Las alas de un deseo cumplido

Por Alejandra Arístegui

¡Ich liebe Berlin! Un sentimiento escrito en las remeras que se puede compartir con entusiasmo. Berlín es para amarla recorriéndola, dejándose llevar por sus U band -subtes- y sus S band -trenes que van por arriba en la ciudad  (y a veces también se meten sorpresivamente por debajo de las calles...)-, sus troley y demás vías de locomoción.

Los viajes suelen ser estallidos festivos vacacionales o bien desplazamientos concienzudos rígidamente programados. O, asimismo, un evento inesperado- aunque deseado por mucho tiempo- como lo fue el mío. Quince años fantaseando con ir a Berlín pero sin ninguna señal de la realidad que me anunciara que esto fuera a suceder de verdad. Sin embargo, en tan solo una semana todo se concretó. ¡A Berlín!, feliz pero sin tiempo de preparar nada. Para colmo de bienes, viajaría para hacer una presentación de la obra Rosa Luxemburgo, durante la conmemoración de los 100 años de su asesinato que realizaría la Rosa-Luxemburg-Stiftung (Fundación Rosa Luxemburg). Aterrizaría en la ciudad soñada cuya lengua desconozco por completo, tan distante de la mía, para presentar una obra en español acerca de una polaca cuasi alemana...

Entre las sorpresas que me depara el viaje, me encuentro unos cuantos argentinos y argentinas en el público. Allí estaba Esther Andradi, escritora y feminista argentina, con quien me había comunicado para dialogar sobre el proyecto de la obra hace mucho tiempo, cuando apenas era solo eso, una intención. Gran emoción cuando unos días después, ella me lleva a descubrir un interesante barrio donde hay una intervención artística que respondería algunas preguntas que yo me iba haciendo en los recorridos azarosos por la inabarcable, fascinante urbe.

Como no había tenido tiempo de planificar el viaje, de mirar guías e itinerarios, acudían a mí desordenadamente imágenes almacenadas a lo largo del tiempo, escenas de películas, postales viejas que habían ido circulando por mi vida. Berlín bombardeada. El Reichstad, las Puertas de Brandenburgo; el Tiergarten que Rosa nombra en una carta; la Columna de la Victoria, tan familiar para los que amamos la película de Win Wenders Las alas del deseo; el Muro; la pintura expresionista; los célebres cabarets berlineses y sus cantantes; Fassbinder, mucho cine alemán; la música clásica... Las fotos y los documentales del Berlín de la posguerra.

Todo ese cúmulo de imágenes y percepciones me estremecía antes de salir. Yo había estado por años muy vinculada en mi imaginación y mi trabajo al momento histórico de la Primer Guerra Mundial. En el transcurso de esa guerra, Rosa escribe cartas bellísimas estando en cárceles cada vez más retiradas. A través de esa pluma yo he viajado tanto por ese lugar y esa época...

Berlín 1900, Berlín 1914, 1918-19, el intento de Revolución Alemana que ahora cumpliría 100 años, La República de Weimar, Berlín Alexanderplatz -novela de Alfred Döblin y serie de Rainer María Fassbinber-, la Segunda Guerra, Alemania del Este, Brecht, el Muro...

Y recurrentes la imágenes de la ciudad entre escombros.

Sin embargo, cuando llego a Berlín, bella y casi como indiferente ante el pasado, no encuentro rastros de la guerra. Algunos barrios lucen abiertamente multiculturales y bochincheros; otros, silenciosos hasta casi la mística (ideales para ir a hacer una clínica de arte). En la diversidad, también figuran zonas señoriales. Casi todo se reconstruyó con un estilo arquitectónico que recupera cada detalle del pasado.  

Puente de Rosa Luxemburgo
Los primeros días anduve por la ciudad ocupada en la presentación de la performance de Rosa Luxemburg, participando de las conmemoraciones y homenajes. Luego tuve dos o tres días de turista curiosa. Cuando fui a visitar el Reichstag encontré fotos en blanco y negro, históricas. El Tiergarten es un bosque en el medio de la ciudad, un espacio donde antaño creo que había grandes árboles, no quedó nada después de la guerra… O sea que esos árboles que yo estaba mirando tenían solo unas décadas. ¿Dónde quedó la barbarie de la guerra? Ni siquiera pude comprobar por dónde había pasado el Muro -historia mucho más reciente- salvo por la indicación de un mapa. “El poder de reconstrucción alemán“, era la frase que me venía a la cabeza. Observándolo todo desde la perspectiva de nuestros avatares históricos argentinos con respecto a la memoria, me surgía inevitablemente la pregunta: ¿No es extraño, peligroso que yo no note las huellas la guerra, ni del Muro, ni otras marcas?

El arte me aportaría una respuesta convincente.

En la Puertas de Branderburgo hay un enorme y movilizante monumento que recuerda el Holocausto: Denkmal für die ermordeten Juden Europas ( Monumento a los judíos de Europa asesinados), diseñado por el arquitecto Peter Eisenman y por el ingeniero Buro Happold: 2700 bloques de cemento de distintas alturas que se pueden asociar con ataúdes, extendidos en una gran superficie, en un intento de transmitir la dimensión histórica de los hechos. No hay mucho simbolismo. La gente pasea entre estos bloques, se pierde como si fuera un laberinto, los niños corren y ríen, los adultos nos estremecemos.  

Bien. Pero, ¿y el Hotel Edén donde secuestraron a Rosa? Confío en que mi encuentro con Esther Andradi me saque de dudas en un día berlinés no tan gris, afortunadamente. Café y algo de sol. Esther  aparece bien abrigada, con su último libro de poemas: Microcósmicas, y adentro dos hojitas impresas: una poesía de Gertrud Kolmar (importante poeta alemana, prima del filósofo Walter Benjamin, detenida y deportada, que murió como víctima del Holocausto en Auschwitz) y otro de Else Lasker-Schiller (notable poeta y dramaturga alemana y judía, ligada al movimiento expresionista que pudo huir de Alemania y vivió en Jerusalén).

Sin que se lo pidiera, Esther había preparado un paseo que respondería a mis inquietudes sobre la memoria histórica.

Fuimos al barrio donde se guardaba la memoria, en el distrito Schöneberg, que no figura dentro de los puntos turísticos; está situado en la intimidad abierta de una plaza cuyos arboles susurran estos homenajes. Se lo conoce como Lugares de Recuerdo, Memorial en el Barrio de Baviera. Se inauguró en 1993.  Zona donde habitaron muchos judíos, algunos nombres muy reconocidos, cada uno con su destino particular y todos bajo las mismas imposiciones.

Una plaza sin rejas, rodeada de faroles en los cuales, si se mira atentamente, se pueden avistar cartelitos con dibujos al modo de señalizaciones: un perro, un pan, un pizarrón, un termómetro. Hay 80 carteles de doble cara: imágenes de los dos lados que recuerdan las reglas, prohibiciones y regulaciones que debían obedecer los judíos, que se fueron imponiendo entre 1933 y 1945. Por ejemplo, un termómetro: los médico judíos ya no pueden practicar, 1938; un pan: los judíos pueden comprar pan entre las 16 y las 17 horas, 1940; gato: los judíos no pueden tener mascotas; pizarrón: los niños judíos son expulsados de la escuela. Collar: los judíos deberán dar sus joyas al estado; banco: prohibido sentarse en bancos; birrete: abogados judíos no pueden ejercer. 80 dibujitos y una breve explicación que sutilmente acompañan el caminar cotidiano de la gente. Estas limitaciones antisemitas empezaron de a poco: “Los judíos están excluidos de los grupos deportivos” (25 de abril de 1933); “Los judíos no pueden usar la playa pública en Wannsee” (22 de agosto de 1933), “Prohibición de empleo para actrices y actores judíos” (5 de marzo de 1934); “Empleo prohibido para músicos judíos” (31 de marzo de 1935); “Los médicos judíos ya no pueden practicar"(25 de julio de 1938); “Los niños judíos son expulsados de las escuelas públicas” (15 de noviembre de 1938)”; “Los judíos de Berlín no pueden comprar comida entre las cuatro y las cinco de la tarde” (4 de julio de 1940)... Lo que parecía en un principio restricción de ciertas libertades, terminó en el secuestro y asesinato de millones.  

Prohibición a los actores judíos
Los artistas Renata Stih y Frieder Schnock pensaron esta intervención, Lugares de recuerdo. Ellos son creadores visuales que han investigado cómo funciona la memoria en la esfera social y cómo se refleja simbólicamente en los espacios urbanos. Realizan instalaciones de arte multimedia en espacios públicos de manera de fomentar la interacción y el compromiso del público. Unos años después de la caída del Muro, el estado decidió abrir un concurso para recordar las víctimas del Holocausto en Berlín. Y ellos lo ganaron entre 96 postulantes.  

Dice Stih: “La gente no estaba lista para entender qué tan importantes fueron los hechos y cuán despiadados eran los nazis. El proyecto creó algún tipo de conmoción, porque la gente no estaba acostumbrada a este tipo de verdad dicha con crudeza. Nadie había hecho un memorial antes de esa manera. Respondimos a este sistema de los nazis con un sistema visualizado en el espacio público”.

También hay baldosas recordatorias en la vereda. Pequeñas, muy pequeñas comparadas con las nuestras que homenajean a los detenidos desaparecidos. Llevan el nombre de los que vivieron allí. Algunos fueron secuestrados y asesinados, otros vivieron ocultos en silencio, otros escaparon pero igual son recordados. Vidas trágicamente truncadas, exiliadas de su origen, perseguidas. Esther me cuenta sobre una mujer que se quedó cuidando su padre enfermo, mientras sus hermanos lograron huir. Al morir el padre, ella ya no pudo irse y vinieron los nazis a buscarla. Una historia entre tantísimas. 

En este barrio vivieron muchos  intelectuales y artistas. Walter Benjamin, escritor, crítico, filósofo;  Albert Einstein, científico físico exiliado en Estados Unidos; Hannah Arndt, filósofa y escritora famosa por su crítica hacia los totalitarismos, también exiliada en Estado Unidos; Gisele Freund, fotógrafa y activista francesa nacida en Alemania , autora de escritos teóricos sobre la fotografía.

En la estación de subte de este zona están las fotos de muchos habitantes de aquella época: Claire Waldoff, cantante de cabaret berlinés que se quedó allí y nunca más cantó; Alfred Kerr, autor de teatro... Barrio de artistas, y este día de enero de 2019, un hombre ucraniano toca en su bandoneón música de Vivaldi.

De allí vamos al Canal Landwehr, donde fue arrojado el cuerpo de Rosa Luxemburg el 15 de enero de 1919. Yo había estado esa noche, pero del 2019, asistiendo al homenaje, donde también hubo una intervención artística. Varios jóvenes llevaron en sus espaldas un dispositivo que se iluminaba, como si fueran grandes pétalos. Esas luces se reflejaban en el canal, tiñendo las aguas de rojo. Y algunos instrumentos de aire, antiguos, casi inclasificables, nos acompañaban entre la oscuridad. Muchas, muchas flores coloradas. Volvemos a ese sitio de día, cuando el cielo se va abriendo en una típica mañana de enero en Berlín, gris, lluviosa, fría; por momentos, sale el sol y aparece una nevisca blanca blanca mágica.  Llegamos a la placa que la recuerda con su nombre. Sin mediar palabra, sacamos los pañuelos verdes que teníamos guardados y le pedimos a alguien que nos saque la foto.


Reestreno de Rosa Luxemburg Oper! de Arístegui- Mihovilcevic
Desde el 12 de mayo, domingos 19.30 hs.
Teatro del Artefacto, Sarandí 760, CABA.