Por Guadalupe Treibel
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Figurines de algunos de sus personajes |
A diferencia de sus compañeros, Nutkin -una ardilla impertinente- labura poco y nada, además de enfadar a un búho con sus acertijos desafortunados. Jemima Puddle-Duck, por su parte, aspira a armar nido y criar patitos, pero la cándida pata hace mal en fiarse de un zorro astuto. El pobre Jeremy Fisher, una rana que vive al borde de un estanque, resulta un imán para los contratiempos, que se suceden incesantemente mientras intenta pescar unos pocos pececillos. Otra historia es la de los ratones costureros que salen al auxilio de un sastre humano; devolución de gentilezas, ya que este buen señor los ha salvado de las garras de su gatito hambriento. Casi tan amable como la señora Tiggy-Winkle, una puercoespín macanuda que se encarga de limpiar y planchar la ropa de los animalitos del bosque…
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Potter, 1892 |
La atracción, sostenida a través de largas
décadas, se confirma vía Beatrix Potter:
Drawn to Nature, concurrida muestra que reúne muchos de sus objetos
personales: bocetos, acuarelas, fotografías, misivas y hasta pasajes de sus
diarios íntimos. En estos cuadernos, Potter volcó su mirada disidente sobre los
rígidos, pacatos códigos de la sociedad victoriana, resguardadas sus observaciones
de ojos fisgones a cal y canto; o sea, escritos -entre sus 14 y 30 años- en una
letra minúscula, usando un código que solo ella comprendía. Por poco logra su
objetivo: esos escritos siguieron siendo un enigma hasta 1958, cuando un
coleccionista identificó una referencia pasajera y consiguió descifrar sus
pensamientos más privados, tan celosamente protegidos por la artista, que la
revelan como mujer fuerte y decidida, que se burlaba de
ciertos detalles del comportamiento de la alta sociedad inglesa.
Acaso Beatrix quisiera evitar posibles
altercados con sus padres adinerados, que residían en una elegante casa de
South Kensington, Londres, donde ella fue educada por institutrices. Dibujando
casi compulsivamente todo lo que le llamaba la atención y con cierta aversión
por la ciudad, demasiado ruidosa para su agrado. Solitaria, de pocas amigas, al
menos se llevaba de maravillas con Bertram, su hermano menor, con quien
compartía el gusto por coleccionar insectos, plantas, rocas, fósiles que
observaban con lupa.
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Dibujos de su cuaderno de niña, cuando tenía 9 años |
La muestra Beatrix
Potter: Drawn to Nature fue inaugurada originalmente en el Victoria and
Albert Museum de Londres el pasado año, y luego cruzaría el charco para ser
montada en el Frist Art Museum de Nashville, donde se repitió el éxito inglés.
Apenas una parada más de su gira: desde el 13 de octubre, la exposición se
exhibe en el High Museum of Art de Atlanta, y más tarde, se mudará al Morgan
Library & Museum de Nueva York, donde podrá verse hasta mediados de 2024.
Uno de sus aspectos más ponderados de la exhibición -sin desatender, desde
luego, la faceta más popular de la artista como descollante escritora de libros
infantiles- hace hincapié en su trabajo científico y su labor como ecologista de
vanguardia, menos conocidos hasta el presente por el gran público.
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Ejemplos de un Amanita crocea, ilustrados por BP, 1897 |
Así las cosas, tanto trabajo no fue en vano: su
observación del mundo natural se trasladaría a su intemporal obra literaria en
calidad de autora e ilustradora, atenta a detalles en apariencia nimios que
muestran su cabal conocimiento sobre cómo los animales comen, corren, duermen,
incluso… cómo estiran la pata. Previo a embarcarse en los cuentos infantiles
que la harían famosa, empero, empezó a ganarse unos billetes vendiendo sus
curiosos y detallistas dibujos de animalitos a compañías que imprimían tarjetas
para las Fiestas.
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Ilustración original para The Tale of Peter Rabbit |
Habría sido por sugerencia de la señora Moore,
madre de la criatura enferma, que Potter tuvo su momento eureka: ¿por qué no
publicar libros infantiles? Aquel primer manuscrito, The Tale of Peter Rabbit, sería rechazado por seis editoriales
distintas, principalmente por la insistencia de Beatrix en vender los títulos a
precio bajo y en pequeño formato, a la medida de manos de infantes. Lejos de
darse por vencida, ella lo imprime en forma autogestiva hasta dar, por fin, con
un editor, Frederick Warne, en 1902, que recupera con creces su inversión.
Porque el libro es un éxito instantáneo, rotundo que agota sucesivas ediciones.
Las correrías del entrañable roedor de chaqueta azul se volvería además un
longseller, clásico venerado por el público brit, que incluso ha honrado al
personaje en monedas conmemorativas (además, claro, de rendir tributo a su
creadora, igualmente inspiradora de ballets, obras de teatro, biopics, ensayos, etcétera).
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Primera edición de Peter Rabbit |
Volviendo a Beatrix Potter: Drawn to Nature, acorde al New Yorker, la
exhibición cuenta la historia de transformación notable de la artista:
“Habiendo vivido los primeros dos tercios de su vida en casi total aquiescencia
a los deseos de su familia, Potter dio un giro repentino en el tercer acto”. Y
es que, recién cuando cumple los 47, Beatrix abandona definitivamente la casa
de sus padres, al igual que la privilegiada vida citadina con la que nunca se
había sentido a gusto, anhelando desde chica estar rodeada de la naturaleza.
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Ilustración para Jemima Puddle-Duck |
“Tuve una pelea con el fontanero, ¡o tal vez
debería decir que perdí los estribos! Si no acepta órdenes de una mujer, voy a
despedirlo”, relata en una carta la todoterreno Potter, que finalmente adopta
de lleno la vida rural al casarse con Williams Heelis, un abogado de la zona
con quien contrajo nupcias en 1913. Juntos se dedican a la cría de una raza
ovina autóctona, las ovejas Herdwick. Aunque se muda al domicilio de Will,
Beatrix mantiene Hill Top, su refugio, para escribir, hacer jardinería, tener
sus momentos de soledad.
Y es en este tercer acto en el que BP se
transforma en una granjera y conservacionista en toda la regla, feliz con sus
zapatos embarrados y sus ovejas premiadas, caminando por páramos y senderos
junto a los lagos, paisajes bucólicos que además pinta con deleite. Claro que,
cuanto más mete las botas en el fango, menos tiempo le dedica a sus cuentos… En
las fotografías de esas fechas, se la ve recorriendo ferias agrícolas; tiempos
en los que, a la par, iba adquiriendo nuevos terrenos, preocupada por proteger
los amados paisajes de Lake District. A su muerte en 1943, a los 77, había
comprado más de cuatro mil hectáreas que legó al National Trust, fondo de
protección del patrimonio, “para beneficio de generaciones futuras”. Una
herencia no menos valiosa que sus exitosos personajes y fábulas…
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Con una de sus ovejas premiadas, 1930 |