Por Sebastián Spreng
Un álbum con los tres ciclos esenciales de Gustav Mahler (Kindertotenlieder, Lieder eines Fahrenden Gesellen y Rückert Lieder) a estas alturas parecería una opción trillada. Pero solo en apariencia, ya que si se trata de la combinación mezzosoprano y piano podría suponerse que todas las grandes mahlerianas ya la grabaron. Un vistazo general al catálogo discográfico en este renglón específico sorpresivamente revela lo contrario. Si bien las tres fueron registradas por las legendarias Christa Ludwig y Janet Baker pasando por Brigitte Fassbaender y Anne Sofie von Otter a las más recientes de Katarina Karneus y Alice Coote, todas fueron versiones con orquesta y, a su vez, otras famosas cantantes grabaron dos de los ciclos con orquesta. Acompañadas al piano hay notables registros de las nombradas y, entre otras, Frederica von Stade, Marjana Lipovsek, Angelica Kirschschlager, Maureen Forrester y Jessye Norman, aunque ninguna las grabó o presentó en un solo disco. De hecho, en este programa la austríaca Hermine Haselböck, en el 2014, es la única que precede al presente registro de 2021. Más allá de sopranos o tenores, estos Liederson, ideales para barítonos y mezzosopranos (o contraltos), donde la nobleza y la calidez inherentes a ambos registros permiten desplegar una gama cromática y expresiva que son fiel reflejo del Mahler más íntimo, y con el timbre que el compositor imaginó.
Amén de la estadística, lo cierto es que este flamante registro no solo
reúne a dos distinguidos músicos británicos sino también los textos de Mahler
con los de Rückert, artistas que sin conocerse compartieron la desgracia de
perder a hijos pequeños. El destino se ensañó primero con el poeta al que la
muerte de Luise (3) y Ernst (5) de escarlatina en 1833, lo impulsó a escribir
alrededor de cuatrocientas poesías llamadas Kindertotenlieder (Canciones para los niños muertos).
Muchas fueron publicadas póstumamente en 1872, inspirando en 1904 el ciclo
homónimo a Mahler -que perdió ocho hermanos en su infancia-, pese a los malos
presentimientos de Alma, su mujer de ese entonces. En 1907, su hijita Maria de
cuatro años perecería de escarlatina, el mismo mal que se llevó a los hijos de
Rückert. Las cinco canciones de este último no fueron concebidas como un ciclo;
compuestas entre 1901-2, fueron estrenadas por el mismo Mahler en 1905 junto a
los Kindertotenlieder.
En cambio, las Canciones de un
compañero de viaje son anteriores: datan de 1884-85 (publicadas
en 1897) y llevan textos del compositor.
El flamante registro trae a una eximia Dame Sarah Connolly acompañada
por el igualmente soberbio Joseph Middleton. Desde el vamos deslumbra el
pianista con colores nunca advertidos: para muestra, nótese la frescura
primaveral en el inicio de Ich atmet ein linden Duft, saboreando cada nota y cada
tempo preferentemente lentos, solemnes, construyendo cada Lied,
arropando suntuosamente la opulencia vocal de Connolly.
¡Qué más se puede decir de Dame Sarah Connolly! Avezada mahleriana, es
uno de los referentes actuales en la interpretación de Lieder.
Ha grabado dos veces Das Lied von der Erde brindando
una interpretación antológica en cada oportunidad, y anteriormente las Canciones del Cuerno Mágico de la Juventud y
los solos de las sinfonías que Mahler escribió para su cuerda. Esta grabación
la halla en un momento notable de su carrera, cercana a los sesenta y después
de haber pasado por momentos difíciles de salud. La cantante ha regresado
triunfal con un conocimiento adquirido que se aprecia en la interpretación y en
el timbre, que exhibe un color de noble madera con un filo metálico que le
permite matizar espléndidamente. Rotunda o sutil cuando se debe, su voz abisal,
y asimismo luminosa, refleja ternura, piedad y desesperación plasmadas
minuciosa y magistralmente en cada canción, siendo las Rückert especialmente
memorables; de hecho, Um Mitternacht emerge como estremecida pregunta
existencial en medio de la más oscura noche interior. La voz majestuosa y
aciaga de Connolly parece acunada por el piano consolador de Middleton que
brindará reconfortante aceptación final en la incomparable Ich bin
der Welt abhaden gekommen. Asimismo, en las Gesellen, la épica Die zwei
blauen Augen von meinem Schatz (Los ojos azules de mi amor) adquiere
una dimensión filosófica, lacerante en la forma en la que la cantante colorea
cada fraseo con infinita sutileza, al igual que en los picos dramáticos
de Ich
hab’ein glühend Messer (Tengo un cuchillo al rojo vivo).
Tres ciclos esenciales reunidos gracias a estos dignos herederos de
gigantes como Kathleen Ferrier, Janet Baker, Gerald Moore y Geoffrey Parsons,
respectivamente, regalando un Mahler infaltable en la mejor colección. Cuando
se tiene algo que decir, siempre hay lugar para una versión más y éste caso lo
ejemplifica.
* Mahler, Connolly, Middleton,
Signum Classics SIGCD741