Por Marta Macho Stadler*, para Mujeres con ciencia
La profesora de matemáticas y física Guacolda Antoine Lazzarini cumplió en su larga vida de docente la propuesta de su coterránea Gabriela Mistral: “Enseñar con belleza”. No dictaba la materia simplemente sino que ofrecía una ruta alternativa para que sus estudiantes descubrieran por sí mismos/as el resultado correcto.
Guacolda Antoine Lazzerini nació el 11 de abril de 1908 en Santiago de Chile, fue la mayor de siete hermanos y hermanas. Su madre, Minerva Lazzerini, nació en Florencia, Italia, y su padre, Fernando Antoine, en Burdeos, Francia. Ambos llegaron a Chile siendo niños, a finales del siglo XIX, acompañando a sus familias que formaban parte del grupo de colonos procedentes de Europa durante la ocupación de la Araucanía.
Su padre falleció
cuando Guacolda era adolescente. Minerva Lazzerini quedó a cargo de sus siete
hijas e hijos y de dos sobrinos, huérfanos a su vez. Para ayudar al
mantenimiento de la familia, la joven comenzó a dar clases de matemáticas a
algunas de sus compañeras y a hijas e hijos de familias acomodadas. En 1924,
tras terminar sus estudios secundarios, ingresó en el Instituto
Pedagógico de la Universidad de Chile. Sobre la elección de sus estudios comentaba en una entrevista
realizada en 2013: “Muchos me
decían que estudiara Medicina, pero me incliné por la Pedagogía, casi por
casualidad. Estaba en el Liceo de Aplicación en mi último año y un profesor
alemán nos sacaba a la pizarra para hacer ejercicios. Yo era la única que los
resolvía. Con ese sistema aprendí mucho, pero
mis compañeras no. Entonces, para la prueba final, se me ocurrió enseñarles y a
todas les fue bien. El profesor estaba sorprendido, y así me nacieron ganas de
dar clases”.
En 1928, con 20 años, recibió el título de Profesora de Matemáticas
y Física, con una tesis innovadora dentro del
campo de enseñanza de aquella época: Algunos tópicos sobre resoluciones de
ecuaciones diferenciales y su implementación como nueva asignatura en las
carreras de Pedagogía e Ingeniería.
A partir de 1928, y durante 30 años, comenzó a trabajar como profesora del liceo Lastarria. Al mismo tiempo, fue nombrada profesora del Instituto Superior de Comercio, donde ejerció hasta 1931. Allí, en 1929, obtuvo el título como actuaria. En ese momento también fue nombrada profesora ayudante en el Instituto Pedagógico, impartiendo diversas asignaturas, la mayor parte de ellas centradas en Geometría Analítica y Geometría. Uno de sus compañeros en este centro fue el matemático y poeta Nicanor Parra.
En 1933 fue nombrada
profesora auxiliar de la Universidad de
Chile y, en 1954,
profesora titular de cátedra en la Facultad de Filosofía y Educación de la
mismo centro de estudios. Tuvieron que pasar más de veinte años para que la
Universidad de Chile formalizara este contrato basado en indiscutibles méritos
que sus compañeros y alumnos reconocían unánimemente.
En el Liceo Lastarria
conoció a Arcadio Escobar Zapata, su futuro marido. Él era inspector ad honorem en
aquel liceo mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Chile. Guacolda y
Arcadio se casaron en 1944, en cuanto él consiguió su título de abogado y
Guacolda pudo desligarse de la responsabilidad de la educación de sus hermanos
y primos. El matrimonio tuvo dos hijos, Fernando y Álvaro.
En 1947 fue nombrada
profesora en la Escuela de Ingenieros Industriales –perteneciente, a partir de
1953, de la Universidad Técnica
del Estado–. Entre 1954 y 1958,
fue secretaria del Consejo Docente de Matemáticas, Física y Química de la
Universidad Técnica del Estado, y elegida presidenta del mismo consejo –cargo
equivalente al de decana– entre 1958 y 1962.
En 1953 participó en
la fundación del Colegio Kent School. Allí desarrolló una intensa actividad de dirección
de memorias y seminarios, especialmente los relacionados con los
nuevos métodos de enseñanza de las matemáticas en la educación media. Entre
1963 y 1968 fue jefa del Departamento de Matemáticas de la Facultad de
Filosofía y Educación de la Universidad de Chile y continúo dictando clases en
diferentes establecimientos educativos hasta 1985.
En 1971, junto a María
Lara, escribió Nuevas matemáticas
para los padres, libro que en el que se introducían las
matemáticas de manera sencilla y didáctica para que las niñas y niños pudieran
seguir trabajando esas materias con sus
familias.
En 1992 fue postulada
al Premio Nacional de
Educación pero,
lamentablemente, a pesar de sus indudables merecimientos, no le fue concedido.
Sin embargo, en 2015 fue reconocida por la Universidad de Santiago de
Chile a causa su importante labor académica en la Escuela de Ingenieros
Industriales de la Universidad Técnica del Estado.
Doña Guaco –como le llamaban las personas allegadas– falleció el 22 de agosto de 2015 con 107 años. Ella atribuía su buen estado físico y anímico al ejercicio del yoga que practicó durante treinta años, hasta finales de los años 1990, cuando se lesionó un hombro. A partir de entonces se dedicó al wushu. Hasta poco tiempo antes de su muerte seguía haciendo gimnasia un par de veces por semana, leía novelas históricas y dedicaba parte de su tiempo a hacer sudokus. Y de vez en cuando recibía a algún alumno que necesitaba ayuda para resolver algún problema de matemáticas que se le había “atravesado”.
En el homenaje que le rindió la Universidad de
Santiago de Chile tras su fallecimiento, su rector, Juan Manuel Zolezzi,
destacó que Guacolda llegó al cargo «en una época donde para las mujeres era
impensable acceder a este tipo de roles. Esto demuestra su valía y el
reconocimiento que le brindaran sus pares».
* Marta Macho Stadler es doctora en
matemáticas, profesora del Departamento de Matemáticas de la UPV/EHU y
colaboradora en ::ZTFNews y
la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU.