Cecilia Hopkins dirige e interpreta magistralmente “La celebración de Manuela Sáenz”

Por Juan Carlos Fontana

Crédito Julieta Aristegui
Tagliabue

La llamaban la Libertadora del Libertador, porque cuando sus enemigos trataron de atentar contra la vida de Simón Bolívar, en la Bogotá de 1828, Manuela Sáenz logró que su amado escapara por una ventana. Su nombre completo: Manuela Sáenz de Vergara y Aizpuru. Nacida en Quito, Ecuador, en 1797, como “hija ilegítima” ya que su madre y su padre no estaban casados. Murió desterrada en Paita, Perú, en 1856. Aunque esta aguerrida heroína no alcanzó la fama de una Juana Azurduy, sí tiene al menos su merecido busto de bronce en una plazoleta del barrio de Puerto Madero.

Por su parte, el escritor ecuatoriano Luis Zuñiga le dedicó una muy interesante novela de sesgo biográfico (editada localmente por Colihue), titulada precisamente Manuela. Un texto del que posteriormente partió el propio Zuñiga para escribir una pieza teatral, con formato de unipersonal, que narrara parte de la vida de esta mujer revolucionaria, feminista avant la lettre, amante de Bolívar durante los últimos 8 años de vida del patriota, acompañándolo hasta el final, aceptando a regañadientes sus infidelidades.

Manuela era una mujer valiente, de armas tomar -Sucre llegó a otorgarle rango de oficial en el ejército- que no se achicaba ante ningún obstáculo y que supo desdeñar la censura social por haberse separado de su marido y ejercer su libertad sexual fuera de las normas asignadas a las damas en su tiempo. Indómita y de claras ideas independentistas, ocupó lugares que detentaban los hombres en aquellos años donde se jugaba el futuro de países latinoamericanos. No en vano, José de San Martín le entregó en 1822 la orden de Caballeresa del Sol, por su meritoria lucha a favor de la independencia de la corona española. Su vida es de una admirable vastedad, casi una novela épica que Zúñiga, luego de mucho investigar, desarrolló en ese libro primero y luego en la pieza teatral que tan brillantemente puso en escena y actuó Cecilia Hopkins hasta el mes pasado en el Celcit, llevando al público a redescubrir a este personaje tan fuera de serie. Contó con el diseño del espacio escénico y los objetos escenográficos de Milena Machado y el asesoramiento de vestuario de Roxana Ciordia.

Crédito Julieta Aristegui Tagliabue

La actriz -entre otros oficios que ejerce con alta idoneidad- creó un espectáculo fascinante e innovador como todos los que ha presentado. En esta oportunidad, además de hacerse cargo de la puesta en escena, ha vuelto a poner en evidencia su enorme talento para la interpretación, al servicio de un personaje complejo, al que ella le insufla vida, lo vuelve creíble, palpable, amigable, cercano, de gran humanidad.

Docente universitaria, investigadora en antropología teatral (fue alumna de Eugenio Barba, entre otros maestros), actriz, directora, dramaturga y periodista, Hopkins se desliza en la piel, en el cuerpo, en la mente de Manuela Sáenz; lo hace con ironía, con sutileza, con la firmeza de una mujer que defendía las ideas independentistas a la par de los varones.  A poco de conocerlo, le entregó su amor y admiración incondicionales a Bolívar, amén de colaborar activamente en gestiones políticas y militares.

El público de este unipersonal encuentra a Manuela en su exilio forzado en Paita, luego de ser desterrada de su suelo natal, y expulsada de Lima y de Bogotá. Allí, en esa intimidad cotidiana evoca hechos de su vida, transmitiendo una serie de vivencias que van de lo familiar y lo amoroso a lo épico.

Crédito Julieta Aristegui Tagliabue

En la soledad de aquellos años, después de haber sido censurada por su conducta, perseguida por sus ideales y su accionar, Manuela refresca, revela sus secretos en una atmósfera de intimidad que fluye espontáneamente. La inolvidable interpretación de Cecilia Hopkins se convierte entonces en una perfecta gramática teatral de gestos, movimientos que apelan a los sentidos y a los sentimientos, de tal emocionalidad que, por momentos, no hacen falta las palabras. Un mínimo giro, una sonrisa pícara tiñen de encanto, de gracia el espacio. Los afinadísimos recursos actorales de Hopkins transmiten las muy diversas facetas de Manuela Sáenz, esa mujer que sabía amar y luchar con pareja pasión; que callaba sus penas o se erguía intrépida cuando las circunstancias se lo pedían.

Hemos visto con agradecimiento a Cecilia Hopkins en obras como La recaída, dirigida por Julio Cardozo; en la inigualable Gemma Suns, inspirada en el cuento de Borges Emma Zunz; en El león de la Metro o en la más lejana Milonga desierta… Siempre arriesgada, sorprendente en interpretaciones que son en sí mismas una suerte de clase magistral de teatro.

PS: Recientemente, Cecilia Hopkins también codirigió con Galileo Bodoc y participó en el elenco otro espectáculo teatral de danza-teatro cautivador: Popol Vuh. Versión libre del Libro del tiempo. Es decir, el libro ancestral sobre la cosmogonía para los mayakichés de Guatemala, en una adaptación de la versión de Adolfo Colombres. Un proyecto impulsado por el grupo Nadir.

Por otra parte, C.H. ofrecerá en febrero próximo funciones de La celebración de Manuela Sánchez en el Festival de Mar del Sud, que dirige el gran Alberto Félix Alberto. En marzo, esta obra se presentará en el ciclo sobre Mujeres en la Historia, en San Salvador de Jujuy. Por su lado, el escritor Luis Zuñiga está gestionando una probable gira de La celebración... por Ecuador en mayo 2024.