Devenir apicultora de por vida

Por Cecilia Sorrentino

Mónica Reynoso en colmenar

Mónica Reynoso es profesora en Ciencias de la Educación y licenciada en Psicopedagogía. Era. En su otra vida. Ahora, las abejas, el teatro y, desde hace cuatro años, su nieto Pedro, llenan su tiempo y encienden su entusiasmo. Mónica es apicultora, actriz y abuela.  

Trabajó en distintos niveles de la educación hasta que, cuando sus hijos entraban en la adolescencia y ella en los cuarenta, comenzó a dejar horas de clase y a derivar pacientes. No quería seguir con nada de lo que había hecho hasta entonces.  

El amor por el campo había sido una constante en su vida, así que decidió formarse como perito apicultora. En 1997 se inscribió en el curso que se dictaba en la Sociedad de Fomento de Haedo Norte. 

“Estaba comenzando a hacer lo que me iba a ocupar siempre, pero creo que entonces no me daba cuenta”, dice ella. 

Hubo una primera incursión en el trabajo apícola con su marido, luego períodos en los que trabajó sola y otros en los que se asoció con una o dos personas. De ese tiempo recuerda un momento en particular. Cuando la primera compañera que tuvo en la actividad le expresó su desánimo, ella, sin pensarlo, le retrucó: 

“Vos hacé lo que quieras, pero yo me muero apicultora”.  

Y no hubo vuelta atrás. 

“Me veo por la mañana temprano subiendo a la Autopista del Oeste, miro las filas y filas de autos que van hacia capital y me alegra pensar que voy en sentido contrario, hacia el campo”

Entonces le gustaba llegar sola, preparar el mate, escribir en su cuaderno lo que en ese momento le disparaba la mañana. Algún apunte sobre cuestiones de apicultura y hojitas sueltas con imágenes de esa otra sintonía en la que entraba, esa armonía diferente del campo, las sensaciones de equilibrio emocional que le deparaba el tiempo lento.  


“Me quedaba allí hasta el último rayo de sol. En ese momento sí, aparecía algo de miedo: que fallara el auto, que se encajara si había llovido. Felizmente nunca pasóEstaba cómoda en mis bombachas de campo, mis botas, mi indumentaria estrafalaria. Me gustaba esa identidad. Aunque tal vez la seguridad con la que lo digo ahora, no era la de aquel momento. 

Uno o dos días por semana llegaba a casa, me daba una ducha, preparaba la cena para la familia y me iba a mi taller de teatro. Primero en Ramos Mejía, después en Haedo, en Casa de Letras o en el Celcit. Volvía pasada la medianoche para comenzar temprano al día siguiente. 

Hoy no podría seguir ese ritmo, pero me organizo para conservar mi grupo de teatro en horarios más normales”.

Como la mayoría de las apicultoras y los apicultores, Mónica comenzó emplazando sus colmenas en varios campos diferentes. Llegaba a acuerdos con los dueños a través de contactos o por casualidad. Así conoció a una productora de frambuesas de San Andrés de Giles. Cultivaba una variedad de frambuesas que da frutos durante todo el verano y necesitaba abejas para la polinización.

“Cuando caminé por primera vez entre las plantas en flor, sentí una fragancia exquisita. La misma que luego iba a encontrar en mi miel monofloral de frambuesa”. 

Los años que siguieron a su formación fueron intensos en la búsqueda de grupos y pertenencias.

“Comprendí temprano que hay una fortaleza en el intercambio de experiencias con otros apicultores. Ya sea para entender el ciclo de la abeja como para pelear contra el uso de agroquímicos.

La colmena se puede despoblar, enjambrar, enfermar. Siempre proporciona datos y si una no sabe leerlos, está en problemas. Esa fue la razón por la que desde un comienzo busqué lugares de participación, espacios de capacitación y proyectos grupales”

Escena de apicultura, tumba tebana de
Pabasa, Antiguo Egipto

A partir de una capacitación para pequeños emprendedores que se dictó en La Cantábrica, en Morón, surgió una convocatoria desde el IDEB (Instituto de Desarrollo Empresario Bonaerense) para formar un nuevo grupo en Moreno. Pronto se abrieron vínculos hacia otras agrupaciones de apicultores hasta que, en los primeros años de este siglo XXI, Mónica se sumó al Grupo de Cambio Rural La Carpintería.

Al principio, todos los demás eran varones. Nos reuníamos en la carpintería de uno de ellos, después del trabajo. Recuerdo que me reservaban el lugar junto a la salamandra porque el sitio era muy frío.

Conservo esos amigos hasta hoy.

Ese grupo se unió más tarde a otros dos de Cambio Rural, todos de Luján, y de esa unión pronto surgió ALPA. Esta Asociación Lujanense de Productores Apícolas comienza por invitación del municipio y nosotros llegamos con un sueño inicial: tener una sala de extracción comunitaria. Queríamos que el trabajo artesanal y ligado a las buenas prácticas que hacíamos con las colmenas, tuviera continuidad en el paso siguiente del proceso”.

Una sala de extracción, nos explica, permite óptimas condiciones de comodidad y seguridad en cuanto a la higiene. Para una apicultora/apicultor contar con la propia sala requiere de un capital muy importante y su uso es acotado a tres meses del año. Por eso hasta entonces, cada uno extraía la miel en espacios no habilitados para esa tarea: un galpón de campo, un espacio en su casa.


Mónica destaca la importancia de articular acciones entre el estado y las organizaciones de apicultores:

“Con ALPA surgió esa posibilidad. Desde su origen en un espacio municipal, hasta la gestión de un subsidio nacional, en 2015. Con ese subsidio pudimos construir la sala de extracción que habíamos diseñado nosotros. Hace muy poco obtuvimos un terreno municipal donde emplazarla mediante un comodato de uso a diez años.

Estar apoyados por el estado, ya sea nacional, provincial o municipal, es fundamental. Nosotros logramos este comodato con el apoyo del Concejo Deliberante de Lujan. Ante ellos defendimos nuestro proyecto. Hacerlo fue hermoso. Allí, parada en el centro del Concejo Deliberante, con las dos bancadas a un lado y al otro, me sentí como me siento en el escenario, y la aprobación del proyecto salió por unanimidad.”

Vida y funciones en el panal según M.R.

“La colmena es una gran comunidad. Tiene momentos de expansión y otros, en que disminuye su población. Esto está asociado al ciclo natural de existencia o a la falta de floración. Las flores son su fuente de alimento, por lo tanto es en primavera y verano cuando las abejas consiguen la mayor oferta de néctar y polen proveniente de las sucesivas especies que van floreciendo durante esos meses. En cuanto las temperaturas comienzan a subir y las primeras flores aparecen, la colmena inicia su despertar. El ingreso de polen activa a la reina, que comienza a expandir el nido de cría, a realizar una postura intensa que hará que la colmena crezca rápidamente y cuente con la cantidad suficiente de obreras capaces de aprovechar toda la oferta floral y acopiar la reserva necesaria para alimentarse durante el otoño y el invierno.


En la colmena viven una reina, enorme cantidad de obreras y algunos zánganos. La reina es la única hembra fértil, la que pone huevos y la que con su feromona mantiene la cohesión y la identidad de la colmena. Llega a vivir hasta 5 años. Las obreras, que pueden llegar a 50.000 durante la primavera y verano, son hembras sin desarrollo de su aparato reproductor. Se dedican a todas las tareas de la colmena, limpieza, alimentación de las crías, defensa de la comunidad, vuelos para detectar alimento, recolección de polen, néctar y agua. Viven solo un mes en la temporada de más actividad. Las que nacen al final del verano viven varios meses, y son muy importantes. De su fortaleza y su buena nutrición depende el arranque de la colmena en primavera. Ellas son las encargadas de detectar su llegada, anoticiar a la reina y poner en marcha un nuevo ciclo.

Los zánganos solo cumplen la función de fecundar a la reina, por lo tanto su presencia crece en primavera y va disminuyendo al final del verano, hasta desaparecer.

La llegada de un nuevo ciclo trae la posibilidad de enjambrazón. Cuando la comunidad crece demasiado, una parte de ella saldrá de la colmena de origen en busca de un nuevo lugar donde vivir. Esos racimos de abejas que muchas veces vemos colgados de las ramas de los árboles son nuevas comunidades en tránsito. Asustan, hacen un ruido estremecedor que, para quien no las conoce, puede suponer una amenaza. En realidad, es la abeja más inofensiva. No tiene casa que defender ni está en condiciones de atacar. Lleva su buche lleno de miel, viaja con el alimento a cuestas. Las nuevas comunidades necesitan de nuevas reinas. Por eso en esa época del año aumenta la presencia de zánganos, encargados de fecundar a esas nuevas reinas.

La miel es néctar de flores modificado por la actividad de las abejas que, en su anatomía, cuenta con un buche dónde lo recolecta e inicia la primera modificación de dicho néctar. Luego, al llegar a la colmena con su carga, se la entrega a otra obrera encargada de acopiar la carga en las celdas de los panales. Y aquí comienza la segunda parte de la transformación de néctar en miel, la pérdida de humedad.

Polen

Mediante el aleteo constante dentro de la colmena, las abejas generan las condiciones para la evaporación de la humedad. Aquella sustancia inicial, el néctar con alto componente de agua, se convierte en miel. Cuando se logra el punto ideal de humedad y maduración las celdas son tapadas con una capa de cera, el opérculo, fabricado por las mismas abejas. La cera es una secreción de sus glándulas cereras.

Todo este proceso, repetido y familiar, tan conocido a lo largo de tantos años, este ciclo natural de la vida de la colmena, sigue siendo deslumbrante para mí. Se trata de un ciclo continuo, pero es difícil determinar cuándo comienza o cuándo termina. Cada etapa es importante. La primavera fascina, la invernada la garantiza. Nada tendremos si no hemos sabido acompañar a la naturaleza en este ciclo de equilibrio. Y como en todo ser vivo, la salud está basada en una buena  nutrición.

Nuestra tarea como apicultoras y apicultores es retirar la miel de esa fábrica de alimento que es la colmena, evitando alterarla. Preservando sus condiciones naturales y aceptando la indicación de las expertas. Solo debemos retirar la miel que esté sellada, operculada. Los panales, se retiran y se llevan a la sala de extracción.


Veamos cómo entender mejor la importancia de esta sala: después de ver el cuidado que la abeja pone en la elaboración de su alimento, debemos preservar todo ese trabajo manipulando la miel con el mayor cuidado e higiene. Es fundamental evitar que el índice de humedad de la miel lograda por las abejas, se altere con nuestra intervención. En la sala hay diferentes máquinas. La primera, una desoperculadora, que le quita la tapa de cera al panal y lo deja listo para ir a la segunda máquina, un extractor que por fuerza centrífuga saca la miel de cada celda y la irá colectando en una fosa desde donde es bombeada hasta el punto de llenado de los tambores de miel, enormes recipientes de 300kg dónde se almacena hasta su fraccionado. En el medio de este procedimiento intervienen otras máquinas pero lo básico del ciclo de extracción es lo que acabo de contar. La sala cuenta con aire acondicionado que nos permite controlar temperatura y humedad.

Luego viene el fraccionamiento. Significa que de ese enorme recipiente pase a envases de vidrio o plástico de uno, medio o cuarto kilo para llegar así a consumidores y consumidoras”.

Problemas que enfrenta la producción de miel hoy

Mónica nos cuenta que en la provincia de Buenos Aires y el periurbano, hay grandes zonas que están siendo restringidas a la producción por el avance del desarrollo inmobiliario. Por otra parte, la extensión de la siembra –sobre todo de soja, cuya flor no es amigable para las abejas- toma banquinas y áreas de pastura y flora nativa y disminuye el alimento de las colmenas. Se suman las fumigaciones intensivas con agrotóxicos que deterioran el hábitat natural de las abejas provocándoles trastornos neurológicos, desorientación. Las colmenas se van despoblando poco a poco.

Pintada de la campaña Save the Bees,
del artista londinense Louis Masai Michel

Hace 60 años los rindes de una colmena eran de más de 60 kg. Hoy no supera los 20 kg por colmena.

Ante esta situación las apicultoras y los apicultores se unen a otras organizaciones también preocupadas por preservar espacios libres de agrotóxicos para la producción de alimentos saludables: huertas y productores frutales, por ejemplo.

En algunos municipios se destinan áreas de producción en las que está prohibida la fumigación. En esas zonas de producción agroecológica se cuida la calidad de lo que se produce, se preserva el medio ambiente, y se controla que la producción se realice en condiciones adecuadas y se proteja el bienestar animal.

“Los productores y las productoras agroecológicas desarrollamos un tipo de apicultura basada en el bienestar animal y en la conservación y enriquecimiento de las áreas naturales. No hacer trashumancia, aplicar solo medicación orgánica y no extraer de la colmena una cantidad de miel que ponga en peligro su nutrición, son algunos de los pilares en los que se basa nuestro manejo.

Cuando el objetivo es la producción en grandes volúmenes, sobre todo para la exportación, se impone el traslado de las colmenas siguiendo los ciclos de floración. Muchas veces se aplica medicación sintética de manera preventiva y, en general, se extrae toda la miel de la colmena y se la reemplaza con jarabe de maíz de alta fructuosa o simplemente con azúcar.

Las asociaciones del periurbano impulsamos la producción agroecológica  no solo para proteger la buena nutrición de las abejas, sino también por el aporte que ellas generan para la biodiversidad del medioambiente. En el municipio de Luján, como en otros tantos en la provincia se están otorgando certificaciones de producción agroecológica.

Hoy pienso que lo más importante de todo este recorrido que hice en mi vida, es haber descubierto un camino en el que quiero estar porque tiene que ver con lo que soy. Encuentro en la agroecología una forma de producción que se amiga, que coincide con mis convicciones de siempre en relación a la producción de alimentos y la protección del medio ambiente. Una conjunción que me apasiona porque me lleva a pensar que no todo en la tierra es deterioro y que sí hay futuro.”