Por Carla Leonardi
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La que no perdonó, film de 1938, de José Agustín Ferreyra |
La perspectiva que elegí para comentar algo sobre Las batallas infinitas es desde mi experiencia como redactora participante, como asidua espectadora de cine, pero también como lectora del libro en sí mismo.
Cuando me dijeron de participar
de lo que en principio fue pensado como un dossier sobre cine argentino, en mi
condición de outsider -ya que vengo del psicoanálisis y me considero una crítica
de cine en formación, al lado de los colegas de Hacerse la Crítica (HLC) a
quienes admiro-, la propuesta me entusiasmó por la posibilidad de acercarme más
al cine argentino anterior a los años 70, al cual conocía relativamente, más
allá de algunos nombres y películas canónicas.
Por eso, en la selección de
películas que hicieron los directores de HLC, mis dos caminos posibles fueron:
por un lado, elegir la película de una directora que admiro profundamente como
es María Luisa Bemberg; y por otro lado, ingresar en un terreno desconocido,
como es la época del cine de los años 30. Finalmente, de esta etapa, opté por
escribir sobre La que no perdonó de Ferreyra e incursionar en el melodrama
tanguero.
En este punto es donde se puede
encontrar uno de los valores de un libro como este. Toda película es espejo y
efecto del tiempo en que se produce. En ese sentido guarda la memoria de
nuestra cultura, de quienes fuimos, nos permite pensar quienes somos y también
discutir quienes queremos ser como argentinos. No hay posibilidad de construir
un presente fértil, ni un futuro de esperanza, sin memoria colectiva.
Un segundo punto a señalar, es
como dice la editorial, que el libro pretende funcionar como una posible puerta
de entrada al cine argentino y sus diferentes etapas. Se trata entonces de una
cartografía cinematográfica, que nos invita a recorrer sus calles, detenernos
en sus intersecciones, en sus paralelas, sus callejones sin salida y al juego
de poner a dialogar a las películas entre sí.
Recorriendo el libro podemos acercarnos al cine argentino menos
divulgado o conocido, desarmar los prejuicios que pesan sobre él y descubrir
perlas cinematográficas, algunas más evidentes y otras más secretas, que dan
cuenta de que otrora hubo una industria del cine, con su sistema de estudios y
su star system, que permitía la continuidad de una filmografía, a diferencia
del presente atomizado, discontinuo e incierto, donde mucho de lo que se hace
es a título puramente personal, por esfuerzo propio, más que producto de un
movimiento colectivo que piensa la realidad de su tiempo.
Y por último y no menos
importante, quiero resaltar su valor político. Las batallas infinitas
no solo valoriza lo que en el discurso
político de estos tiempos aciagos se considera prescindible o descartable
dentro de las políticas del Estado. Ninguna filmografía que aspire a
representar nuestra particular idiosincrasia argenta puede tener continuidad
flotando en la inmensidad del mar del “sálvese quien pueda”. Por ello, su
aparición misma en el contexto actual, con un timing que no fue calculado, es
un acto político en sí mismo, porque define la pasión y la ética que reúne a
los redactores, más allá de sus diferencias de estilo, que es la apuesta
colectiva de seguir dando batalla para que se pueda preservar, producir,
discutir y disfrutar de nuestro querido cine.
Ficha
técnica:
Las
batallas infinitas: cine argentino 1929-1989, Hacerse
la Crítica, autores varios, Buenos Aires, 2023.