#llamamealfijo8: Borges no me aclara ciertas dudas

Por Carol Cukier

Fingida crononauta de HG Wells -uno de los autores favoritos de Borges- pongo en marcha una máquina del tiempo que en vez de ir hacia un futuro siniestro, da marcha atrás hacia un familiar e ¿inocente? pasado televisivo que me lleva a las fechas de Feliz domingo, aquel popular programa cuya instancia suprema para sus participantes era decir la mayor cantidad de palabras de una determinada consigna, “sin repetir y sin soplar”, en diez segundos. De allí linkeo arbitrariamente a  un desafío equivalente, incluso con Silvio Soldán de conductor, que podría ser hoy el de enumerar los verbos más usados en el lenguaje vinculado a lo digital y solamente en infinitivo (para evitar exclusiones), luego del ansiógeno “comenzando yaaa”. Por caso: “Googlear, whatsappear, twittear, facebookear, spoilear, stalkear, mailear, arrobar, hashtagear, likear, postear, linkear, hipervincular, bookear, youtubear, instagramear, trolear, fotoshopear, pedefear, chatear, hackear, etiquetar, pinear, …¿vale dominguear?”

Mi revival empujado por la asociación y la aceitada máquina citada, me reubica ahora más próxima en el tiempo,  allá por noviembre de 2015, cuando algunos amantes de la literatura se enfurecieron con la noticia que les asestaba el Diccionario de Oxford al elegir como palabra del año el emoji de una cara con lágrimas de alegría. Caripela parecida  a la mía luego de comenzar esta travesía que ya me ha sacado lágrimas de nostalgia televisiva y también provocadas por la siguiente imploración en cierta forma conexa: ¡Devuélvanme el español!

Grito que maquinalmente arrojo caminando por el madrileño Barrio de las Letras, como esperando que, desde la cuarta dimensión, me respondan Cervantes o Lope, Quevedo o Góngora… Pero parece que estos duetos, que en vida no se querían casi nada, están muy entretenidos peleando en el inframundo también, todavía con Calderón como árbitro del cuadrilátero. Y encima me vengo a enterar de que Cervantes habría sido enterrado en un convento en la calle Lope de Vega y que la casa museo del propio Lope queda, para más inri,  en la calle Cervantes... En esta seguidilla de irónicas ¿casualidades? también quedaría  encriptado el vínculo entre Quevedo y Góngora, considerando -por ejemplo- que vivieron en la mismo edificio aunque en tiempos distintos; o que cuando el tótem del culteralismo -Góngora- quedó en la lona, su enemigo íntimo y conocido nadador en las tintas cerradas que propone el  conceptismo -Quevedo-, se encargó de comprar la casa que alquilaba Góngora, tan solo para dejar en la calle, en pleno  invierno,  a ese hombre devenido hidalgo (hijo de algo y dueño de nada). Y  luego de echarlo, hacer una suerte de sanación recitando a los gritos y tirando papeles con versos de Garcilaso de la Vega, para “desgongorizar” dicha morada con los quevedos bien puestos.

Sin salirme de las letras, el viento otoñal y el invento de Wells me arrastran nuevamente, mentalmente a 1976. Llego al programa A fondo, de la Radiotelevisión Española. En el codo de una callecita cercana me hago casi del tamaño de mi oreja y  espero que Borges termine una entrevista  que el escritor sabe volver amplia y profunda a pesar del limitado  entrevistador Joaquín Soler Serrano. Entonces, lo invito  a dar una vuelta  para intentar  charlar sobre aquella lista de verbos disparados en la introducción y otros temas vinculados.  Escucho, casi al borde del colapso,  que Serrano arranca diciendo que JLB le ha permitido que lo “acicateen y  espoleen” durante el reportaje. Del primer verbo deduzco que se trata una aplicación que se me había piantado; y del segundo, que spoilear se escribía en aquellos tiempo espolear, aunque no veo cómo aplicarlo a Borges. Googleo y me quedo más tranquila: ambos verbos siempre fueron y son sinónimos de estimular. En este caso,  a  JLB para que se explaye sobre su vida y obra.

En la entrevista, el autor del poema Los Justos comenta que conversando con Sábato, éste había dicho que Cervantes (autor del libro más leído después de la Biblia) escribía mal. Tuve el impulso de apagar mis auriculares e irme a otra época  por el laberinto de mi oído. Pero los  dichos sucesivos de JLB  me retuvieron, me imantaron en esa parte que dice que la tarea del poeta es continua y que uno está constantemente recibiendo  información  que tiene que ser trasmutada. Agrega que  hasta cuando uno sueña tiene la capacidad de escribir poemas. 

Dejo como fondo la entrevista recordando que en otra etapa de mi vida quise entrar por otras puertas a su obra, y no pude. Fue cuando me llegó  un correo electrónico con la preciosa carga de sus versos que entendí que había equivocado mi ingreso al universo borgesiano. Porque la entrada fue, en mi caso, por el sendero de los poemas que me abrieron la comprensión. 

La poesía parece ser el género más libre de la literatura a la hora de puntuar. Las reglas de la gramática deben aligerar su rigor frente a las decisiones de los poetas. Es que parece que no hay puntos ni comas preestablecidos para los poemas. Mi mente asociativa superpone la entrevista antes citada  -que se pasó por canal Encuentro y ahora está en Youtube- a un notable cortometraje de apenas 10 minutos, Borges75,  restauración y edición de otra entrevista  hecha a JLB, realizado por alumnos de segundo año de la ENERC, bajo la dirección de Beda Docampo Feijóo.

En tiempos de redes, de muchos continentes sin contenido, de aplicaciones  ávidas de algo que las llene para ser, imagino a B75 convertido en 10 videos, de un 1 minuto  cada uno,  para difundir por Instagram. Pues parece que ese es el tiempo real/virtual probado por la herramienta para no fallar en la captura de la atención de sus usuarios. Y en ese caso ideal sonaría un B2019 con sus ideas siempre provocativas bajo ese manto de sencillez en su voz vacilante. Un escritor que se revela creyente de la razón como ilusión necesaria para no volvernos locos; que considera que hay  palabras que son indefinibles, pero alcanza con sentirlas; o que piensa que conocer enteramente a alguien no es posible, pero sí  creer que uno lo conoce, siendo eso tan necesario para fundar el amor y  la amistad.

A esta altura doy por descontado que ya habíamos entablado una cierta amistad, así que al terminar la entrevista  lo invito a  rumbear para otro lado, pero en el camino nos chocamos, en pleno latir del barrio, con El  corazón de las letras, una menina de 1 metro 80  intervenida y por la cantante  Rosana, en la Plaza Platería de Martínez, 1. Esta menina no es la única suelta en la ciudad: por segunda vez, más de 50 meninas se han parado con los brazos en jarra, como las pequeñas damas de honor de Diego Velázquez, en diferentes esquinas de Madrid, conformando de ese modo un museo al aire libre de los más grandes que se puedan registrar.  Blancas como un lienzo y a pesar de su postura -interpretada por quienes estudian ese lenguaje corporal como defensivo-, ellas se han dejado dócilmente intervenir por diferentes artistas consagrados y emergentes siguiendo la iniciativa de Antonio Azzato y dando respuesta a la pregunta: ¿Qué es Madrid para ti?

Caminando a paso lento pero continuo -el famoso modo sin prisa y sin pausa-, llegamos al Paseo de Recoletos donde invito a JLB a detenernos frente a otra menina, retocada en este caso  por un interiorista español llamado Manuel Espejo, que fusiona la cara de Velázquez sobre la geografía facial de la menina y en su vestido  firma con sus iniciales ME EM ME EM… Gesto narcisista, quizás, que a su vez me hace pensar en el efecto de espejo que hay en el cuadro mismo de Velázquez. Aprovecho la ocasión para preguntarle a JLB qué opina de los memes,  esas síntesis humorísticamente intervenidas que viralizan ciertas ideas como mutaciones de material genético/cultural. También me atrevo a consultarlo sobre el lenguaje inclusivo, dando por sentado que coincidirá en que la lengua es un fenómeno social siempre vivo y registrado de cerca por la Real Academia Española. Me urge saber qué piensa en tiempos de ciertas mutaciones lingüísticas que vuelven a escandalizar, cosa que sucede cíclicamente desde hace añares: Mientras la gramática descriptiva tipea y tipea palabras con “e”, ¿la gramática normativa puede figurarse como un emoji al rojo vivo? ¿Cómo seguiría esto, don?

Ey, JL, ¿dónde estás que ya no te veo?, ¿será que ya has visto a varias generaciones preguntarse cosas parecidas?, ¿será que cada sucesiva generación piensa que toda  lengua pasada  fue la más pura y casta mientras que la que perfila  variaciones y novedades es una versión adulterada  de aquella y la pone en peligro ?, ¿ será que desde los sonidos guturales de las cavernas al latín y dando un salto apresurado al castellano de hoy pasando por  Cervantes y compañía dorada,  siempre hubo escandalete y resistencia a los cambios?

Creo que hemos perdido señal transitoriamente con  mi nuevo amigo imaginario JLB. Sigo sola mi recorrido... Bah, no tan sola porque en una librería que se me acerca compro Fervor de Buenos Aires, ya saben de quién. Me ilusiono con que quizás allí encuentre algunas respuestas, pues el mismo autor dijo que allí estaba todo lo que haría después, aunque entre líneas,  como en una escritura secreta que  ofrecía a los lectores para descifrar.

Me voy con mi libro bajo el brazo hacia un parque tranquilo y llamo al fijo a una amiga que probablemente me dé las pistas necesarias para reencontrar al Borges que se me escabulló, que así son los amigos imaginarios, una especie maravillosa desde la infancia. Ella no está (o no me quiere atender) y del contestador sale la voz grabada del propio escritor que me dice muy campante: “En el decurso de una vida consagrada menos a vivir que a leer, he verificado muchas veces que los propósitos y teorías literarios no son otra cosa que estímulos que la obra final suele ignorarlos y hasta contradecirlos”. Pausa en el tiempo y el espacio. “Yo diría que lo más importante de un autor es su entonación, lo más importante de un libro es la voz de un autor, esa voz que llega a nosotros”. No me queda otra que retomar Fervor...