Decálogo para sobrevivir al apocalipsis

Por Belén Parrilla

Crédito Brooke Didonato
1. Transitaré por esta delgada línea entre la solidaridad y el miedo. Combatiré mi espíritu rebelde con obediencia solo por esta vez. Lo que para algunas personas es cueva para otras es jaula, pero mantendré la puertas cerradas y asumiré los costos de soportar y ser soportada por quien comparte mi trinchera de aislamiento, aun en el caso de estar en soledad. La vida de la vecindad será la ventana indiscreta que alimente mi propio Gran hermano.

2. Seré una guerrera de la prevención. Ante el desconcierto, disciplina. Los rociadores harán disparos certeros y activaré todos los protocolos con la destreza de una agente del servicio secreto. Racionaré la comida y elaboraré las combinaciones más ingeniosas. Habrá permisos, pero solo a modo de premio o consuelo hormonal. Es un momento especial para sofisticar las neurosis en pos de la batalla.

3. Me privaré de buscar el lado positivo de esto. Hacerlo sería un gesto, cuanto menos, idiota. Asumiré mi compromiso con este acontecimiento y evitaré las conclusiones. Porque para nombrar las cosas, la filosofía siempre lleva la delantera y la palabra que cabe a esto es acontecimiento. Hay otras palabras, pero esta otorga el baño de humildad de lo inclasificable. Si nos mantenemos conscientes de que estamos en casa porque tenemos privilegio de clase mientras que a otras/os les toca la heroica o la inevitable, tendremos cuidado antes de repetir frases de manual del buen vivir.

4. Distribuiremos tareas. Estos días evidencian lo que significa el trabajo doméstico no remunerado. Sí, caballeros, lo que sienten en este momento es el yugo al que nos sometieron durante siglos a las mujeres, encerradas en “hogares” con el fin de convertirnos en máquina de abastecimiento para la subsistencia. 

5. No haré un show del uso productivo de mi tiempo. Está claro que no son vacaciones y que de libre este tiempo no tiene nada. Pero someternos a la productividad tiene más color a discurso capitalista de plusvalía que otra cosa. Proyectar la imagen de todo lo que hago mientras estoy acá es una combinación de domesticación, culpa judeocristiana y falta de conciencia social. No descuidaré mis convicciones feministas tratando de ser una buena feminista, ser consciente de mis privilegios no implica leer los 59 libros en pdf que me enviaron durante estas semanas. Combatir ese modelo aspiracional es uno de los principios feministas más importantes. No tenemos que demostrarle a nadie por qué merecemos derechos.

6. Evitaré entrar en pánico más de dos veces al día. Puedo dosificar alienándome con diversos trucos. Apagar la tele es una decisión de primera necesidad  (las/os comunicadora/es que no pueden mantener los ojos dentro de sus órbitas y bajar el tono de voz tendrían que tomar un descanso). Frases como “aún no llegamos al pico” despliegan el imaginario distópico para el que nos prepararon todas las series y películas que consumimos en los últimos años. Es preciso reconocer mis límites: si al recostarme a causa de una intoxicación por el olor a lavandina me pica un mosquito, lo tomaré como una broma de bufón, y descansaré en paz.

7. Mantendré rutinas como micropolítica de resistencia. Asomarnos a aplaudir a las 21h, intentar seguir tutoriales, preparar conservas como una abuela alemana y bañarnos (no hay que aflojarle al hábito de cambiar la joggineta). Mover los muebles todas las veces que sea necesario para que el departamento se convierta en otros espacios es un buen ejercicio y ayuda mentalmente. Podemos completar la jornada con una selección de películas pero ¡cuidado!... los programadores de las plataformas de streaming son unos psicópatas y abundan como “recomendación” los films donde se comen unos a otros. De todos modos ya se supo: EEUU no tenía al héroe musculoso que nos salvaría de todo esto. Fueron miles de horas de mentiras de ficción y pochoclos en vano.

Crédito Brooke Didonato
8. En el exterior me comportaré como persona civilizada. No estamos en Los juegos del hambre, nadie saldrá detrás del puesto de flores (cerrado) para intentar asesinarme y robar lo que llevo dentro del changuito. Evitaré las conductas parapoliciales, que para eso ya están liberadas las fuerzas uniformadas (¡ay!). Al menos puedo regalarle a las/os demás un disfraz de persona amable que sonríe sin miedo a enfermar por eso. Mientras esté afuera, aportaré a la sociedad mi mejor performance de serenidad. Ya habrá tiempo para resolver si lavo los tomates que compré uno a uno con agua y jabón cuando vuelva corriendo a casa.

9. Economizaré las redes. Nadie puede resistir un tutorial más de cómo hay que lavarse las manos. Es innecesario compartir videos que espectacularicen qué actividades hacemos en el tiempo de reclusión. Me comprometo a no sacar fotos de la obra en construcción de al lado cuando aparezcan flamencos, así que no me reenvíen las falsas imágenes de delfines en Venecia. Tampoco podemos sobrellevar tantas videollamadas por día, sinceremos el afecto, ni siquiera se entiende bien qué dice.

10. Política mata teoría conspirativa. No hay que imaginar mucho, ni creer que estamos sacando a la luz historias desde nuestro sillón… Respondemos a potencias mundiales que se reparten la torta a costa de nuestras vidas. Seguimos las órdenes de países que no pudieron resolver problemas con políticas públicas y se desbordaron por un virus. La globalización no resuelve el modo de contenernos ni relacionarnos. Lo que no se invierte en lo indispensable puede ser tu sentencia y te guste o no, dependemos de otras/os. Estén arriba o abajo. Mi reino por un barbijo, gritan “líderes” mundiales mientras cierran fronteras, olvidando que la humanidad sobrevivió a las enormes fieras por haber aprendido a cazar en grupo.