Por Guadalupe Treibel
A fines de 2022, por otra parte, el mandamás del color
-léase Pantone, el sistema de definición cromática más reconocido- decretó que
su versión “magenta” sería la tonalidad que marcaría el curso del 2023, y a esa
variedad se han abocado cantidad de marcas de diseño. Dicho lo dicho, recuerdan
voces en tema que desde hace tiempo el rosa pisa fuerte en su amplia
gama, desde el fucsia hasta sus alternativas chicle, viejo, vibrante, palo,
pastel, flúor… En parte, porque estaría surtiendo efecto el descenso del
prejuicio que asociaba este color -femeninamente- a cursilería, suavidad,
debilidad y, así, el rosa salpica cada vez más prendas masculinas, siendo
además una parte cada vez más visible del paisaje porteño gracias al ídolo
absoluto del fútbol, Lionel Messi, y su llamativa camiseta del Inter Miami, cuyas
copias aptas para bolsillos flacos ya han invadido los puestos del Once y otros
barrios. La remera de este equipo estadounidense, por cierto, solía ser de
tonos más neutros; recién hizo su debut en la cancha el año pasado, casualmente
a poco de saberse que este color brillante tiene antecedentes prehistóricos:
sería el pigmento más antiguo del mundo, hallado en rocas de más de mil
millones de años.
Aun cuando en el Renacimiento era habitual que Cristo
fuera retratado vistiendo rosados ropajes, el momento de estrellato del rosa fue
durante el período Rococó, en Europa. Fue entonces cuando se volvió genuino
favorito en alta costura, vajilla y la pintura decorativa (de Jean-Antoine
Watteau, Jean-Honoré Fragonard). Madame de Pompadour, amante de Luis XV -tan
afín al champán que sus senos habrían modelado las famosas copas- estaba
flechada por ese tono; y a la par que oficiaba de madrina de las artes, la
ciencia y la literatura, vestía el adorado color. Y bebía y comía en tacitas y
platitos assortis, habiendo encargado a la manufactura Sèvres sets
de porcelana en una gama que, como corresponde, fue titulada “Rosa Pompadour”.
Por aquellos años, vale señalar, no se trataba de un color asociado al género
femenino: era, en todo caso, signo de estilo y lujo. De hecho, según ha
declarado la historiadora de moda Valerie Steele, “en el siglo XVIII, era
perfectamente masculino para un varón usar un traje de seda rosado con bordados
florales”. Al ser una versión pálida del rojo, estaba ligado al coraje, muchas
veces, militar.
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Madame de Pompadour |
El cambio de paradigma no sucedió de la noche a la
mañana; evolucionó con el correr de las décadas. Los fabricantes de prendas de
vestir hicieron lo posible para anticipar estas opciones antes que sus competidores,
con intención de volverlas más atractivas y rentables. Emprendimiento que llevó
añares, visto y considerando que con la explosión del color a comienzos del
siglo 20, no había unanimidad en su uso. Cada madre, cada padre elegía lo que
consideraba que lucía mejor en su purrete, fuera verde, amarillo, rojo,
celeste… En los orfelinatos franceses, por caso, se usaba el azul para los
varones, el rosa para las nenas, mientras que sucedía al revés en
Bélgica, Suiza y Alemania.
“Existen innumerables teorías en torno a cómo llegó
el rosa a establecerse como color femenino. Una especulación atribuye
su popularidad a la Primera Dama estadounidense Mamie Eisenhower quien, al
igual que Schiaparelli y Madame Pompadour, era adicta a esa tonalidad. Por
ejemplo, llevó un traje color rosa fresa adornado con más de dos mil
cristales al baile presidencial inaugural de 1953. Y se dice que decoró la Casa
Blanca tan concienzudamente con elementos ad hoc que los periodistas empezaron
a hablar del ‘Pink Palace’. El ‘rosa Mamie’ estaba por todas partes en la
ya imparable cultura la cultura consumista: electrodomésticos rosas, teléfonos
rosas, prendas de vestir rosas, juguetes rosas comenzaron a inundar el mercado
y a anunciarse -para sorpresa de nadie- exclusivamente para mujeres y niñas”,
detalla la publicación Vice, recordando cómo Mamie devino modelo del ama de
casa de los 50s a seguir para cualquier señora de la mayoría silenciosa. Y
así, por el momento, la suerte estuvo echada para el rosa en buena
parte de Occidente.
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Mamie Eisenhower |