Gego: el infinito tenía relegada a una estrella genial

Por M.S.

Gego instalando Reticulárea, Caracas, 1969. Crédito Juan Santana. Cortesía Fundación Gego

Y pensar que todavía hay quien afirma que no hay, que no ha habido grandes genios mujeres en el mundo de las artes (particularmente visuales, en la ocasión). Que ninguna como Picasso y otros integrantes del selecto club masculino, blablablá… Bueno, sí, Picasso es grandioso, pero, ¿intentó alguna vez con deslumbrantes resultados medir el infinito, crear inabarcables mundos paralelos, desafiar estructuras, jugar con lo invisible? Gego lo hizo en la segunda mitad del siglo XX, y aunque fue valorada por sus pares de la vanguardia venezolana de esas fechas (Alejandro Otero, Jesús Soto…), cayó en injusto relegamiento -salvo muestras acotadas en algunos países latinoamericanos y europeos- hasta años después de su muerte (1994).

Reticulária, 1969. Cortesía Fundación Gego

Momento en que sus dos hijos, Tomás y Bárbara, a través de la Fundación Gego, propician exposiciones en el Museo de Bellas Artes de Houston (2002-2003) y en The Drawing Center, Nueva York (2007). Pero la fuerte reivindicación arranca en 2019 con la gran retrospectiva itinerante Gego: La línea emancipada, organizada conjuntamente por el Jumex de México, el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona y la Tate de Londres, que empezó su gira en el Museo de Arte de San Pablo, Brasil.

Así las cosas, Gertrud Goldschmidt (Hamburgo 1912-Caracas 1994; Gego para todo el mundo, por decisión propia) bien habría merecido protagonizar un cuarto tomo en la serie El genio femenino, publicada en 2003 por la lingüista, psicoanalista, escritora, etcétera Julia Kristeva (1941), que incluyó a tres mujeres extraordinarias que marcaron, cada una en su rubro, la historia del siglo XX con su singularidad y su condición de visionarias; que supieron abrir con total libertad nuevas vías, superando el estatus que se asignaba a su género: Hannah Arendt, Melanie Klein y Colette. A la par de ellas se puede ubicar cómodamente a Gego, creadora original que se impone por la potencia innovadora y la coherencia intelectual -dentro de una sorprendente diversidad- de su obra.

Hogares migrantes perfectos

Nacida a comienzos del siglo XX en Hamburgo, de familia medianamente pudiente de origen judío y mentalidad muy abierta, Gertrud Goldschmidt se recibió a los 26 de arquitecta y de ingeniera en la Universidad de Stuttgart (que en ese entonces portaba un nombre con muchas consonantes). Deplorablemente, en estas fechas, el período de florecimiento artístico e intelectual de la última etapa de la República de Weimar -que había acelerado el ingreso laboral y el avance de nuevos derechos para las mujeres- estaba alejándose bajo la dictadura nazi.

Gego, Cuatro planos rojos, 1967.
Cortesía Fundación Gego

Ante la persecución declarada contra los judíos, los Goldschmidt se ven obligados a optar por el exilio en Inglaterra. Todos, menos Gertrud, que se embarca rumbo a Venezuela donde, judía alemana que desconoce el idioma y las costumbres del lugar, se adapta raudamente y empieza a trabajar como arquitecta y diseñadora de muebles. Diez años después de llegar a Caracas, ya está nacionalizada, casada con un empresario alemán y tiene dos niñitos. Pero hay incompatibilidad, la pareja se separa y al tiempo, Gertrud se enamora del lituano Gerd Leufert, diseñador gráfico que sí resultaría el hombre de toda su vida. Con él y sus hijos, la inmigrante ya asimilada se muda a un pueblito de montaña donde arranca a todo tren con su producción artística, respaldada por su nuevo marido, su formación profesional y, en principio, partiendo del constructivismo.

“Mi interés y mi dedicación a las artes visuales se desarrollaron sobre todo a partir de mis 40, pero debo decir que fui estimulada desde mucho antes”, según declaraciones citadas en Texts by Gego (Museo de Bellas Artes, Houston). En Tarma, primeramente fueron los dibujos, las acuarelas, los grabados de gran belleza, todavía trabajando con la figuración. En la segunda mitad de los ’50, GG vuelve a Caracas donde explotaban las vanguardias y es muy reconocida por artistas como Alejandro Otero, Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez. La estima que le demuestran la anima a dejar el papel y lanzarse hacia lo que realmente deseaba: obras bi y tridimensionales, en las que encontrará un terreno propicio para volcar sus ideas espaciales, etéreas, ilusorias que tanto la distinguirán. Verbigracia, la ahora famosa y muy aclamada Reticulárea (1969-1982): expansiva, inmensa creación que fue perfeccionando, hecha de cuadrados, triángulos y otras formas geométricas colgantes, flotantes que se inaugura en el Museo de Bellas Artes de Caracas. Ese mismo año, 1969, Gego realiza con su marido los murales del Instituto Nacional de Cooperación Educativa.

Gego, Selva, 1964. Crédito Eduardo Ortega

En parte, acaso, por su auténtica modestia y por su condición de mujer, la genial Gego no obtuvo hasta este siglo XXI la atención que se merecía, aunque hubo intentos de poner en valor su obra y fue entrevistada en contadas oportunidades, en las cuales siempre se negó a ser considerada escultora. Vale mencionar que en 2003, el Malba local ofreció una muestra de numerosos artistas latinoamericanos ligados al modernismo clásico, el minimalismo y otras corrientes afines donde figuraba Gego entre obras de Alfredo Hlito, Tomás Maldonado, Jesús Soto, Lygia Pape... Y en 2006, la misma institución organizó la exhibición Entre la transparencia y lo invisible, dedicada exclusivamente a Gego, a través de 100 piezas de la gran a la artista que según la curadora Josefina Manrique “nos coloca permanentemente en una situación de borde, al filo de las categorías”.

En estos días de 2023, Gego transita entre dos hogares ideales para mostrar por un tiempo la gran retrospectiva Midiendo el Infinito, que incluye esa suerte de frágil y fuerte e inconmensurable telaraña que es Reticulárea. La impar creadora se alberga ahora en una de las obras cumbre de Frank Lloyd Wright, el Guggenheim de Nueva York, con sus cinco rampas habitadas por 200 obras, hasta el 10 de septiembre; para partir luego hacia otra maravilla arquitectónica, el Guggenheim de Bilbao, diseñado por Frank Gehry. Y meses más tarde, Gego y su obra impar serán acogidas por la Tate Modern londinense. “Gego, sin duda, se adelantó a las redes sociales, a Internet”, dice la curadora Aixa Sánchez. Esa es una de las formas posibles de abordarla: el pensamiento rizomático en red, presente en sus creaciones, así como en artistas más recientes”.

Bichito 87-14, 1987. Marçal Folch-Fotogasull SL

Dibujo sin papel , 1985


Tededura, 88 / 8. Colección MACBA