Por Moira Soto
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El Dibuk. Crédito Carlos Furman |
En dicha pieza,
tremenda pena de amor es la que padecen Janán y Leah, separados por la
fatalidad, por el quebranto de una promesa hecha por el padre de ella. Con un
marco de pueblitos judíos de Europa del este que evoca el universo de El
violinista en el tejado, El Dibuk cuenta un
romance signado por la tragedia, con gran altura lírica, jugándose por la vía
mágica, por los poderes del amor por encima de la muerte. No por azar, Janán es
un cabalista, aprendiz de hechicero que muere al descubrir un secreto que lo
supera y que Shlomoh An-Ski –el judío que se reconcilió con su cultura sin
dejar por eso de estar en la Revolución de Octubre– prefiere respetar. El
Dibuk fue presentada en el porteño teatro Mitre, en los años '30 del
siglo pasado, hablada en el idish original.
La versión de 2010,
estrenada en el San Martín, estuvo encabezada de manera inolvidable por
Victoria Almeida y Mariano Mazzei. Entrevistada, la en ese entonces muy joven
actriz relataba cómo llegó a ese rol tan arduo de abordar, de volverlo creíble:
“Me llaman para audicionar. El productor Gustavo Schraider me había visto
en El trompo metálico. Preparo algo largo porque se trataba de un
papel muy protagónico: tres monólogos de dos carillas, una canción en hebreo.
Hice una prueba y el director me eligió. Todavía no conocía el texto completo.
Cuando lo leí, me interesó mucho”. Tampoco V.A. había accedido previamente a la
cultura judía, a la tradición de Europa del Este: “Nada, no había tenido
oportunidad. De modo que fue un doble regalo: poder meterme en ese mundo. Desde
que supe que iba a hacer la obra y hasta el comienzo de los ensayos, tuve tres
meses en los que me dediqué a investigar, a escuchar músicas. Averigüé mucho
sobre tradiciones, ritos, fiestas judías, el lugar de la mujer. Me preparé por
ese lado”.
La intérprete de Leah
reconoce que la mujer ocupaba un rol secundario en distintos ámbitos: “Sí, poco
espacio en lo religioso, un tema de hombres. Las mujeres se casaban según un
acuerdo entre varones, criaban a los hijos. Está el prejuicio en torno de la
menstruación: por ejemplo, no pueden tocar los rollos de la Torah en esos días.
Por otro lado, es una cultura muy rica y antigua, una filosofía muy vinculada
con el perdón, el agradecimiento. Una actitud muy solidaria con los más
necesitados de la colectividad”.
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El Dibuk. Crédito Carlos Furman |
En el numeroso elenco,
además Victoria y de Mazzei -como el amado que ya está en otra parte al
comenzar la obra-, se destacaron Omar Fantini, un misterioso Mensajero;
Juan Carlos Puppo, el pícaro padre de la muchacha; los conmovedores rabinos de
Carlos Kaspar y Marcos Woinski; la protectora nodriza que hacía Mónica
Santibáñez. Y siguen los nombres...
“Fuimos amasándolo
entre todos”, aclaraba Almeida. “Mariano Mazzei es un actor que a mí me
ilumina. Cuando te mira, lo hace de verdad. Si esto sucede, solo tenés que
ponerte enfrente y devolver la mirada. Suspiré contenta cuando supe que él iba
a ser Janán. Mónica Santibáñez es una actriz muy sólida, muy generosa, gran compañera,
atenta a todo el elenco. Su nodriza es como la voz del barrio, la sensatez, se
la ve venir, la tiene clara. En cambio, mi Leah es una adolescente que tiene
poco recorrido, su saber proviene de la intuición, como si le bajaran data. Fue
un placer trabajar con todo el elenco”.
“Creo que ella es una
chica bastante especial: tiene una percepción muy amplia, profunda, despierta.
La obra alude a que tiene sueños donde se le aparece gente muerta. También se
insinúa que ve muertos en la vida cotidiana. A Leah se le murió la mamá cuando
era muy chica. Su alma está muy predispuesta a que venga un dibuk, el espíritu
de un muerto, y entre en su cuerpo, en su mente. Empecé a buscarla por ese
lado, tratando de encontrar ese color. Y luego traté de bajarla, hacerla cada
vez más natural, quitándole solemnidad. En lo que hace a la posesión, el
exorcismo, pasé por todo, todo. Aunque nunca miré El
exorcista. Además, el dibuk que se introduce en el cuerpo de Leah es su
propio amado. Y es el único momento en que pueden estar juntos, muy íntimamente
además. Porque hay un componente sexual en esta posesión”.
¿Una sola carne, como
les anunció Dios a Adán y Eva en el Génesis? “Como sea, ellos se unen. Para mí hay cuatro quiebres en Leah: al
comienzo, enamorada del chico; transformada en otra cuando él muere; vuelve a
cambiar al ser poseída por el espíritu; y una vez que sale de ella, se modifica
de nuevo: deja de ser virgen, ya le pasó la vida... El Dibuk es
un texto maravilloso donde todas las piezas encajan a la perfección. Pero si
vamos a mi personaje, debo decir que tiene todo lo que querría hacer cualquier
intérprete, mucho para explotar. Cuando la leí, pensé: este autor se enamoró de
una actriz y se propuso escribirle un personaje para que se diera todos los
gustos en una sola obra”.