Por M.S.
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Gego instalando Reticulárea, Caracas, 1969. Crédito Juan Santana. Cortesía Fundación Gego |
Y pensar que todavía hay quien afirma que no hay, que no ha habido grandes genios mujeres en el mundo de las artes (particularmente visuales, en la ocasión). Que ninguna como Picasso y otros integrantes del selecto club masculino, blablablá… Bueno, sí, Picasso es grandioso, pero, ¿intentó alguna vez con deslumbrantes resultados medir el infinito, crear inabarcables mundos paralelos, desafiar estructuras, jugar con lo invisible? Gego lo hizo en la segunda mitad del siglo XX, y aunque fue valorada por sus pares de la vanguardia venezolana de esas fechas (Alejandro Otero, Jesús Soto…), cayó en injusto relegamiento -salvo muestras acotadas en algunos países latinoamericanos y europeos- hasta años después de su muerte (1994).
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Reticulária, 1969. Cortesía Fundación Gego |
Así las cosas, Gertrud Goldschmidt (Hamburgo
1912-Caracas 1994; Gego para todo el mundo, por decisión propia) bien habría merecido
protagonizar un cuarto tomo en la serie El genio femenino, publicada en
2003 por la lingüista, psicoanalista, escritora, etcétera Julia Kristeva
(1941), que incluyó a tres mujeres extraordinarias que marcaron, cada una en su
rubro, la historia del siglo XX con su singularidad y su condición de
visionarias; que supieron abrir con total libertad nuevas vías, superando el
estatus que se asignaba a su género: Hannah Arendt, Melanie Klein y Colette. A
la par de ellas se puede ubicar cómodamente a Gego, creadora original que se
impone por la potencia innovadora y la coherencia intelectual -dentro de una
sorprendente diversidad- de su obra.
Hogares migrantes perfectos
Nacida a comienzos del siglo XX en Hamburgo, de
familia medianamente pudiente de origen judío y mentalidad muy abierta, Gertrud
Goldschmidt se recibió a los 26 de arquitecta y de ingeniera en la Universidad de
Stuttgart (que en ese entonces portaba un nombre con muchas consonantes). Deplorablemente,
en estas fechas, el período de florecimiento artístico e intelectual de la
última etapa de la República de Weimar -que había acelerado el ingreso laboral
y el avance de nuevos derechos para las mujeres- estaba alejándose bajo la
dictadura nazi.
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Gego, Cuatro planos rojos, 1967. Cortesía Fundación Gego |
“Mi interés y mi dedicación a las artes
visuales se desarrollaron sobre todo a partir de mis 40, pero debo decir que
fui estimulada desde mucho antes”, según declaraciones citadas en Texts by
Gego (Museo de Bellas Artes, Houston). En Tarma, primeramente fueron los
dibujos, las acuarelas, los grabados de gran belleza, todavía trabajando con la
figuración. En la segunda mitad de los ’50, GG vuelve a Caracas donde
explotaban las vanguardias y es muy reconocida por artistas como Alejandro
Otero, Jesús Soto, Carlos Cruz-Diez. La estima que le demuestran la anima a
dejar el papel y lanzarse hacia lo que realmente deseaba: obras bi y
tridimensionales, en las que encontrará un terreno propicio para volcar sus
ideas espaciales, etéreas, ilusorias que tanto la distinguirán. Verbigracia, la
ahora famosa y muy aclamada Reticulárea (1969-1982): expansiva, inmensa
creación que fue perfeccionando, hecha de cuadrados, triángulos y otras formas
geométricas colgantes, flotantes que se inaugura en el Museo de Bellas Artes de
Caracas. Ese mismo año, 1969, Gego realiza con su marido los murales del
Instituto Nacional de Cooperación Educativa.
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Gego, Selva, 1964. Crédito Eduardo Ortega |
En estos días de 2023, Gego transita entre dos
hogares ideales para mostrar por un tiempo la gran retrospectiva Midiendo el
Infinito, que incluye esa suerte de frágil y fuerte e inconmensurable
telaraña que es Reticulárea. La impar creadora se alberga ahora en una
de las obras cumbre de Frank Lloyd Wright, el Guggenheim de Nueva York, con sus
cinco rampas habitadas por 200 obras, hasta el 10 de septiembre; para partir
luego hacia otra maravilla arquitectónica, el Guggenheim de Bilbao, diseñado
por Frank Gehry. Y meses más tarde, Gego y su obra impar serán acogidas por la
Tate Modern londinense. “Gego, sin duda, se adelantó a las redes sociales, a Internet”,
dice la curadora Aixa Sánchez. Esa es una de las formas posibles de abordarla:
el pensamiento rizomático en red, presente en sus creaciones, así como en
artistas más recientes”.
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Bichito 87-14, 1987. Marçal Folch-Fotogasull SL |
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Dibujo sin papel , 1985 |
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Tededura, 88 / 8. Colección MACBA |