Por Carolina Martínez Pulido, para Mujeres con ciencia
Siguiendo la tradición de las grandes artistas botánicas y exploradoras, Margaret Mee (1909-1988) puso su talento al servicio de la ciencia. A lo largo de más de 30 años, realizó extensos viajes por la selva brasileña, y hoy es recordada por los centenares de magníficas pinturas y bocetos resultantes de aquellas fructíferas excursiones. Asimismo, a través de sus ilustraciones logró una plataforma desde la cual denunciar públicamente el terrible impacto provocado por la deforestación del Amazonas.
Nacida el 22 de mayo de 1909, al oeste de
Londres, hija de George Henderson Brown, empleado de seguros, y de Isabella
Churchman, Margaret Mee creció en medio de la naturaleza. Según ha relatado la
gran escritora Toni Morrison, la muy joven Margaret vivió en una región
boscosa, en una casa modesta junto a sus dos hermanas Catherine y Dora y su
hermano menor, John. Al vivir en un lugar alejado de escuelas, según Morrison,
la educación de los cuatro niños estuvo a cargo de su tía materna Ellen Mary
Churchman, una conocida ilustradora de libros infantiles. El abuelo materno,
gran viajero, narraba a sus nietos historias de viajes y aventuras que
contribuían a estimularles la imaginación. Por su parte, el padre de Margaret
era un naturalista aficionado que conocía las plantas silvestres por su nombre;
y que, a menudo, daba largos paseos por la región acompañado de sus hijos.
Este contexto impulsó el talento artístico de
la joven Margaret, que muy pronto mostró gran interés por dibujar la naturaleza
y los paisajes de su entorno, lo cual, según Morrison, «dejaría una profunda
huella en su personalidad. Su aprecio por la belleza del mundo natural tuvo
sólidos cimientos».
Primera juventud
En 1926, a los 17, Margaret Mee se matriculó en
la School of Art, Science and Commerce junto a sus hermanas. En los años
previos a la Segunda Guerra Mundial, siguiendo el testimonio de Morrison, la
joven Margaret se sintió interpelada por los movimientos políticos que agitaban
Europa. En 1932, decidió viajar a Alemania para observar lo que estaba
ocurriendo.
Una joven
políticamente comprometida
En Berlín, MM vivió momentos de notable tensión
presenciando escenas terribles en las calles. Incluso fue testigo del incendio
del Reichstag, en febrero de 1933. Poco tiempo después regresó a Londres, donde
se comprometió en actividades sindicales, al tiempo que colaboró en la Guerra
Civil española y la lucha contra el fascismo. En enero de 1936, a los 27 años,
se casó con Reginald Bruce Bartlett, pero el matrimonio no funcionó por lo que
la pareja se divorció en 1943.
Una vez terminada la Segunda Guerra, Margaret optó por ampliar sus conocimientos y aprender las nuevas técnicas de pintura; con ese fin acudió a clases en la Saint Martin's School of Art, de Londres. El prestigioso artista y arquitecto Víctor Pasmore (1908-1998) estuvo entre sus maestros y supo apreciar los trabajos de su alumna y la ayudó a conseguir una beca en 1947, para sus estudios en la Camberwell School of Arts, considerada una de las instituciones artísticas más importantes de Europa. El estilo y la atención del maestro impulsaron a la joven artista a encontrar un método personal propio para la composición de sus pinturas. En Camberwell, MM se destacó como dibujante. Permaneció en la escuela durante tres años y recibió un diploma que la acreditaba. Por esas fechas conoció a Greville Mee, un artista del campo publicitario que sería su segundo marido y de quien tomaría el apellido por el que sería conocida.
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Margaret Mee. Imagen: Toni Morrison |
Descubriendo la Amazonía brasileña
En 1952, Margaret Mee viaja a San Pablo para
ayudar a su hermana Catherine, que había emigrado allí unos años antes y estaba
enferma. Como anotó Toni Morrison, editora del libro más importante firmado por
Margaret Mee sobre las flores de la Amazonia (In Search of Flowers of the Amazon Forest, 1988), poco después
llegó el esposo, Greville Mee, quien se estableció en el campo comercial como
artista publicitario. Inicialmente, Margaret comenzó a enseñar arte en la
British School in São Paulo. Marido y mujer se adaptaron a la nueva vida,
hicieron buenas amistades y decidieron establecerse en Río de Janeiro.
«Pensábamos quedarnos por tres o cuatro años, pero se convirtió en una estancia
de por vida», bromeaba al respecto Graville.
Muy pronto, continúa su relato Morrison, la
entusiasta pintora empezó a realizar excursiones cada vez más extensas por su
entorno. Deslumbrada por la extraordinaria belleza y diversidad de la
vegetación que iba descubriendo, dibujaba bocetos de los espléndidos bosques
rebosantes de flores, helechos gigantes, increíbles pájaros. Tomaba abundantes
notas y pintaba con pasión, empleando las técnicas que había aprendido en
Camberwell. Cada nueva excursión significaba más plantas reflejadas, por lo que
su colección de pinturas no dejaba de crecer. También descubrió y registró
especies desconocidas que hoy llevan su nombre. Se especializó en pintar
orquídeas y bromelias.
La profesora de la Universidad de California,
Los Ángeles, Gloria Gálvez-Carlisle, ha señalado que Margaret Mee empezaba así
a formar una colección de pinturas extraordinaria y a cimentar su reputación
como artista: «una reputación que, sin siquiera pensarlo en ese momento, le
daría un lugar prominente en la historia y en el mundo del arte».
Valga apuntar que a lo largo de los casi cinco
siglos desde que la Amazonía fuera descubierta por los conquistadores, la
región y su célebre río han atraído a numerosos exploradores, muchos de ellos
naturalistas. La razón principal, ha subrayado Toni Morrison, es que, entre
todos los lugares en el mundo, la Amazonía no tiene rival en su inmensa diversidad
de animales y plantas.
La resuelta Margaret Mee estaba bien preparada
para los desafíos y obstáculos que debería superar al internarse por un
escenario tan rico como enorme. En 1956, a los 47 años, empacó los enseres para
sus diseños en un morral de lona junto a unas pocas ropas y, provista de un
revólver, cuenta Toni Morrison, «emprendió un viaje que la lanzaría a la
historia y al mundo del arte».
Una obra hecha de
belleza y rigor científico
El último volumen publicado por Margaret Mee,
el citado In Search of Flowers of the
Amazon Forest (1988), describe Gloria Gálvez-Carlisle que «reúne las
cuidadosas observaciones que la artista plasmó en sus diarios y los exquisitos
bosquejos y acuarelas de cientos de flores que recopiló durante los quince
extensos viajes que realizó al Amazonas y sus afluentes».
Esos quince viajes, llevados a cabo en periodos
de tiempo que sumaron treinta y dos años entre 1956 y 1988, han situado a la
pintora entre una de las más importantes viajeras del siglo XX. Ninguna otra
mujer ha viajado por el río Amazonas más extensamente que ella. La bibliografía
señala que sus expediciones podían durar meses; las iniciaba en una canoa o
lancha acompañada solamente por un guía de la región. Y en raras ocasiones, con
una o dos amigas; fueron numerosas las dificultades y riesgos que debió superar,
pero la intrépida no era de echarse fácilmente atrás.
En sus exploraciones, solía pasar días viviendo
en las mismas condiciones que las comunidades indígenas que visitaba,
compartiendo sus costumbres y mostrando un interés respetuoso por aprender de
los habitantes locales todo lo posible sobre los árboles y demás plantas que luego
pintaría, como ha descrito.
Las pinturas de Mee, puntualiza
Gálvez-Carlisle, «muestran, por un lado, su insaciable entusiasmo, amor por la
naturaleza e intensa sensibilidad para captar el diverso caudal de la flora
amazónica y, por el otro, su profundo e impresionante conocimiento de la
frondosa riqueza botánica de la región. Por lo tanto, se trata de un legado
artístico excepcional».
La profesora de la Universidad de California
enfatiza, además, que «la importantísima y extraordinaria contribución de
Margaret Mee al campo de la botánica y la historia natural se palpa en la
precisión y rigurosidad con que bosquejó y pintó cientos de plantas y flores.
Todo lo cual demuestra su comprensión de los principios básicos de la taxonomía
botánica; es decir, el reconocimiento, descripción y denominación de especies».
Y remarca la especialista: «Para asegurarse de que sus muestras tuvieran la
identificación taxonómica exacta, mantuvo contacto y correspondencia con muchos
especialistas mundiales en botánica, tal como ha quedado reflejado en el Smithsonian Catalog 2004».
Al respecto, Toni Morrison coincide señalando
que «numerosos botánicos en el pasado han explorado la Amazonía, pero ninguno
iguala el estilo personal, la precisión y la profundidad que ha alcanzado
Margaret Mee». Aclara asimismo la autora de Beloved que la artista trabajaba solo a partir de plantas vivas,
normalmente comenzando por un borrador dibujado en el bosque. «Incluso antes de
que intentara pintar la flora de la Amazonía su trabajo era muy hábil,
exquisitamente compuesto y perfectamente coloreado». Era capaz, afirma
Morrison, de «dibujar por la noche a la luz de una antorcha para capturar las
raras flores nocturnas, lo que proporcionaba de inmediato a sus pinturas un
rigor, profundidad y color sin rivales frente a sus predecesores».
Si bien Margaret estaba fascinada con la
belleza de las flores de la Amazonia, también necesitaba dinero para vivir. Así
fue que comenzó a realizar ilustraciones para el Jardín Botánico de San Pablo,
trabajos que le permitieron entrar en contacto con el Real Jardín de Kew, en
Londres, generando la difusión de sus obras a nivel internacional.
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Flor de luna |
La mágica «flor de la luna»
Una de las mayores ambiciones de Margaret Mee
era lograr pintar en su ambiente natural la llamada Flor de Luna. Es decir, el cactus epífito Selenicereus wittii, que solo florece
una vez al año. Su nombre hace referencia a que sus grandes flores blancas
suelen abrirse y cerrarse por la noche entre los meses de mayo y junio, cuando
ocurren las inundaciones del río Amazonas.
Como han señalado diversos especialistas,
aunque no es habitual encontrar cactus creciendo en zonas pantanosas, lo cierto
es que existen cactus epífitos que sí lo hacen. Recordemos que esta especie
crece sobre otra planta, a la que usan como soporte, sin parasitarla, ya que
son fotosintéticos. Selenicereus wittii es,
entonces, una especie adaptada a condiciones húmedas; sus semillas al flotar,
pueden engancharse a un árbol y comenzar su vida justo por encima del agua,
como queda explicado en El blog de la tabla.
Margaret Mee, a pesar de su aspecto frágil, era
una mujer con una determinación de hierro. Varias veces había intentado pintar
la flor, pero siempre encontraba a la planta ya florecida o antes de que
emergiera la imponente flor con su formidable fragancia, relata Alejandra
Martins en BBC Mundo. Sin desalentarse, lo intentó hasta quince veces. En 1988,
a sus 78, Margaret Mee se embarcó en una nueva expedición en busca de la
ansiada flor. Al final de un viaje plagado de obstáculos, finalmente logró su
tan ansiado propósito: en un lugar remoto halló la «flor de la luna». Y pudo
verla abrirse, contemplar su belleza incomparable y representarla en una de sus
pinturas.
Toni Morrison, que formaba parte de esa
expedición, anotó: «Me di cuenta de la ambición de Margaret por pintar al
cactus que florece en una noche. Sobre la vida tan corta de esta flor, se proyectaban
historias maravillosas […]. Es casi imposible describir la intensidad de las
emociones de todo nuestro equipo». Morrison, además, recuerda que «la flor es
polinizada por una polilla y esa alianza ha evolucionado a lo largo de miles de
años […]. Era una asociación frágil y creo que fue muy afortunado que Margaret
tuviera la energía y la habilidad para captar al menos parte de esa historia».
La página web Botanical Arts & Artists
transcribe las palabras de la propia Margaret Mee sobre el emocionante
encuentro: "Cuando la flor se abrió, flotó un extraordinario perfume dulce
y todos nos sentimos embelesados ante tan delicada belleza […]. Nuestra vigilia
fue larga y quedé convencida de que nuestra intromisión había desalentado al
polinizador, rompiendo un delicado equilibrio que había tardado diez millones
de años en evolucionar […]. Con el alba la flor se cerró y permanecimos
fascinados y llenos de humildad por la experiencia".
La entusiasta artista había logrado su
objetivo, convirtiéndose en la primera persona en pintar la flor de la
luna en su medio natural.
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Margaret Mee, Flor de Luna, 1988 |
Lucha denodada a favor del medio ambiente
Los viajes de Margaret Mee coincidieron con los
comienzos de la explotación comercial de los bosques de la Amazonía.
Escandalizada ante los destrozos que presenciaba, denunció con firmeza el daño
que se estaba causando a las tierras y a sus habitantes. Pero aquella era una
época en que la defensa de la naturaleza no estaba de moda y la palabra
ecología apenas era conocida. No extraña que la respuesta ante sus denuncias
fuese muy escasa. La pintora, decidida a luchar contra la codicia de quienes
eran incapaces de respetar la rica biodiversidad ambiental, emprendió una dura
batalla.
En sus obras iniciales, Mee había seguido el
método clásico de ilustración botánica, consistente en pintar las plantas de
manera aislada. Como parte de su lucha por la conservación, optó por incluir el
hábitat natural en el fondo de sus pinturas con la finalidad de demostrar el
estrecho vínculo de interdependencia entre la planta y su entorno. De esta
manera convertía sus obras en una llamada a la defensa de un mundo frágil y
amenazado (Botanical Arts & Artists).
Con su valiente actitud al alertar sobre los
peligros que amenazaban a la Amazonía, Margaret Mee protagonizó numerosas
protestas a nivel nacional e internacional, incluso durante los periodos de
dictadura militar en Brasil. Con su arrojo ganó el aplauso y el apoyo de muchos
defensores del medio ambiente. Hoy está considerada entre las primeras
personas, mujeres y hombres con real acreditación ecologista (Botanical Arts
& Artists).
La profesora
Gálvez-Carlisle ha destacado que su libro de arte botánico, In Search of Flowers of the Amazon Forest,
no es solo un testimonio del excepcional talento artístico de Margaret Mee,
sino también testimonio de su enorme contribución al esfuerzo internacional por
salvar el Amazonas: «Su objetivo inicial, la búsqueda e ilustración de la
gloriosa flora amazónica, poco a poco se tornó en una creciente preocupación
ante el saqueo y despojo comercial del denso bosque tropical. Por lo tanto,
decidió dedicar su energía e influencia a su defensa». Consecuentemente,
continúa la especialista, «la suave y discreta Margaret Mee, con su talento, no
solo protegió una enorme herencia para el futuro de la historia natural, sino
que también tiene el mérito de ser una de las voces más enérgicas a favor de la
conservación del medio ambiente amazónico».
En noviembre de 1988, Margaret y Granville Mee
regresaron a Inglaterra para una importante exhibición de pinturas en Londres, y para la presentación del libro Margaret Mee in Search of Flowers of the
Amazon Forest (1988), basado en sus diarios.
Un desgraciado accidente de tráfico en
Leicestershire sesgó la vida de Margaret Mee el 30 de noviembre de ese mismo
año. Tenía 79 años de edad. A su entierro acudieron importantes personalidades,
incluidos numerosos representantes del mundo de la botánica (Botanical Arts
& Artists).
La obra de MM ha sido elogiada
internacionalmente, tanto por los botánicos como por los críticos de arte. En
Brasil y en Inglaterra recibió numerosos reconocimientos por sus importantes
contribuciones científicas a la botánica y por su lucha por la conservación de
los bosques de la Amazonía.
En 1975 le había sido otorgada la ciudadanía
honoraria de Río de Janeiro, y al año siguiente recibió la Orden Del Imperio
Británico por sus servicios a la botánica brasileña. Asimismo, fue condecorada
con la Orden de la Crus del Sur en 1979.
La valiosa colección que Margaret Mee es única
en su género, enfatiza Gloria Gálvez-Carlisle: «ahora está protegida por The
Margaret Amazon Trust, organización formada con fondos recaudados por medio de
la ayuda de organizaciones filantrópicas y de individuos, con el fin de
promover la educación e investigación sobre la vida y la conservación de las
plantas amazónicas». En la actualidad, la ilustración de la flor de la luna es
una de las obras exhibidas en el Real Jardín Botánico de Kew.
Gran parte de la comunidad especializada en la
ciencia de las plantas y en el arte botánico está de acuerdo en proclamar que
Margaret Mee siempre será recordada como la más talentosa y más conocida
artista-viajera del siglo XX por sus meticulosas y magníficas composiciones de
la exótica flora amazónica, y por su incansable esfuerzo para proteger la
ecología del lugar y, por extensión, la de interés mundial.