Omitidas por la Historia del Arte. Episodio 1: Mujeres compositoras

Por Lera Sonzogni

NR: este artículo es parte de una investigación más extensa y profunda, Mujeres omitidas en la Historia del Arte, que fue seleccionada para el Primer Encuentro de Música y Género de la UNA, donde Sonzogni fue panelista. Damiselas en Apuros reproduce algunos extractos de este trabajo, a partir del cual LS creó Noh Máscara, Ritual Disidente de la Historia del Arte, con improvisaciones vocales compuestas por ella sobre un poema de Alejandra Pizarnik y fragmentos del cuarteto de cuerdas de Ruth Crawford.

Jeune Fille au piano, de Paul Cézanne

En contexto de aislamiento social a causa de la pandemia durante 2020, fui parte de un curso de posgrado de Historia del Arte para la Maestría en Ópera Experimental, un espacio de gran libertad de pensamiento y acción. Pero al leer el programa y las bibliografías propuestas me invadió la sensación de algo perdido e incómodamente ausente, una fuerte melancolía de una protagonista mujer eternamente fantasmal, la Historia del Arte incesantemente creando un mundo Mélisande, una mujer niebla que no se sabe de dónde viene ni a dónde va, larga espera surrealista como en Erwartung, un femicidio en loop que aun después de oleadas de feminismo mata con las mismas armas. “La re-visión –el acto de mirar hacia atrás, de mirar con ojos frescos, de ingresar a un texto antiguo con una nueva dirección crítica– es para las mujeres más que un capítulo en la historia cultural: es un acto de supervivencia”, menciona Adrienne Rich en  When We Dead Awaken: Writing as Re-Vision. Aunque hay suficientes trabajos e investigaciones musicológicas que advierten la omisión, el menosprecio y la apropiación de la obra de las mujeres artistas, las instituciones se mantienen en la inercia, al margen de la bibliografía y musicología feministas, y prevalecen los estudios canónicos, dogmáticos y falogocentristas.

Advierto que el contenido de la Historia del Arte continúa sin ser revisado en el uso y en la educación; aún no se ha profundizado la tendenciosa ausencia femenina, y nos obliga a las mujeres a perdernos nuevamente en ese mundo de plástico e irreal donde solo existen pintores, escultores, dramaturgos, compositores, todos ellos hombres, sin replantear ni intentar rescatar a la mujeres creadoras… (…) Es imperiosa la búsqueda, el rescate y la inclusión de las artistas que se siguen silenciando. Intento imaginar a los hombres del posgrado estudiando desde la niñez contenidos donde el objeto de estudio sea solo la obra de mujeres, me pregunto cómo estarían plantados con este experimento y qué efecto tendría en su psiquis y su estar en el mundo si se sostiene a largo plazo este mito.

(…) Toda omisión es una construcción. La construcción imperante sostiene un relato con un fin de ordenamiento social al servicio de un sistema y de un poder que ya han hecho mucho daño. Es hora de que el relato construido con perversa manipulación y explotación sea por fin derribado y la mujer deje de interpretar un rol onírico y decorativo en la historia. Es primordial saber de dónde venimos, quiénes fueron esas mujeres con el cuerpo y el corazón en llamas. Es necesario y urgente que toda mujer que estudia identifique un linaje y tenga la certeza de ser parte de un género en igualdad de condiciones intelectuales y creativas. Estas artistas merecen ser recuperadas y estudiadas con detenimiento y seriedad.

Artistas enmascaradas

(…) Las mujeres compositoras han sido quienes más han sufrido la discriminación y la misoginia. Prácticamente no hay mención de ellas en la historia y han sido subvaloradas; aún se restringe la difusión y estudio de sus obras, en particular, las sinfónicas. En Teaching Silence in the Twenty-First Century: Where are the Missing Women Composers?, Roxane Prevost y Kimberly Francis nos hacen notar que es muy importante el rescate y la construcción de un linaje de artistas mujeres:

Un año después de la creación de International League of Women Composers (ILWC) se fundó la American Women Composers Association (AWCA). Esta organización separada fue diseñada para promover la música de mujeres compositoras en los Estados Unidos. La AWCA proporcionó recursos de grabación para los miembros y estableció una biblioteca de cintas y partituras. Los miembros de esta organización también comenzaron a presionar con éxito para obtener conciertos de música femenina en lugares tan destacados como el Kennedy Center, el Carnegie Hall y el Museo Nacional de Mujeres en las Artes. Trabajando en conjunto con ILWC y AWCA se llevó a cabo el Congreso Internacional sobre Mujeres y Música, establecido por Jeannie Pool en 1979. Esta asociación sirvió como un medio para organizar formalmente conferencias y reuniones para mujeres en la música, al mismo tiempo que mantenía una biblioteca de literatura relacionada. En 1995, estos tres organismos se fusionaron para formar la Alianza Internacional para Mujeres y Música (IAWM).

Después de la fusión, los boletines de estos diversos grupos se unieron en dos importantes revistas académicas dedicadas específicamente a las mujeres en la música: International Alliance for Women and Music Journal y Women and Music. El trabajo de estos grupos había tenido cierto éxito ya en 1983 cuando Ellen Taaffe Zwilich fue la primera mujer en ganar el premio Pulitzer de música con su Sinfonía n° 1. También fue la primera mujer a la que se le otorgó un doctorado en composición de Julliard, en 1975. En 1990, Joan Tower recibió el Premio Grawemeyer, el primero otorgado a una compositora, y nueve años más tarde, las violinistas Nadja Salerno-Sonnenberg, Pamela Frank y Sarah Chang recibieron el Premio Avery Fisher, siendo la primera vez que se otorgó a mujeres artistas.

Estos y otros logros son señales de que el trabajo de asociaciones de rescate y promoción feministas como ILWC y AWCA han contribuido a la exposición y la defensa exitosa de mujeres compositoras e intérpretes.

Musicología feminista

En 1991 Susan McClary, investigadora de la Universidad de Minnesota, publica en Estados Unidos: Feminine Endings: Music, Gender and Sexuality. Esta obra marcará un antes y un después en la investigación de estudios musicales. Se trata de la primera compilación enciclopédica de mujeres compositoras; se ancla en la fractura con la tradición y la verdad hegemónicas y supone una “reforma teológica de la Música” porque cuestiona la “fe” patriarcal, sus supuestos etno históricos y las escrituras en que sostenían sus mitologías. Desde ese momento se empieza a visibilizar la aportación musical de mujeres de varios países del mundo y de diferentes generaciones. Hoy Wophil.org compila un catálogo de más de 500 óperas y música compuesta por mujeres, pero aún falta, por ejemplo, sumar compositoras latinoamericanas, orientales y africanas y, por sobre todo, hallar las partituras.

La crítica feminista ha abierto el campo al estudio de los géneros, sexualidades, cuerpos, emociones y subjetividades articuladas en una vasta gama de músicas –populares y clásicas, occidentales y no occidentales, antiguas y contemporáneas-; en otras palabras ha llevado a la musicología las conversaciones que han dominado a las humanidades en los últimos veinte años. Es muy pertinente recordar, como hace Pilar Ramos en Feminismo y música, que los musicólogos tradicionales no estuvieron al tanto de las publicaciones feministas y que -hasta hoy- ninguno de estos escritos fue traducido al español aunque son mencionados en numerosas bibliografías y catálogos (…).

Compositoras del siglo XIX y XX

Aunque fueron las artistas con menos posibilidades de desarrollo y más restricciones y proscripciones, hubo grandes compositoras que se atrevieron a subvertir en la búsqueda de nuevos lenguajes vanguardistas y transgresores.

NR: a continuación, la autora comparte las historias de algunas compositoras olvidadas del siglo XIX, a las que se sumarán otros nombres de este período y del siglo XX en siguientes números de Damiselas en Apuros; a saber:  

Elfrida Andrée

Elfrida Andrée (Visby, Suecia, 1841 – Goteborg, 1929): Compositora y organista, en 1857, se convirtió en la primera mujer en Suecia en obtener un diploma como organista en la Kungliga Musikaliska Akademien. Lo hizo como una estudiante extramuros, ya que las mujeres no eran admitidas como candidatas al ingreso en la academia. Tras graduarse solicitó, como mujer, un permiso especial del gobierno para optar a un puesto como organista, al ser rechazada escribió: “'Las chicas somos oprimidas en todos los sentidos. Además de convertirse en costureras o maestras, el espectáculo es la única ocupación abierta para nosotras. Quiero trabajar y perseguir un objetivo, pero ¿qué se debe hacer cuando hay un campo tan pequeño en el que trabajar?”.

Casi al mismo tiempo, su maestra de órgano la había contratado como organista en la iglesia de St. James, Estocolmo, pero el clero no la dejó tocar, alegando que “ver a una mujer en el taburete del órgano [sería] indecoroso y perturbador”. Finalmente, en palabras de San Pablo, “las mujeres deben callar en el templo”.

En 1861, con 20 años y tras estos incidentes, ella y su padre ayudaron, a través de la correspondencia y las discusiones con los diputados, a lograr un cambio en la ley que permitió a las mujeres ejercer de forma fija como organistas. En 1860 comenzó sus estudios de composición con Ludvig Norman. En 1861 obtuvo su diploma con un amplio currículum y un gran expediente.

A los 24 años, Elfrida Andrée compuso un quinteto de piano que la elevó a la elite entre los compositores suecos, un estrato que era completamente de hombres. El cargo de organista de la catedral de Gotemburgo quedó vacante en 1866, Elfrida viajó a Gotemburgo para la audición. Había siete candidatos masculinos, y estaba convencida de que no se le daría el puesto. Fue la primera mujer en ostentar un empleo de este tipo en toda Europa.

Su primer traspié en el mundo de hombres de la época vino con la interpretación de su primera sinfonía, en do mayor, en Estocolmo durante el invierno de 1869. Escribió en su diario que el trabajo se representó en el teatro de Hammars y que ella creía que los músicos habían “tocado mal a propósito”. Ella y su hermana Fredrika se marcharon cuando comenzó el último movimiento y los primeros violines iban un compás por detrás del resto de la orquesta. Elfrida estuvo enferma durante tres días después de “este delirio musical”. El crítico Wilhelm Bauck la golpeó por completo, declarando que la composición estaba por debajo de la “imperfección”. Su reseña finalizó: “Nótese esta verdad dorada: la originalidad de esta pieza consiste en la invención, no de formas anormales, sino de formas horribles”.

El verano siguiente, en 1870, amplió sus estudios de composición e instrumentación en Copenhague con el compositor danés Niels Gade. En 1880 recibió el segundo premio de composición como reconocimiento en un concurso celebrado en Bruselas. Alrededor de esta fecha, Elfrida Andrée ya era una figura muy conocida en la escena artística sueca, y algunas de sus mejores composiciones datan de esta época. Junto a su amiga la dramaturga Selma Lagerlöf escribió una ópera llamada Fritiof Saga, en 1898, Andrée extrajo finalmente de esta ópera una suite orquestal muy conocida dentro de su producción musical. También compuso 3 sinfonías e importantes obras de música de cámara, además de un buen número de obras como piezas para piano y órgano, misas corales en sueco, cantatas y diversas canciones.

A su muerte, en 1929, sus composiciones ya habían sido en parte olvidadas. Pero desde la década de 1980 han vuelto a popularizarse en su país. Elfrida Andrée fue la gran pionera de la composición para orquesta.

Augusta Mary Anne Holmés (París, 1847-1903): Fue niña prodigio del piano, a los cuatro años ofrecía conciertos públicos con elevada técnica y sentimiento sonoro y llegó luego a ser alumna muy predilecta de los maestros Henri Lambert, Hyacinthe Klosé y César Franck. Desde entonces escribió letra y música de sus obras, usando el seudónimo de Hermann Zeuta.

Agathe Backer-Grøndahl

Agathe Backer-Grøndahl (Holmestrand, 1847-Oslo, 1907): En 1868 debutó con Edvard Grieg, entonces de 26 años, como directora de la Sociedad Filarmónica. Discípula de Hans von Bülow y alumna de Franz Liszt en Weimar en 1873. En 1875 se casó con el célebre profesor de canto Herr Grondahl de Christiania, y durante la segunda mitad de la década de 1870 construyó una destacada carrera pianística con una serie de conciertos en los países nórdicos, tocando también con gran éxito en Londres y París. Posteriormente fue proclamada una de las pianistas más grandes del siglo por George Bernard Shaw, quien también destacó la sensibilidad, la simetría y la economía artística de sus composiciones. Se dedicó a la docencia con mucho éxito e influencia.

Agathe Backer Grondahl desempeñó un papel importante en el período a menudo llamado la edad de oro de la historia de la música noruega. Compuso en total unas 400 piezas que abarcan setenta números de opus, y fue un personaje destacado en la escena musical noruega; fue una amiga cercana de Edvard Grieg. Sus composiciones anteriores sintetizaron las ideas pianísticas y estilísticas predominantes de la Europa de 1850. Sin embargo, en sus últimos años, su estilo transformó y anticipó algunas de las ideas impresionistas de principios del siglo XX, lo que finalmente llevó a la compositora Pauline Hall a llamarla la primera verdadera impresionista noruega.

Teresa Carreño (Caracas, 1856 - Nueva York, 1917): Ha sido denominada por muchos expertos como la pianista más prolífica de América Latina durante los siglos XIX y XX, y una de las concertistas y compositoras más importantes del mundo, considerando lo inusual de que una mujer de su época se dedicara a esa profesión. A lo largo de su más de medio siglo de vida artística se presentó en los mejores teatros de ciudades como Nueva York, París, Berlín y Milán, además de muchas otras ciudades de Europa, América, África y Australia, realizando interpretaciones destacadas de obras de Ludwig van Beethoven, Liszt, Chopin, Schumann, Johannes Brahms, Edvard Grieg, Antón Rubinstein, Niccolò Paganini, Carl Maria von Weber, Richard Strauss, Piotr Ilich Chaikovski, Louis Moreau Gottschalk, Edward MacDowell, Igor Stravinsky y Serguéi Rajmáninov, entre otros. Se puede afirmar que Teresa Carreño desempeñó una importante labor como pianista, cantante de ópera, empresaria artística, compositora y maestra de generaciones de artistas de su tiempo.

Cecilia Arizti

Cecilia Arizti (La Loma del Ángel, Cuba, 1856-1930): Fue una compositora, pianista y educadora musical cubana. Se familiariza con todos los estilos y las formas de la música universal europea de su tiempo. Sus melodías son construidas sobre muchas secuencias, cromatismos y grandes saltos interválicos. En ella predominan las formas generales de movimiento, lo que le permite plantear una inestabilidad armónica. Forma parte de ese valioso e inmenso tesoro que es la historia musical cubana del siglo XIX. A excepción de algunas obras ―como el Trío de cámara para piano, violín y violonchelo―, concibió toda su obra para piano solista. A partir de 1887 publicó en Nueva York y en París una serie de composiciones para piano:  dos ScherzosNocturnoReverieImpromptu, y Danza. El 20 de noviembre de 1893, a los 37 años de edad, estrenó en el salón López, en La Habana, su Trío de cámara para piano, violín y violonchelo, junto con el violinista Rafael Díaz Albertini y el violonchelista Rafael Ortega. Es una de sus obras más conocidas y la primera en su género escrita por una mujer cubana.

Cécile Louise Chaminade (París, 1857 - Montecarlo, 1944): Fue una compositora y pianista francesa. En 1913, recibió la Légion d'Honneur, una novedad para una compositora. Su obra fue muy amplia: se pueden mencionar una sinfonía dramática: Las Amazonas, opus 26, una Suite de orquesta, una ópera cómica La Sevillana, opus 10, un Trío nº 2 para violón, violonchelo y piano, opus 34 y un Concertino para flauta y orquesta, opus 107. Entre sus 200 piezas para piano, en estilo romántico, destacan Estudio Sinfónico, opus 28; Seis Estudios de Concierto, opus 35, Arabesco, opus 61; Seis Romances sin palabras, opus 76.

En 1908 visitó los Estados Unidos. Sus composiciones fueron tremendamente aclamadas y piezas como Scarf Dance o Ballet №1 se encontraban en las bibliotecas musicales de muchos amantes de la música para piano de la época. Compuso un Konzertstück para piano y orquesta, la música de ballet para Callirhoé y otras obras orquestales. Sus canciones, como The Silver Ring y Ritournelle, también fueron grandes favoritas. Hizo grabaciones en gramófono de siete de sus composiciones para Gramophone and Typewriter Company. Chaminade fue relegada al olvido durante la segunda mitad del siglo XX, sus piezas para piano y canciones en su mayoría omitidas.