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Crédito Brooke Didonato |
2.
Seré una guerrera de la prevención.
Ante el desconcierto, disciplina. Los rociadores harán disparos certeros y
activaré todos los protocolos con la destreza de una agente del servicio
secreto. Racionaré la comida y elaboraré las combinaciones más ingeniosas.
Habrá permisos, pero solo a modo de premio o consuelo hormonal. Es un momento
especial para sofisticar las neurosis en pos de la batalla.
3.
Me privaré de buscar el lado positivo de
esto. Hacerlo sería un gesto, cuanto menos, idiota. Asumiré mi compromiso
con este acontecimiento y evitaré las
conclusiones. Porque para nombrar las cosas, la filosofía siempre lleva la
delantera y la palabra que cabe a esto es acontecimiento.
Hay otras palabras, pero esta otorga el baño de humildad de lo inclasificable.
Si nos mantenemos conscientes de que estamos en casa porque tenemos privilegio
de clase mientras que a otras/os les toca la heroica o la inevitable, tendremos
cuidado antes de repetir frases de manual del buen vivir.
4.
Distribuiremos tareas. Estos días
evidencian lo que significa el trabajo doméstico no remunerado. Sí, caballeros,
lo que sienten en este momento es el yugo al que nos sometieron durante siglos
a las mujeres, encerradas en “hogares” con el fin de convertirnos en máquina de
abastecimiento para la subsistencia.
5.
No haré un show del uso productivo de mi
tiempo. Está claro que no son vacaciones y que de libre este tiempo no
tiene nada. Pero someternos a la productividad tiene más color a discurso
capitalista de plusvalía que otra cosa. Proyectar la imagen de todo lo que hago mientras estoy acá es
una combinación de domesticación, culpa judeocristiana y falta de conciencia
social. No descuidaré mis convicciones feministas tratando de ser una buena
feminista, ser consciente de mis privilegios no implica leer los 59 libros en
pdf que me enviaron durante estas semanas. Combatir ese modelo aspiracional es
uno de los principios feministas más importantes. No tenemos que demostrarle a
nadie por qué merecemos derechos.
6.
Evitaré entrar en pánico más de dos
veces al día. Puedo dosificar alienándome con diversos trucos. Apagar la
tele es una decisión de primera necesidad
(las/os comunicadora/es que no pueden mantener los ojos dentro de sus
órbitas y bajar el tono de voz tendrían que tomar un descanso). Frases como
“aún no llegamos al pico” despliegan el imaginario distópico para el que nos
prepararon todas las series y películas que consumimos en los últimos años. Es
preciso reconocer mis límites: si al recostarme a causa de una intoxicación por
el olor a lavandina me pica un mosquito, lo tomaré como una broma de bufón, y
descansaré en paz.
7.
Mantendré rutinas como micropolítica de
resistencia. Asomarnos a aplaudir a las 21h, intentar seguir tutoriales,
preparar conservas como una abuela alemana y bañarnos (no hay que aflojarle al
hábito de cambiar la joggineta). Mover los muebles todas las veces que sea
necesario para que el departamento se convierta en otros espacios es un buen
ejercicio y ayuda mentalmente. Podemos completar la jornada con una selección
de películas pero ¡cuidado!... los programadores de las plataformas de
streaming son unos psicópatas y abundan como “recomendación” los films donde se
comen unos a otros. De todos modos ya se supo: EEUU no tenía al héroe musculoso
que nos salvaría de todo esto. Fueron miles de horas de mentiras de ficción y
pochoclos en vano.
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Crédito Brooke Didonato |
8.
En el exterior me comportaré como
persona civilizada. No estamos en Los
juegos del hambre, nadie saldrá detrás del puesto de flores (cerrado) para
intentar asesinarme y robar lo que llevo dentro del changuito. Evitaré las
conductas parapoliciales, que para eso ya están liberadas las fuerzas
uniformadas (¡ay!). Al menos puedo regalarle a las/os demás un disfraz de
persona amable que sonríe sin miedo a enfermar por eso. Mientras esté afuera,
aportaré a la sociedad mi mejor performance de serenidad. Ya habrá tiempo para
resolver si lavo los tomates que compré uno a uno con agua y jabón cuando
vuelva corriendo a casa.
9.
Economizaré las redes. Nadie puede
resistir un tutorial más de cómo hay que lavarse las manos. Es innecesario
compartir videos que espectacularicen qué actividades hacemos en el tiempo de
reclusión. Me comprometo a no sacar fotos de la obra en construcción de al lado
cuando aparezcan flamencos, así que no me reenvíen las falsas imágenes de
delfines en Venecia. Tampoco podemos sobrellevar tantas videollamadas por día,
sinceremos el afecto, ni siquiera se entiende bien qué dice.
10.
Política mata teoría conspirativa.
No hay que imaginar mucho, ni creer que estamos sacando a la luz historias
desde nuestro sillón… Respondemos a potencias mundiales que se reparten la
torta a costa de nuestras vidas. Seguimos las órdenes de países que no pudieron
resolver problemas con políticas públicas y se desbordaron por un virus. La
globalización no resuelve el modo de contenernos ni relacionarnos. Lo que no se
invierte en lo indispensable puede ser tu sentencia y te guste o no, dependemos
de otras/os. Estén arriba o abajo. Mi
reino por un barbijo, gritan “líderes” mundiales mientras cierran
fronteras, olvidando que la humanidad sobrevivió a las enormes fieras por haber
aprendido a cazar en grupo.