#llamamealfijo10: La resistencia continúa

Por Carol Cukier
Mapa de la isla Utopía, por el cartógrafo Abraham Ortelius (1595)
para ilustrar el libro de Thomas Moro escrito entre 1515 y 1516
Del 0 al 9 hay diez números, le decía muy segura hace añares a mi vecinita de piso. Cuesta creerlo, me respondía incrédula, mientras se disponía a contar - una y otra vez - los agujeros del disco  del teléfono fijo. Esa charla se repetía, casi sin cambios,  cuando, para limpiarlo,  le dábamos la vuelta con una birome y un trapo embebido en alcohol hasta borrar todas las  huellas digitales de los usuarios del mes. Y, ya que con esta columna damos una primera vuelta al disco también,  va una suerte de retrospectiva entre el  0 y el 9 en tiempos donde el alcohol y las huellas refuerzan sus connotaciones y asombros; donde el teléfono fijo y la humanidad son especies, incomparables pero en vías de extinción; donde, más que nunca, añoramos ahora las largas colas sin barbijos y sin distanciamiento social que en un principio nos  generaba este noble aparato.

El 0 lo marcábamos casi transgresoramente para hacer llamadas de larga distancia,  hasta que el tiempo puso al redondito  del grupo en la otra vereda, la de los 0-800 gratuitos. Por su parte, el 1  nació asociado a emergencias y  reparaciones de las que aún no se libra, aunque, cuando llegaron los celulares, se pegó al 5 para obtener más glamour y una nueva tendencia  carísima de marcar en los nuevos teléfonos. En cuanto al 2, en estos  tiempos lo usa una empresa de triple play, a la que mejor no hacerle publicidad porque teme colapsar. Pero vale recordar que, al compás de otras identidades licuadas,  las  filiaciones  barriales de cada número (como el 2 y zona sur, el 3 y  pleno centro, el 7 y  zona norte, el 8 y  Almagro, o el 9 y el ico ico Caballito) se perdieron  cuando el 24 de enero de 1999, el 4 se plantó delante de cada característica telefónica, pese a cierta resistencia. Y como si el 2 X 2  fuera poco,  luego lo hicieron el 5 y el 6, ampliando las posibilidades de satisfacer la demanda de líneas que, hasta la fecha, se habían convertido en una especie programada para la  desaparición.

Y aquí es donde pongo, como en cada ocasión,  el ocaso del fijo en discusión. Resulta que, al ritmo de los devastadores  acontecimientos, descubro en los titulares de los diarios mundiales que las telefónicas, como consecuencia de la expansión del Covid-19, recomiendan el uso del teléfono fijo en lugar del móvil para no saturar las redes. Con respetuosa analogía pienso que lo mismo hacen los sanitaristas con las recomendaciones médicas para que no colapsen los sistemas de salud.  Y si bien una intenta distraerse y distraer, todo  texto queda,  irremediablemente, asociado al contexto. Y más aún, cuando la viralización le viene ganando a la viralización que parecía haberle ganado a la viralización de la viralización... ¿Y si, dadas las circunstancias, se abriese una enorme oportunidad de reconfigurar las redes y los mapas hacia un mundo sin fronteras,  sin nacionalidades que distancien, sin visas y sin necesidad de presentar pasaportes?

Como militante de Greenphone refuerzo la convicción que me llevó a escribir esta columna  y encuentro una nueva oportunidad para, a pesar de los pesares,  seguir  en la lucha contra la desaparición  del teléfono fijo. Nuestra asociación a favor del teléfono de línea adhiere a la cuarentena y entra en un plan de resistencia continua reforzada por recibir este reconfortante llamado a la solidaridad, haciendo votos para  que el nuevo trazado que, inevitablemente llegará,  no deje a nadie sin teléfono y asimismo que los cinco continentes posean la misma característica.