La
cuarentena invita al ocio catódico. Las plataformas se pueblan de historias,
pero que el catálogo sea extenso no significa que sea interesante. Quien busca
encuentra, y en este caso nos quedamos con tres series protagonizadas por
mujeres fuertes, con el interés adicional de que invitan a explorar otras
culturas y a escuchar otros idiomas. Tres series y tres buenas oportunidades
para espiar a las mujeres escondidas debajo de las túnicas, faldas y
velos.
Poco
ortodoxa
Poco Ortodoxa cuenta la historia de Esty, una
joven nacida en la comunidad jasídica de Williamsburg, en Brooklyn, cuyas
tradiciones confinan a las mujeres a la vida doméstica sin ningún resquicio de
autonomía. A pocos kilómetros de la vida frenética de Manhattan, en medio de un
barrio que hoy pusieron de moda artistas y hipsters, la comunidad se maneja
como hace siglos, con matrimonios arreglados, códigos de vestimenta que imponen
pelucas sobre cabezas rapadas, y una vida regulada hasta los mínimos
detalles. En el corazón de Estados
Unidos, en la “tierra de la libertad”, esta comunidad restringe todos los
derechos de las mujeres, que no pueden estudiar, trabajar o incluso salir sin
la anuencia de sus familias.
La
travesía de Esty, que huye a Alemania en busca de sus orígenes y de su libertad,
está inspirada en el libro autobiográfico de Deborah Feldman Unorthodox: the scandalous rejection of my
hasidic roots (“Nada ortodoxa, el escandaloso rechazo de mis raíces
jasídicas”). La serie se sumerge en las tradiciones de esta comunidad fundada
en Brooklyn por sobrevivientes húngaros del holocausto que brinda protección y
sentido de pertenencia a sus miembros, siempre que respeten sus rígidas normas.
El dilema es muy complicado para aquellos que deciden abandonar sus raíces,
dejar a sus familias, sus tradiciones y su pasado para empezar de cero.
Oprimida
por un matrimonio infeliz y por una vocación artística que no le permiten
canalizar, Esty huye en busca de una vida libre. En el camino enfrentará los
prejuicios, el desamparo y la soledad. Descubrirá que su estricta crianza la
dejó sin educación ni herramientas para manejarse fuera de la comunidad donde
fue criada, por lo que el mundo se le presenta ajeno y extraño. A lo largo de
la serie saca a relucir su carácter, su tenacidad y, algo que les gusta
remarcar a las producciones americanas, su capacidad de resiliencia.
Después
de ver el último capítulo de Unorthodox,
y si todavía quedan ganas de adentrarse en la cultura de Williamsburg, se puede
completar con el documental One of Us,
que cuenta los casos de personas que dejaron la comunidad, entre ellos una
mujer que huye del maltrato de su marido y lucha por la tenencia de sus siete
hijos contra el mismo sistema opresivo y patriarcal.
Ficha:
Unorthodox, Poco Ortodoxa, basado en la novela autobiográfica de Deborah
Feldman, protagonizada por Shira Haas y dirigida por Maria Schrader. Estados
Unidos, 2020, idiomas: inglés, alemán e yiddish. Cuatro episodios, disponible
en Netflix.
Califato
Califato es otra serie, esta vez Sueca, que expone los
maltratos a los que se somete a las mujeres en otras latitudes. Indaga en una
red de fundamentalistas que planea atentados y recluta mujeres para tomarlas
como esposas o esclavas sexuales de los líderes del Estado Islámico. Las protagonistas son
mujeres expuestas a distintas situaciones: la mujer policía que intenta
desactivar un atentado terrorista, las dos adolescentes musulmanas que son
adoctrinadas por un profesor para huir de Suecia hacia territorio de ISIS, y la
verdadera heroína, Pervin, una joven sueca de origen árabe que intenta huir del
Estado Islámico, donde llegó adoctrinada por su esposo, un líder de la
organización. Pervin vive con su beba en una casa fea y desprovista, donde se
la somete a toda clase de padecimientos. Las calles son siempre una amenaza y
la ciudad musulmana en la que está confinada está cercada por la violencia.
Huir es casi una misión imposible, similar a la de Esty en Poco Ortodoxa.
Aunque
el ritmo del thriller puede resultar por momentos agobiante y demasiado
rebuscado, la serie es interesante porque muestra otra cara de Suecia, la de
los inmigrantes y sus descendientes que no terminan de sentirse integrados. Un
país paralelo con monoblocks, hacinamiento y viviendas sencillas que convive
con las imágenes de cuentos que solemos asociar con los países nórdicos.
También
invita a sumergirse en el sutil proceso de adoctrinamiento que lleva a dos
adolescentes de una familia musulmana progresista a dejarlo todo para huir
hacia el territorio de ISIS. Dos jóvenes que se sienten extranjeras en su país,
que buscan sentirse aceptadas y dar un sentido de trascendencia a sus vidas. A
través de engaños y promesas son reclutadas hacia el Califato, donde se las
obliga a casarse con los líderes de la organización.
Ficha:
Kalifat, Califato. Creadores: Wilhelm Behrman, Niklas Rockström, Goran
Kapetanovic. Reparto: Gizem Erdogan, Amed Bozan, Aliette Opheim. , Albin
Grenholm, Nora Rios. Suecia, 2020, idiomas: sueco, árabe. 8 episodios,
disponible en Netflix
Justicia Coránica
La
tercera serie es más amable, glamorosa y tiene un origen insospechado. Justicia Coránica o Justice:
Qalb Al Adala proviene de Emiratos Árabes Unidos y está basada en casos
reales del Departamento de Justicia de Abu Dhabi. Fue producida por Walter
Parkes, nominado al Oscar por He Named
Me Malala (“Él me llamó Malala”) y por William Finkelstein, que participó
de otras series de abogados como Law
& Order y L.A. Law.
La
protagonista es la joven Farah, una abogada que regresa a su país luego de
haber obtenido su título en Estados Unidos. Su padre, un prestigioso y próspero
abogado, quiere incorporarla a su estudio, pero ella es una mujer fuerte y
decidida que tiene sus propios planes.
Siempre
ataviada con abaya (túnica negra) y hiyab (velo que cubre el cabello) se
instala en una modesta oficina y defiende casos que los demás rechazan. Sus
clientes muestran los eslabones más débiles de una comunidad estamental y tradicionalista, que se debate
entre la occidentalización y sus antiguas costumbres. En una sociedad
patriarcal donde aún existen la poligamia, los matrimonios arreglados y los
hombres pueden repudiar tres veces a sus mujeres para obtener el divorcio,
Farah toma la representación de los más
vulnerables. Defiende el derecho a la identidad de un niño hijo de una criada y
su patrón, los derechos patrimoniales de la amante de un hombre casado, el
derecho al divorcio de una mujer golpeada y repudiada por su esposo, o de una
joven adicta a la que el padre le quitó la tenencia de su hijo.
Hassan,
su padre, vestido de dishdash o khandoura (túnica blanca) y ghutra (pañuelo que
cubre la cabeza) también defiende causas que parecen imposibles: la acusación a
la voluptuosa Nadine -una famosa cantante- de haber asesinado a su esposo que
moría de celos en cada una de sus giras; los derechos de una niña violada por
el chofer de colectivo que la llevaba a la escuela; la disputa entre los padres
de una niña autista y los de un compañerito que la acosa en la escuela; o la
defensa de un joven que, desesperado por calmar los dolores de su abuela, le
suministra de manera involuntaria una dosis letal de medicamentos.
La
serie, que oscila entre lo moderno y lo tradicional, entre lo pueblerino y lo
cosmopolita, intenta derribar algunos prejuicios sobre esta región del mundo
árabe. El primero es el de la ropa: si bien la tradición pesa e incluso los
protagonistas (hombres y mujeres) van vestidos con túnicas y velos, lo cierto
es que también aparecen mujeres vestidas con jeans y ropa ajustada, y hombres
de remera y zapatillas. Los códigos de vestimenta parecen ser más flexibles de
lo que imaginamos desde Occidente, aunque las mujeres, sea cual fuere la
vestimenta que elijan, siempre enmarcan sus miradas con largas pestañas y cejas
delineadas.
La
serie, en la que abundan jueces, fiscales, abogados y policías intachables,
también se ocupa de mostrar mujeres en papeles fuertes, aunque los hombres
siguen ocupando todas las posiciones dominantes. Farah, una mujer en un mundo
de hombres, separa su vida profesional
de la de su padre, pero no abandona el techo familiar. Las costumbres pesan y
la familia es el pilar fundamental.
La
contracara de Farah es su hermana, la bella Leila, que aspira a convertirse en
esposa y madre. Farah cuestiona su decisión, le pregunta si vale la pena dejar
los estudios para convertirse “solo en ama de casa”. La respuesta de Leila reafirma su decisión: “Tú has querido ser
abogada como papá toda tu vida, y yo siempre quise ser como mamá. No esperes
que lo mejor para vos también lo sea para los demás. Todos viven para hacer
realidad sus sueños, no puedes soñar por otros.”
La
historia de Leila es la de una mujer joven aferrada a la familia y a las
tradiciones, que en algún momento evalúa convertirse en la segunda esposa de su
profesor de cine, siempre con acuerdo de la primera mujer que la acepta,
demostrando que el poliamor no es un invento de la modernidad.
En
el último capítulo -sin ánimo de espoilear-, Hassan expone la manera en la que
crió a sus hijas, a contrapelo de otras familias: “Les dimos libertad de
expresión y de elección. Nuestras hijas toman sus propias decisiones en todo lo
que hacen en la vida. Incluso cuando se trata de elegir esposo, eligen por amor
y no porque nosotros las obliguemos. Nosotros las alentamos a tomar sus propias
decisiones”.
La
presentación de la serie -buena oportunidad para ver el lujo y modernidad de
Abu Dhabi- termina con una frase: “Nuestra meta en la vida es lograr la
justicia y el derecho, defender a los más débiles de los más fuertes”.
La
producción, aunque algo edulcorada y con cierto afán publicitario, es una buena
oportunidad para explorar la intimidad detrás de las túnicas y velos.
Ficha:
Justice, Justicia Coránica. Creado por: William M. Finkelstein, Walter
Parkes. Protagonistas: Fatima Al Taei, Mansour Al Felei, Malak Al Khalidi.
Emiratos Arabes, 2017, idioma: árabe, 18 episodios, disponible en Netflix.