El amor, ese divino demonio

Por Carla Leonardi

La posesión demoníaca ha sido un tema que tanto la literatura como el cine han abordado en numerosas ocasiones, sirviéndose en sus múltiples variaciones de la figura del doble. En el teatro, en cambio, no ha sido tan frecuentada: afortunadamente Las Moiras, pieza teatral escrita por Tamara Tenenbaum y dirigida por Mariana Chaud, introduce la novedad de abrevar en esta vertiente del terror, parodiando el género y, al mismo tiempo, hibridándolo con la comedia costumbrista judía.

En el comienzo, tenemos a una maestra que entre el público, al que toma como alumnado, dicta su clase sobre el mito de las Moiras, que en la mitología griega eran las personificaciones del destino; controlaban el metafórico hilo de la vida de cada ser humano desde el nacimiento hasta la muerte, y aún después en el Hades. El monólogo en algunos momentos se dirige hacia algunas específicas personas del público con preguntas, o para llamarles la atención. La lección termina con la comunicación de que se va a tomar licencia por casamiento, con el anhelo esperanzado de poder retornar al aula.

Seguidamente la escenografía, modesta pero efectiva, nos trasporta a una sinagoga en el barrio de Once, en donde se lleva a cabo la reunión de tres esposas de rabinos que -en medio de la ceremonia del té, el juego del rummy y los chismes- con humor irónico y satírico se disponen a tratar el tema de la boda frustrada de una joven de 24 años, a quien consideran ya vieja y complicada, tras haber rechazado al candidato que le habían propuesto. Sabiendo del encuentro, la joven se presenta en la sinagoga para ofrecerles ayuda en la tarea de casamenteras. Les brinda una notebook con un software en el cual cargar los perfiles de las y los solter@s y establecer así la compatibilidad, pero es rechazada. La joven no se da por vencida: retorna planteando el hartazgo juvenil por ese método de digitar los casamientos sin tener en cuenta los sentimientos de los involucrados, y amenaza con una huelga.


Pero hete aquí que al pronunciarse el nombre previo a su conversión al judaísmo, Moira, la joven experimenta la posesión de un Dibuk, con las contorsiones sensuales y distorsiones de voz que evocan a las brujas del Medioevo y a los ataques histéricos que el doctor Charcot (maestro de  Freud) ofrecía a la mirada de su público de alumnos en sus famosas presentaciones de enfermos. La cuestión pasa a ser ahora cómo expulsar al terco Dibuk del cuerpo de su amada. Aquí la directora se apoya con acierto en el uso de las intermitencias de la luz, de los apagones y la iluminación virada al rojo, para crear el efecto de lo terrorífico.

Más allá del extremo que marca la ortodoxia judía, a través del humor, la obra permite reflexionar sobre las determinaciones socioculturales y familiares que se suelen imponer al iniciar y sostener ciertos vínculos amorosos. Lo que ofrecen los algoritmos de aplicaciones de citas no es sino una determinación externa basada en el cálculo de probabilidades. Digitan ya no la supuesta sapiencia de los referentes religiosos sino un sistema operativo (en connivencia con las leyes del mercado), que reduce a los seres hablantes a un conjunto de datos sin cuerpo y que ignora todo aquello ligado al deseo.

En contrapartida, frente al mandato, la conveniencia o el match, la irrupción del Dibuk pone en escena que en lo que concierne al amor, al deseo y al goce, se precisa de un cuerpo, que ya no consigue reprimir ni la religión ni la moral victoriana. Una nueva generación de mujeres ya no se calla frente a los amos de turno y presenta una versión otra del amor, esa que participa del encuentro contingente y que se nutre de un otro que habla y que es capaz de vivificar el cuerpo. Una dimensión poética que se enuncia en la frase final: “Solo en el pecado puede haber algo sagrado”.

Las Moiras destaca por una dramaturgia inteligente y sutil, que está muy bien interpretada por un elenco sólido, que le insufla vida al texto con naturalidad. La obra se sirve de géneros considerados a menudo menores o bajos (como la comedia y el terror) y consigue hacer resonar la dimensión simbólica de la mujer como lo otro y lo inquietante (a diferencia del tranquilizador rol de esposa y madre). También rescata la fuerza de su dimensión política en tanto capaz de modificar estructuras fijas y anacrónicas en el colectivo sociocultural.

 

Las Moiras. Dramaturgia: Tamara Tenenbaum. Dirección: Mariana Chaud. Elenco: Analía Couceyro, Luciana Mastromauro, Florencia Piterman y Fiamma Carranza Macchi. Sábados y Lunes a las 20 hs en el Galpón de Guevara, Guevara 326.