bata de toalla, se sienta con la familia -que ya
está alrededor la mesa, vestida de manera impecable- y se sirve la comida como
en el buffet de un hotel. Cuando alguien le sugiere que la niñera anterior se
sentaba en la cocina, ella no se da por aludida:
- Qué poco sociable esa
niñera, responde, despreocupada, mientras sigue comiendo y va hilando temas de
conversación frente a la familia y al mayordomo que la miran desorientados.
Fran no se amedrenta frente a las
convenciones sociales, trata a su jefe de igual a igual, no se somete a las
diferencias de clase, reivindica sus orígenes, su acento y su voz nasal como
marca personal. No se dejará moldear como la Eliza Doolittle, del Pigmalión de Bernard Shaw; al
contrario, será ella quien contagie su espontaneidad, histrionismo y maneras
populares a la acartonada familia Sheffield.
El contraste entre el esnob clasismo
británico y una sociedad estadounidense que se autopercibe descontracturada y
con movilidad social, se nota en la diferencia de trato entre Maxwell y Fran,
que siempre descoloca a su patrón y hace valer su voluntad, y la relación con
el mayordomo Niles -brillante interpretado por Daniel Davis-, que pese a su
agudeza e inteligencia debe someterse a los más nimios caprichos del señor de
la casa. La relación entre Sheffield y Niles, sin embargo, tiene un factor que
los empareja: la complicidad masculina de la que Fran queda afuera. Por su
parte, Fran y Niles comparten sus propios códigos y complicidades de clase.
El primer día de trabajo de Fran comienza en
bata y chancletas y termina con un ceñido vestido rojo de lentejuelas, hombros
al aire y un tajo que deja las piernas a la vista. Sheffield, que no espera que
la niñera y sus hijos aparezcan en la fiesta de negocios que organizó en su
casa, queda boquiabierto, y la presenta a sus invitados:
-
Estos son mis hijos y esta
es… la niñera.
Esa entrada triunfal la muestra como
una mujer poderosa y cómoda con su cuerpo. Su vestido puede parecer exagerado
para la ocasión (overdressed, dirían en inglés), pero ella lo luce con tanta
seguridad que parece que fueran los demás invitados quienes se encuentran fuera
de lugar.
Los extravagantes y coloridos atuendos
que lleva con naturalidad durante la serie convirtieron a Fran Fine en ícono de
la moda. Hoy existen miles de páginas y videos que analizan su estilo “antes
muerta que sencilla”, detrás del que estuvieron la diseñadora Brenda Cooper
(que ganó un Emmy por el vestuario de los personajes) y -lejos de las ofertas y
prendas de barrio- firmas como Dolce & Gabbana, Thierry Mugler, Moschino,
Gucci y el noventoso Versace, que diseñó algunas de las chaquetas de la abuela
Yetta. Todd Oldham, otro de los diseñadores estrella, participó en varios
capítulos de la serie como el “Primo Toddie”.
La pegadiza canción que abre cada capítulo, compuesta e interpretada por Ann Hampton Callaway, resume en menos de un minuto la esencia de la serie:
(…) ¿Quién hubiera imaginado que la chica que hemos descrito
sería
exactamente lo que el médico prescribió?
Ahora, el
padre la encuentra seduciendo (¡cuidado, C. C.!)
Y los niños
están sonriendo (qué joie de vivre!)
Ella es la
dama de rojo cuando todos los demás usan tostado.
La chica
llamativa de Flushing, la Niñera llamada Fran.
Lejos de la Cenicienta
¿Cuántas niñeras vimos en el cine y
los libros? Sexys, inocentes, bonachonas, terroríficas, las niñeras fueron
representadas miles de veces: las encantadoras Novicia Rebelde y Mary Poppins,
de la mano de Julie Andrews; la sacrificada Jane Eyre de Charlotte Brönte; la
mágica Nanny McPhee en la piel de Emma Thompson; la seductora e inquietante
Rebecca de Mornay en La mano que mece la
cuna; Robin Williams haciéndose pasar por una fornida babysitter en Papá por siempre…
La niñera de Fran Drescher escapa a
todos los estereotipos por su desenfado, su gestualidad, su manera de hablar,
la acidez de los comentarios y, sobre todo, por el toque de humor judío que la
lleva a reírse todo el tiempo de sí misma. Ese humorismo autocrítico en la cabeza
de una mujer termina desarmando los clichés en los que se basa el programa y
los dinamita desde adentro. Se ríe de la urgencia por concretar el matrimonio,
del paso de los años, de su estética de peinado abultado y maquillaje excesivo,
de su pronunciación nasal. Las inflexiones de la voz, las muecas, los
movimientos, la manera de caminar de Fran están puestos al servicio de la
comedia. El timing perfecto se extiende a todos los personajes, escritos e
interpretados con gracia, picardía, acidez y cariño.
Aunque algún desprevenido podría
identificar en la niñera algún atisbo del cuento de la Cenicienta, aquí los
roles están cambiados. Fran jamás ocupa el lugar de víctima ni espera que venga
el príncipe a calzarle el zapato de cristal. La protagonista es decidida,
directa y va por sus sueños, mientras su jefe es un hombre dubitativo y reacio
a avanzar hacia sus objetivos. El motor de la relación y de las acciones está
siempre puesto en ella.
En la sitcom, además, Fran ocupa el
lugar de “madrastra” en relación con los hijos de Max. Pero la serie subvierte
el modelo establecido: la niñera se lleva bien con los chicos, los apoya, los
estimula y es muy respetuosa con la figura de la madre fallecida. Fran es
auténtica, empática y les enseña a los niños a dejar de lado la flema inglesa
para expresar sus emociones.
En su rol de niñera, la protagonista
no intenta ser un ejemplo de nada ni dar lecciones de vida; al contrario, suele
ser muy poco ortodoxa a la hora de dar consejos. En el primer capítulo
Brighton, el hijo del medio, hostiga permanentemente a su hermana mayor,
Maggie, tímida e introvertida. En uno de los ataques Fran intenta persuadirlo
para que deje de molestarla:
-
Tenés que tratar bien a tu
hermana
-
¿Por qué, porque somos una
familia?,
contesta él en tono burlón.
-
Exacto. Y además, algún día
tu padre va a estar viejo y enfermo y vas a querer que vaya a vivir con ella.
No es el único famoso que aparecerá en
escena. Fran no dudará en expresar su cholulismo frente a cada figura que pase por
el programa: Elizabeth Taylor, Joan Collins, Barbra Streisand, Elton John,
Bette Midler, Celine Dion, Whoopi Goldberg, entre muchos otros.
La política también ocupa su lugar en
el show: como militante demócrata, Drescher desliza sus opiniones en el guión e
invitó varias veces a Roger Clinton, hermano del entonces presidente Bill. “Nosotros
teníamos un montón de personas haciendo de sí mismas para que pareciera que la
serie estaba pasando en una Nueva York de verdad”, afirmó Drescher en una
entrevista con Seth Meyers, en la que contó la trastienda de cuando Donald
Trump hizo un papel en el programa, décadas antes de que asomara al mundo de la
política.
"Hay una historia interesante
atrás de esa escena con Trump. Supuestamente yo tenía que presentárselo al
personaje de Mr. Sheffield y decir: ‘No sé por qué hago esto si todos ustedes,
millonarios, ya se conocen’. Peter Marc Jacobson (el showrunner) recibió una
carta de la asistente del empresario que decía: ‘El señor Trump no es un
millonario, es un billonario. Por favor cambien el guion’. Cuando lo vimos nos
pareció que decir eso iba a quedar demasiado obvio, así que le preguntamos si
poner zillionarios estaba bien y nos dijeron que sí". Según la actriz esa
carta aún está enmarcada sobre el escritorio de Jacobson.
La relación perfecta
“Lo que más me costó de salir del
closet fue mi temor a que las personas creyeran que no amaba a Fran. Lo hice,
lo hago y ella sigue siendo la mejor amiga que puedo tener. Soy de Flushing,
Queens, y crecí en un ambiente y en una época en la que nadie contaba que era
gay y en donde el camino natural era enamorarse, comprometerse y casarse. Eso
fue lo que hice. Tuve que enterrar cualquier duda o inquietud que tenía, hasta
que no pude soportarlo más y explotó. Fran es mi mejor amiga, nos conocimos a
los 15 años en los pasillos del colegio y quizá las cosas hubiesen sido
diferentes de habernos encontrado como adultos”: el que habla es nada menos que
Peter Marc Jacobson, en una entrevista que dio en 2017 al periodista Tomás
Balmaceda en el suplemento Soy de Página 12.
Peter y Fran se conocieron en el
colegio y se casaron, fueron socios y pareja durante más de 20 años. La Niñera fue creación de ambos: juntos
escribían los guiones y producían cada capítulo además de llevar adelante la
vida de casados. Hasta que él salió del closet y decidieron divorciarse, pero
la relación comercial y de amistad entre ambos permaneció intacta: “Seguimos
estando muy unidos. Trabajamos juntos, comemos juntos, viajamos juntos. Él
entendió lo que realmente quería siendo adulto, no puedo culparlo por eso, solo
acompañarlo y hacerlo feliz”, aseguró Fran Drescher en una conferencia de
prensa en 2011, cuando presentaron la sitcom Happily Divorced, en la que encarnaba a una mujer de edad
madura cuyo marido sale del closet.
El éxito de La Niñera duró seis años en los que ella no solo atravesó su
divorcio, también revivió viejos fantasmas. En 1996 publicó Enter Whining, su primer libro de
memorias, donde relató un episodio que había trastornado su vida diez años
antes. Mientras estaba en su casa con Peter y una amiga, entraron ladrones que violaron
a las mujeres a punta de pistola delante de su esposo. A Fran le costó mucho
superar este episodio: “Sufrí un trauma y durante años no analicé cómo me había
afectado a nivel emocional. Simplemente seguí con mi vida”, contaba; en ese
lapso bajó de peso de manera alarmante. Relatar la experiencia -gesto muy audaz
para la época- la ayudó a sobreponerse y a ayudar a otras mujeres víctimas de
abuso sexual.
En 2007, luego de haber sido
diagnosticada y tratada por cáncer de útero, creó una red de apoyo para
personas con la enfermedad a través de la fundación Cancer Schmancer Movement. También
colaboró con Barack Obama y Bill Clinton en la recaudación de fondos y
concientización de enfermedades como el cáncer y el sida.
![]() |
Drescher, presidenta del sindicato de actores SAG-AFTRA, en la sede del sindicato en Los Ángeles. Agosto 2023 |
Mujer trabajadora
En julio de 2023, treinta años después
del estreno de la serie que la llevó a la fama, Fran Drescher se plantó
nuevamente delante de las cámaras, pero esta vez como presidenta de SAG-AFTRA, el
poderoso sindicato que agrupa a profesionales del cine, la radio y la
televisión de los Estados Unidos. Allí la vimos a cara lavada, con atuendo
deportivo y en zapatillas, mientras pronunciaba un encendido discurso en
defensa de los derechos de los trabajadores afectados por el streaming y el uso
de la inteligencia artificial en la industria: “Si no nos mantenemos firmes en
este momento, todos vamos a estar en peligro de ser sustituidos por máquinas. Pedimos
respeto y ser honrados por nuestra contribución. Compartan la riqueza, porque
no pueden existir sin nosotros”. La huelga de actores bajo su liderazgo duró
118 días y terminó con un histórico acuerdo entre el sindicato y los
principales estudios cinematográficos.
Mientras llevaba adelante la lucha
sindical, en las redes sociales circulaba una antigua escena de la segunda
temporada de La Niñera, llamada,
precisamente, La Huelga. Allí se ve a Maxwell y Fran a punto de ingresar a un
hotel para celebrar una fiesta organizada por él como productor teatral. Cuando
están por entrar se cruzan con una marcha de camareros que reclaman por sus
derechos. Max la invita a pasar y ella le responde que su madre le enseñó estas
reglas: primero, nunca entrar en contacto con un inodoro en un baño público;
segundo, jamás cruzar una línea de protestas. El altercado sube de tono, Max
intenta forzarla a entrar y la prensa captura el momento. A la mañana siguiente
la foto sale en todos los diarios y obliga al hotel a llegar a un acuerdo con
los huelguistas. Cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.