En
el marco de la celebración de su Bicentenario, el Museo del Prado presenta Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana.
Historia de dos pintoras, una exposición que reúne por primera vez los
trabajos fundamentales de dos de las mujeres más notables de la historia del
Arte de la segunda mitad del siglo XVI.
A
través de un total de sesenta y cinco obras -cincuenta y seis de ellas,
pinturas- procedentes de más de una veintena de colecciones europeas y
americanas, el Museo del Prado recorre la trayectoria artística de estas dos
pintoras, que alcanzaron reconocimiento y notoriedad entre sus contemporáneos,
pero cuyas figuras se fueron desdibujando a lo largo del tiempo.
La exposición
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Autorretrato en el estudio, 1579, Lavinia Fontana |
Sofonisba
y Lavinia nacieron y se formaron en Cremona y Bolonia respectivamente, dos
centros artísticos cercanos geográficamente en Italia, pero condicionados por
sus propias tradiciones pictóricas, sociales y culturales. Partieron de
perfiles familiares y biográficos distintos, aunque en los dos casos el papel
paterno fue fundamental para condicionar sus respectivas carreras. Ambas
supieron romper con los estereotipos que la sociedad asignaba a las mujeres en
relación con la práctica artística, el arraigado escepticismo sobre las
capacidades creativas y artísticas de la mujer, y ambas se valieron de la
pintura para alcanzar un papel significativo en la sociedad en que les tocó
vivir.
Sofonisba
Anguissola, perteneciente a una familia de la pequeña nobleza de Cremona
formada por seis hermanas, encontró en la pintura un modo de alcanzar la
posición social que correspondía a la familia Anguissola-Ponzoni. Su talento y
su personalidad, así como el empeño promocional de su padre, la convirtieron en
una dama afamada y respetable que posibilitó la práctica artística de las
mujeres y forjó un mito femenino que aún perdura. Practicó sobre todo el
retrato y fue contratada como dama de compañía de la reina Isabel de Valois,
cargo que enmascaró su papel como pintora.
Para
Lavinia Fontana, hija de un pintor de cierto prestigio, la pintura fue el
ámbito natural que acabó por convertir, empujada por su padre, en su modus vivendi. Fue la primera en ser
reconocida como una profesional, la pintora que traspasó los límites y los
géneros impuestos a las mujeres. Su producción fue amplia y variada con
numerosos retratos y pintura religiosa para iglesias y oratorios privados,
aunque también se ocupó de asuntos mitológicos, género en el que el desnudo
tenía marcado protagonismo.
Damas y pintoras
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Autorretrato ante el caballete, 1556-57, Sofonisba Anguissola |
Sofonisba
Anguissola (Cremona, h. 1535-Palermo, 1625) y Lavinia Fontana (Bolonia,
1552-Roma, 1614) fueron dos pioneras de la pintura que alcanzaron
reconocimiento y notoriedad entre sus contemporáneos. Ambas supieron romper con
los estereotipos sociales asignados a las mujeres en relación con la práctica
artística, en la que imperaba un arraigado escepticismo sobre sus capacidades.
Sofonisba
perteneció a una familia numerosa de origen noble cuyo padre, Amilcare
Anguissola (h. 1494-1573), promovió y arropó la formación artística de sus
hijas como parte de la educación humanista que se consideraba adecuada para las
jóvenes. Sofonisba practicó sobre todo el retrato, y alcanzó una fama que,
gracias a sus orígenes aristocráticos y a su aureola de mujer virtuosa,
propició su llegada a la corte española, donde fue dama de la reina Isabel de
Valois; un cargo que ensombreció su papel como pintora, pero que la convirtió
en referencia para otras artistas.
La
biografía inicial de Lavinia Fontana entronca con el perfil de la mayor parte
de las mujeres artistas. Era hija de Prospero Fontana (1512-1579), pintor de
prestigio en Bolonia, con quien se formó y colaboró. Las favorables condiciones
económicas y sociales de la ciudad explican el papel destacado de las mujeres
en su vida cultural, religiosa, social y artística. Lavinia fue la primera
mujer en abrir un taller propio y desarrolló una notable actividad que se
extendería a Florencia y a Roma, adonde se trasladó en la etapa final de su
vida.
La creación del mito «Sofonisba
Anguissola»
Entre
los once y los trece años, Sofonisba Anguissola inició su educación artística
siguiendo las recomendaciones formativas de las clases aristocráticas. Recibió
lecciones de música, danza, literatura, dibujo y pintura; en estas dos últimas
materias por parte de los pintores Bernardino Campi (1522-1591) y Bernardino
Gatti (h. 1495-1576). Destacó como dibujante y sobre todo como retratista,
practicando repetidamente con su propio rostro y los de su familia.
Su
completa formación queda demostrada en sus numerosos autorretratos (hasta
entonces ninguna mujer había producido tantos), en los que fue reflejando los
ideales femeninos del momento: discreción, pudor, modestia o prudencia. Realizó
pequeñas obras de busto o de media figura que sirvieron para difundir su imagen
y sus diversas virtudes.
Gracias
al despliegue diplomático de su padre, estos autorretratos se convirtieron en
cartas de presentación y raras piezas de coleccionista que forjaron su temprana
fama como dama pintora. Surge así un mito femenino que quisieron emular otras
mujeres; la más relevante, Lavinia Fontana, quien en su autorretrato de 1577
recuperó el modelo de Sofonisba para subrayar esa misma condición de mujer
culta y artista.
Retratar la auctoritas: los entornos humanistas de Cremona y Bolonia
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La reina Ana de Austria, 1573, Sofonisba Anguissola |
Antes
de su llegada a España, Sofonisba Anguissola realizó algunos retratos de
personajes ilustres de su tiempo que atestiguan su temprana fama y sus dotes
para un género en el que se aprecia la importancia de las escuelas veneciana y
lombarda. A excepción del retrato de Massimiliano Stampa, un niño cuya imagen
oficializa su nueva condición de marqués de Soncino y que muestra la influencia
de Giovanni Battista Moroni (h. 1525-1578) en la pintora, Sofonisba optó por
los retratos sedentes.
Esta
tipología la empleará Lavinia Fontana veinte años después para retratar a
artistas, letrados, médicos, humanistas o clérigos. Sentados ante un
escritorio, sorprendidos en su actividad intelectual –reforzada esta con un
gesto retórico de las manos y por la vivacidad de la mirada–, los retratados por
las dos pintoras reflejan una condición fundamental de la época: su auctoritas,
el prestigio moral y cívico que sus conocimientos y dedicación les reportaron.
Sofonisba Anguissola en la corte de
Felipe II
En
los años que pasó en la corte española, Sofonisba ejerció como profesora de
dibujo y pintura de Isabel de Valois, además de retratar a casi todos los
miembros de la familia real. Ninguno de los retratos realizados en España está
firmado. Su posición oficial en la corte no era la de pintora y, de hecho, sus
cuadros fueron recompensados con ricos textiles o joyas. En los ejemplares que
en la actualidad se reconocen de su mano, se advierte su adaptación a los modos
del retrato de corte español.
Por
entonces, la figura más significativa en la corte era Alonso Sánchez Coello (h.
1531-1588), «retratista del rey» que fijó las convenciones del retrato
cortesano. Además de los rasgos físicos, se debía mostrar el carácter dinástico
y las virtudes de la familia: distancia, quietud y severidad habsbúrgica.
Sofonisba
siguió estas pautas aunque atemperadas por su propio bagaje artístico: su gusto
por la descripción minuciosa de los detalles, una percepción psicológica que
atenúa la distancia y contención de los Austrias españoles, así como una
atmósfera envolvente y tamizada que suaviza los contornos de las figuras.
Lavinia Fontana: retratista de
Bolonia
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Autorretrato tocando la espineta, 1577, Lavinia Fontana |
Los
retratos fueron la principal ocupación de Lavinia Fontana en Bolonia y más
tarde en Roma, género en el que destacó por la variedad de tipologías
utilizadas. Fue sin duda la pintora preferida de las damas, cuyas pretensiones
de mundanidad y sofisticado lujo quedaron bien reflejadas en sus retratos.
Lavinia desplegó todas sus habilidades para visualizar la opulencia de la
indumentaria, los variados textiles, las numerosas joyas o la fina elaboración
de los encajes, además de los inevitables perritos falderos. También representó
a los niños de las familias más notables de la ciudad en composiciones
religiosas destinadas a capillas privadas, retratados junto al padre o la madre
o formando parte del grupo familiar.
El Retrato de familia de la Pinacoteca de Brera es un
excelente ejemplo de la evolución de Lavinia a finales de siglo, pues ofrece un
«retrato relato» de un grupo familiar captado con cierto aire de cotidianidad.
Una idea que se prolonga en Dama con
cuatro jóvenes, donde la pintora muestra una instantánea doméstica,
vinculada muy probablemente al casamiento de la protagonista.
Pintura religiosa
La
producción religiosa de Sofonisba Anguissola es muy escasa; de hecho, está
reunida en esta sala, a excepción de la Madonna
dell’Itria que se conserva en Paternò (Sicilia). Son obras de pequeño
formato pensadas para ámbitos privados de devoción y sus composiciones se
inspiran siempre en creaciones de otros pintores.
En
sus años de formación en Cremona, los modelos que siguió fueron las pinturas de
sus maestros –Bernardino Campi (1522-1591) y Bernardino Gatti (h. 1495-1576)– o
de Camillo Boccaccino (h. 1504-1546). Las pequeñas escenas están dotadas de una
sensibilidad tierna y amable y aparecen envueltas por el estilo cercano a
Correggio (h. 1489-1534) y Parmigianino (1503-1540) que caracterizó a los
citados pintores cremoneses. En Génova, la pintura religiosa de Sofonisba
repite fórmulas y modelos de Luca Cambiaso (1527-1585).
Por
su parte, Lavinia Fontana desarrolló una producción religiosa totalmente
profesional que abarcó tanto obras devocionales de pequeñas dimensiones y
soportes variados (cobres, tablas y telas) como grandes lienzos de altar. Obras
marcadas por la espiritualidad de la Contrarreforma, donde se aprecian
influencias de Correggio, Denys Calvaert (h. 1540-1619), Niccolò dell’Abate (h.
1509/12-1571) y los Carracci.
Lavinia Fontana y la pintura
mitológica
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Marte y Venus, 1600 – 1610, Lavinia Fontana |
Lavinia
Fontana fue la primera artista que realizó composiciones mitológicas, donde
además de desarrollar su capacidad de invención, tuvo que adentrarse en la
representación del desnudo, un terreno vetado a las mujeres.
La
sofisticada sociedad boloñesa fue capaz de conciliar el seguimiento de los
postulados religiosos contrarreformistas y disfrutar de las representaciones
mitológicas, con el desnudo, principalmente femenino, como protagonista. Un
gusto coleccionista que se extendió a Roma, donde figuras ligadas al papado
encargaron a Lavinia este tipo de obras. No son muchas, pero conforman un
elocuente conjunto que manifiesta la sugestiva habilidad de la artista para
seguir las estimulantes estrategias eróticas de las escuelas de Praga y
Fontainebleau.
La
disposición de los desnudos, en los que incorpora detalles que van más allá del
relato mitológico al uso, o la presencia de joyas, velos y transparencias, que
refuerzan y estimulan la sensualidad de las anatomías, dan buena cuenta de la
potente capacidad de invención –la gran piedra de toque del arte en esas
fechas– de Lavinia.
Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana
Museo Nacional del Prado. Madrid
22/10/2019 - 02/02/2020