Por Sebastián Spreng
Miami la conoció hace siete años en la New World
Symphony, donde dicho sea de paso se encontró con el entonces becario en
dirección orquestal Christian Reif, hoy su marido y padre de su hijo nacido
este noviembre, poderosa razón por la cual no abrió la temporada oficial de la
NWS como estaba previsto. Afortunadamente la pareja regresa a Miami Beach para
un recital el 3 de febrero, para “Una noche de jazz y blues en el Paris
de 1930” abriendo
el festival I
Dream a World: The Harlem Renaissance in Europe.
En aquel entonces, la joven cantante habló con Miami
Clásica (ver link). Reflejo
cabal de aquellas palabras es este primer registro. Exploración y periplo a la
vez, tanto para la artista como para la audiencia. Su voz es la mano que lleva
de paseo. Es una combinación ecléctica y original, así como es su voz,
aterciopelada y a la vez con cierto esmalte metálico, que usa como formidable
vehículo expresivo. Aquí no hay arias de ópera sino dos importantes
composiciones que cimentan el renglón sinfónico: el Memorial de
Tlatelolco, del oratorio navideño El Niño de John Adams – que ha cantado en varias
ciudades – y Knoxville, verano
de 1915, la espléndida pieza de Samuel Barber comisionada por
Eleanor Steber en 1947, esencial al repertorio de grandes, desde Leontyne Price
hasta Renée Fleming. En ambas composiciones emerge toda la batería de una
soprano de fuste, rotunda en Adams y poéticamente evocadora en Barber; en ambas
acompañada por Reif y la Philharmonia Orchestra.
El resto del programa trae la fascinante propuesta
tácita de asistir a la transformación del material escogido, y comprobar cómo
lo hace literalmente suyo. A su vez, con Brown Baby, contrastando
dulzura y ferocidad, espeluzna al convertirlo en una suerte de Pietà musical.
En el poder narrativo, en el abandono del discurso, Bullock hace de cada
canción un himno y viceversa, rasgos que vuelven a apreciarse en el
spiritual A City Called Heaven y en el clásico de Nina
Simone I Wish I Knew How It Would Feel To Be Free, donde no teme
ahondar en los graves cavernosos para luego ascender suavemente hacia la
luz.
Sorpresas aún más bienvenidas resultan Who
Knows Where the Time Goes –en otro arreglo magistral de la cantante,
Reif y Jeremy Siskind, responsable de los demás – donde otra vez, no es ni Nina
Simone ni Judy Collins ni Eva Cassidy sino una Julia, pensativa y luminosa,
incomparable. Y la última, One by One, de Connie Converse, la
compositora-cantante que desapareció en 1974 sin dejar rastros, y que suena a
los oídos desprevenidos como un inquietante, amenazador Lied de
Schubert, hallazgo y pequeño clásico instantáneo que la refleja. Si para
ella “en oscuridad podemos hallar protección y seguridad, escondernos y
sanarnos”, en la estrofa final canta: We are walking in the dark. If
I had your hand in mine I could shine, I could shine Like the morning sun —
Like the sun.
De más está reiterarlo, quien brilla y ha llegado a
esa claridad no es otra que Julia Bullock.
WALKING IN THE DARK,
BULLOCK, REIF, Nonesuch 7559790817