Adiós a una intelectual nómade, adiós a Sylvia Molloy

Por Verónica Abrego *

Gentileza Télam

Intelectual de primera línea, lo fue en el sentido más literal de la palabra: escritora, investigadora, docente universitaria de literatura y creación literaria, además de una pionera de los estudios queer y transculturales.

Fue nómade porque transitó como pocas las fronteras, desdibujándolas: entre el discurso literario y el científico, entre el espacio íntimo de la autorreflexión y el dialógico de la publicación; entre Buenos Aires, donde nació y a donde volvía una vez por año por razones familiares, y Nueva York, donde vivía, amaba y trabajaba, tras estudiar en París.


Transgredió fronteras al hablar del amor lesbiano con naturalidad para despojarnos de “la fatalidad de lo binario”. “Revulsionando la noción de autoridad”, explicaría la “argen-mex” Sandra Lorenzano en sus Escrituras de sobrevivencia (2001) al categorizar En breve cárcel (1981), la obra literaria primigenia de Sylvia Molloy, como una novela de la dictadura justamente por rebelarse tanto en su forma como en sus motivos literarios contra la represión.

Décadas después cartografió otras fronteras, y con ellas extraterritorialidades en las Poéticas de la distancia (2006) al convocar junto a Mariano Siskind a doce escritoras y escritores de origen argentino dispersos por el mundo para compartir reflexiones en torno a un lugar de enunciación que se encuentra simultáneamente “adentro y afuera de la literatura argentina”.

En el prólogo a ese libro, Molloy relata en primera persona las contingencias personales de su partida: se fue por primera vez de Argentina en 1958 para hacer una licenciatura en Francia y descubrir al volver un mundo mágico en la práctica de la literatura, la política y los afectos. El fruto de aquella estadía en París fue una obra que aún sigue siendo de referencia en los estudios latinoamericanos europeos: La diffusion de la littérature hispano-américaine en France au XXe siècle, publicada en París en 1972. Cuenta en el prólogo mencionado que se volvió a ir de Argentina en 1967, tras aceptar el puesto que le ofrecieron por tres años en los Estados Unidos sin estar muy convencida y bajo la condición de poder volver tras un año, pero, y con eso siguiendo una certera intuición, llevándose la mayoría de sus libros. Pocos años más tarde aparecen Las letras de Borges (1976), escritas en ese país: un volumen sobre quien dijo haberle enseñado a leer y a escribir – ambas actividades consideradas por Molloy como una y la misma – y con ello a pensar.


Esa “fabulación del yo que es la autobiografía” la ocupó, en sus propias palabras, a partir del año 1976 y, tras varias etapas de investigación y docencia sobre el tema, publicó en 1991 y en inglés ese gran clásico de los estudios latinoamericanos internacionales que lleva su firma: At Face Value, traducido al español cinco años más tarde como Acto de presencia. La escritura autobiográfica en Hispanoamérica (1996). En este libro magistral sobre la autorrepresentación hay un aspecto interesante de leer cuando justifica el haber incorporado la literatura de autoría femenina en su proyecto “mixto”, contradiciendo de alguna manera las estrategias del discurso diferencialista de la écriture féminine que estaba en ese momento en auge. Al incluir en su análisis la obra de Victoria Ocampo, Mercedes Merlin y Norah Lange, Sylvia Molloy argumentaba en 1991 a favor de la mirada contextualizante en épocas y movimientos literarios, para descubrir elementos compartidos y diferencias. A la par del trabajo científico en At Face Value, Molloy genera el correlato literario en la antes mencionada novela En breve cárcel, un relato íntimo de valor autobiográfico que no es narrado en primera, sino en tercera persona, pero con la intensidad de un yo que vibra en sus emociones, memorias y pensamientos, y los transmite en un único flujo de conciencia. La necesidad política de dar más espacio a la autoría femenina, como a la suya aquí, se manifiesta en la coedición un año después en Women's Writing In Latin America: An Anthology (1992, reeditado en 2020) junto a dos nombres importantes de la crítica literaria hispanohablante, Sara Castro-Klaren y Beatriz Sarlo. La reflexión crítica en torno al entrecruzamiento de las categorías de origen/nación y género/sexo/deseo dan lugar en 1998 a la compilación Hispanisms and Homosexualities, junto a Robert McKee Irwin y otrxs contribuidorxs; y a una recopilación de sus propios textos inéditos en castellano, tras ser docente en Yale y Princeton ya en su fase de emérita de la Universidad de Nueva York, en Poses de fin de siglo. Desbordes del género en la modernidad (2013).  


Su obra literaria ofrece otros accesos a los campos temáticos de su obra científica. A la novela experimental En breve cárcel sigue un relato narrado de forma clásica, en lengua prístina, cuya originalidad está en las vueltas de la trama y en el secreto que desvela. Es su gran novela El común olvido (2002), que transcurre en Buenos Aires y no podría situarse en ningún otro lugar del mundo, Molloy vuelve a poner en el centro de la atención el trabajo de la memoria. Sin embargo, a diferencia de lo que podría suponerse por el título y la fecha de publicación – la mayor parte del corpus literario sobre las desapariciones forzadas se publicó en torno al cambio de siglo –, no se trata de una novela sobre los crímenes de la dictadura y la recuperación de la memoria histórica, sino sobre los huecos en las memorias familiares y sobre las sexualidades disidentes en el contexto represivo de los años 60.

Varia imaginación (2003) abre la trilogía de aguafuertes brillantes, sutiles, de la memoria y las inscribe en un género especialmente cultivado en el Río de la Plata: los relatos breves. En este volumen se articulan en torno a la familia y los viajes, hablan de citas y disrupciones. Sugieren ser autobiográficas, pero si bien están allí ancladas, la autora advierte: “La ficción siempre mejora lo presente”. Otra obra de la memoria, esta vez sobre su pérdida y los límites de la identidad, también en el juego de espejos de nuestros seres queridos, es Desarticulaciones (2010), un libro impresionante que a través de registros de visitas, reflexiones, memorias y desmemorias testifica el proceso de derrumbe de una antigua amiga a manos del mal de Alzheimer, “para hacer durar una relación que continúa pese a la ruina, que subsiste aunque apenas queden palabras”.


El encuentro de culturas, que tantxs argentinxs llevamos en el ADN, es también parte decisiva de las coordenadas personales de Sylvia Molloy desde su cuna. De ellas habla en Vivir entre lenguas (2016), una selección de relatos breves sobre el plurilingüismo. De abuelos franceses de parte de madre e irlandeses paternos, primero habló en castellano, pero se inició leyendo en inglés. Adquirir la condición plurilingüe fue a la vez fortuita por nacimiento y consciente por valoración personal: al inglés lo habló desde edad preescolar con su padre y las tías de la familia paterna, pero al francés los abuelos lo habían reservado para dialogar en pareja y a su madre “le había sido negado”, entonces la pequeña Sylvia lo quiso rescatar porque “ser monolingüe parecía pobreza”. Entre las agudas observaciones de este libro, descuella una relacionada a esa otra lengua rezagada en las familias migrantes – aunque Molloy se refiere al contexto neoyorkino, al leerla no se puede dejar de pensar en Buenos Aires, en el aymará o el quechua, el guaraní, el mapudungun, el genovés, el calabrés o el gallego como lenguas de comunicación doméstica–. “El idioma de la familia, el llamado heritage language, de hecho, los había desheredado; o ellos a él” y relata cómo sus estudiantes, provenientes de familias transculturales donde la lengua originaria era utilizada (meramente) para cuestiones prácticas, se relacionan de forma diferente con el original de un texto bilingüe –se trata de la poesía de Borges–. Mientras que los textos traducidos al inglés al inicio del curso les divertían y desconcertaban, como la prosa borgiana siempre sabe hacerlo, la presencia de la poesía en su original les provocaba inquietud – sobre todo porque éste, impreso del lado derecho de las páginas, venía investido así de protagonismo.


Su último texto publicado, Citas de lectura (2017), nos devuelve a la obra crítica sobre la autobiografía e invita a compartir el capítulo sobre la escena de lectura, a ser y ver “la lectora/el lector con el libro en la mano”, permitiéndonos ser testigos de cómo las lecturas y la creación literaria se fueron entrelazando en su devenir como intelectual nómade.

Con la muerte de Sylvia Molloy el pasado 14 de julio en Nueva York la intelectualidad hispanohablante perdió una de sus más importantes voces internacionales. Había nacido en Buenos Aires en 1938.

 

* Verónica Abrego, traductora y doctora en filosofía, actualmente docente de traducción, cultura y literatura en la Universidad Mainz de Germersheim, Alemania.