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Narciso, Caravaggio |
Narciso
al contemplarse en el agua, esperaba encontrar su belleza y se horrorizó ante
su soledad. El vacío, la inesperada prueba de detenernos ante algo invisible y
amenazante, nos enfrenta ante nuestro propio ser; en ese impasse, en ese
espacio, estamos con lo que somos y eso, como a Narciso, nos puede paralizar.
La
Medusa huía de contemplarse a sí misma, sabía que tenía el castigo de su
rostro, castigo que compartimos todos, por eso somos diferentes, para saber
quiénes no somos. La renegada de los dioses fue derrotada por la imposición de
mirarse, y ¿por qué deberíamos hacerlo? ¿Por qué no desparecer sin saber
quiénes somos? Observar a la realidad es una forma de conocernos, ir a su
encuentro y dedicarle el tiempo de percibir el espacio limitado en el que
habitamos, en ese momento surge el arte.
La
respuesta que damos al mundo es la creación, la invención de lo que no existe y
que puede surgir en el instante en que sabemos lo que sí existe, y no tiene que
ser el todo, basta con un mínimo fragmento. Mirar detenidamente lo que hay en
nuestra mesa, y recrearlo en la mente, describir sus detalles, y con esa
infinita información crear algo, una línea de una historia, de un poema, un
dibujo, un acorde, y ese sencillo elemento nos demostrará que el arte es más
que la realidad.
En
ese estado de observación la soledad es el cómplice que nos espera, paciente, a
que amemos su terrible presencia. Narciso se hundió en ella, se ahogó en su
silencio, se abalanzó a su vacío, y en ese espacio sintió que su voz sin
réplica, su llanto sin consuelo, serían arte. Medusa está a nuestro lado, sabe
que estamos confinados, y nos ofrece la madeja de sus serpientes; en la mordida
de cada una está el veneno de la creación, con una gota, observando, el
silencio de la calle, la casa, de los días que inician uno tras otro sin pausa
y sin diferencia, y con esa sustancia en la sangre podemos crear, describir ese
espacio y el resultado será verdad, será una aventura y será la luz mínima del
arte.
La
invención del arte viene de lo creado, que una vez arrancado de la realidad es
otra cosa, hurta los recuerdos, reinventa las memorias, altera las historias, y
vuelve a comenzar, como Dido, ponemos en una pira enrome toda nuestra vida y la
incendiamos para que de esas cenizas surja un instante que de sentido al
presente.
En
la incesante exigencia del ser social, deja de existir el ser creador, para ese
no hay tiempo, porque exige un espacio privado, íntimo, de libertad, lejos de
la aprobación y autoexplotación, el ser creador se oculta, enmudece y se
pierde, hasta que muere sin haber salido a la luz. Es momento de que exista, de
que regrese a observar, a inventar, a hacer algo inútil, indispensable y
eterno. Es la oportunidad extraordinaria, malvada, alevosa para la creación,
sin testigos, como Narciso, con la sola respuesta de nuestra propia voz.
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Medusa, Rubens |
Artículo originalmente publicado en www.avelinalesper.com. Para acceder a la nota en la mentada web, dar click aquí.