Educando a mujercitas exentas de rispideces


Antaño, la publicidad se tomaba muy en serio la misión de educar a las mujeres desde la primera infancia, de manera tal que las niñas llegaran a la adolescencia teniendo perfectamente claro cuál era su insoslayable vocación. Hacia fines de los ’40, por ejemplo, aparecía en la revista (femenina) Maribel un anuncio de la marca Bebilandia y debajo del rostro sonriente de una nena, la explicación de tanto contento: “La boquita irradia felicidad... Los ojitos centellean de dicha... ¿Cuál es la causa de tanto alborozo?”. Obviamente, lo que las lectoras bien enseñadas están pensando: “¡Una muñeca que al fin puede estrechar en sus brazos de mamita en potencia!”. Pero, por si alguien no entendió que el aviso está hablando de la importancia de este rol femenino por antonomasia, se le dilucida: “Porque esa alegría no es superficial. Responde al más fuerte impulso femenino, latente ya en la niña: el instinto maternal”. Y más adelante se incita así a los educadores: “Estimular esa fuerza interior revela en los padres sabiduría y prudencia: esa niña que hoy ríe feliz estará mejor preparada para el futuro”. ¿Cómo conseguir tan alta meta? Pues, evidentemente, “Regalándole a su hijita una muñeca Bebilandia”.

Pasarán los años y esas niñas tan sabiamente incentivadas sabrán que para tener bebés de verdad hay que pasar por el altar y recibir el santo sacramento del matrimonio. También a esta altura, las jóvenes ya se enteraron, porque juguetes y libros de cuentos adecuados se lo enseñaron, que parte de su destino como esposas y madres está en la cocina, claro que sí. De ahí el aviso de Ferrum, de los años ‘50, destinado “A todas las mujeres que tienen hijas casaderas”, porque a ellas, las progenitoras, “su experiencia como buenas amas de casa las faculta —precisamente ahora que sus hijas están pensando en formar un hogar— para emitir un juicio inequívoco sobre las ventajas que brinda el uso de un buen enlozado. El Supersmalt Ferrum es práctico, ayuda a cocinar y no altera la pureza de sus alimentos”.

Una vez conseguido el novio después de una etapa de casto flirteo, y ya consagrada la unión, llega la hora de la maternidad. Y como bien decía el anuncio de la revista Cine-Mundial para promocionar la leche pulverizada Klim, “el mayor regocijo que una madre puede sentir es abrazar a su propio nene”, siempre y cuando cumpla con todas las responsabilidades que su rol exige. “Entre los principales factores contribuyentes a la buena salud figura la abundancia de leche diariamente, al menos un litro por día, para adquirir huesos fuertes y rectos, vigor y resistencia”. Lo cual, sin duda alguna, se logra con leche pulverizada Klim, producto gracias al cual “usted puede contar con leche fresca siempre, tan fresca como a las pocas horas de ordeñada”. Así, provistas de la suficiente cantidad de latas Klim, las buenas madres pueden dedicarse tranquilamente a “Poseer y adorar”, tal como indica el título de tan didáctico aviso. 

Y el fundamental detalle que faltaba lo aporta el manual titulado La suavidad es mujer (Editorial Aleccionar, 1939), de Poncia Argañaraz: “La femineidad se mide inexorablemente por el grado de dulzura, modestia, discreción que ellas deben cultivar desde la tierna infancia. De otro modo, las respondonas, marisabidillas y emancipadas se convertirán en auténticas mujeres cactus. Y les será extremadamente arduo conseguir marido que se avenga a semejantes rispideces”.