Mujeres del hogar transitorio Frida. Crédito Judith Rodríguez |
Mientras surfeas el terrible insomnio que pone
alarma indeseable a tus noches (3 AM de lunes a lunes) y un modo zombi e
impreciso a tus días, no podés dejar de notar que allá afuera, en las calles de
la ciudad, un movimiento sostenido de gente anda en peores miserias que las
tuyas. ¿Realmente duermen las personas que duermen en la calle?
¿Descansan? ¿Cómo son sus días? ¿Se alimentan? ¿Se bañan? Preguntas del
cotidiano que te incitan a bajar a un plano de realidad lo que los diarios e
indicadores muestran en cifras. Cifras que, en su frialdad, aterran.
“En 2016, hubo 866 personas en situación de calle
en la Ciudad; en 2017 ese número aumentó a 1.066, y en abril del año pasado la
cifra oficial alcanza a 1.091”, según una infografía del diario La
Nación basada en cifras oficiales, lees en chequeado.org. Las cifras cambian drásticamente cuando
vienen de otras fuentes: “Según un censo alternativo elaborado en forma conjunta por el
Ministerio Público de la Defensa de la Ciudad, la Auditoría General porteña, la
Defensoría del Pueblo y más de 50 organizaciones sociales, políticas y
barriales, en 2017 había 4.394 personas que vivían en las calles porteñas,
número que ascendía a 5.872 si se sumaba a quienes utilizaban la red de
alojamiento transitorio nocturno”.
En esos días te enterás también de que los
paradores o refugios para gente en situación de calle del gobierno de la ciudad
y de organizaciones independientes están colapsados. Esto significa que muchas
personas (mujeres, hombres, niños, jóvenes) no tienen chance de dormir bajo
techo y acceder a condiciones de higiene indispensables. Y además, tienen
hambre. ¿Acaso no se ven más cartoneros, más mendigos en trenes y subtes, y
chicos y mujeres metidos en los contenedores de basura buscando comida, ropa,
salvarse a como dé lugar? ¿Quién se hace cargo de este problema estructural?
La búsqueda de respuestas te lleva a encontrar
organizaciones y personas que trabajan con gente en situación de calle. Horacio
Ávila, por ejemplo, es uno de los que pone el cuerpo a Proyecto 7 (www.proyecto7.org), una red que
nuclea albergues para personas sin techo. Ávila tiene otras cifras:
“Calculamos que hay 8 mil personas en situación de calle en la ciudad. Hicimos
un censo en 2017 y hay números desagregados: antes teníamos un histórico de un
80 % de hombres y un 20 % de mujeres pero en la actualidad es casi un 65 % a 35
% esa relación. O sea que han crecido las mujeres y familias en situación
de calle”.
¿Cómo vive la situación de calle una mujer? ¿Qué
vínculo establece con la noche, con las otras personas que duermen en esquinas,
a veces sobre colchones? ¿Qué particularidad de género pesa sobre ellas? ¿Qué
buscan? ¿Qué necesitan? ¿Qué se les da? ¿Cómo las miramos? Las preguntas se
suman a tu lista de dudas angustiantes de las 4 AM.
Otras fuentes
Mientras tanto, con tu dolor de cabeza y el estado
zombi de cada día, seguís navegando por la web. Encontrás otras pistas, como un
colectivo que se llama Reaccionando Grupo Solidario que grita desde su
Facebook: “Somos un grupo de voluntarios sin banderas políticas ni religiosas
que brinda acompañamiento a personas en situación de calle haciendo recorridas
en CABA todos los miércoles a las 20 hs. Comunicate por mensaje privado y te
contamos cómo hacer para sumarte. La realidad es transformable”.
Les mandás un mensaje y tardan pocos días en
responder: “Somos aproximadamente 13 voluntarios fijos en este momento.
Recorremos todos los miércoles la zona de Tribunales en microcentro. Llevamos
comida. Guiso generalmente, a veces empanadas. Té, café, sopa, jugo. Ropa,
calzado. Sí, notamos más gente en la calle. En 2017 varias agrupaciones que
también visitan personas en situación de calle se juntaron para hacer un censo
y los resultados dieron el número de 4394 en situación de calle en CABA. En la
recorrida que hacemos encontramos mayormente hombres. Raramente encontramos
mujeres. Avisanos lo que necesites por este medio. ¡Saludos!”
Una mañana, en el Parque Rivadavia, ves a una mujer
que se lava los dientes en la canilla que está cerca de los juegos infantiles.
Te acercás y observás que la mujer tiene un vaso de plástico donde ha puesto el
tubo de pasta dentífrica y el cepillo recién enjuagado. Ella te cede la
canilla, tomás agua y agradecés. La mujer aprovecha el chorro de agua para
enjuagar una remera y observás que también tiene otras prendas enjabonadas al
borde de un cantero. En plan acercamiento sonreís y le preguntás si vive por el
barrio. Ella contrae el rostro y dispara: “¿Qué quiere saber usted? ¿Qué le
importa dónde vivo? ¿Quiere hacer caridad?” El enojo te sorprende y te duele,
le pedís que por favor no se ofenda, que solo era una pregunta ingenua, que
venís a menudo al parque y que… Te quedás pedaleando en el aire con tus
explicaciones porque la mujer se ha ido. A ella no le importan tus
explicaciones.
Buscás más pistas de mujeres en situación de calle
y das con el documental que hizo Claire Lajeunie en 2015. La periodista
francesa trabajó durante varios meses en las calles de París para hacer visible
lo que nadie ve -lo que tenemos enfrente de nuestros ojos y no vemos-: esas
mujeres que despliegan cada noche y cada día muy diversas estrategias para
sobrevivir en la ciudad. El resultado de su investigación es el documental Les
invisibles que transmitió Canal 5 y conmovió a los
televidentes parisinos. Después vino el libro Sur la route des invisibles.
Femmes dans la rue y
el testimonio de la autora: “Las fui encontrando de a una, y no fue fácil que
dieran su testimonio, ya que se trata de personas que sufren y que no tienen
ganas de mostrarse en ese estado tan vulnerable. Casi todas se ilusionan con
que no van a permanecer en esta situación por mucho tiempo; aseguran que hace
poco que están en la calle, dicen que van a salir adelante, se esfuerzan por
creerlo… Me sentí muy tocada por esos intentos de sostener su dignidad a presar
de tanta precariedad, de tantos peligros que enfrentan diariamente”.
Por otro lado, te enterás que en Buenos Aires, el
Observatorio por el Derecho a la ciudad denuncia el incumplimiento por
parte del Gobierno de CABA de la Ley N° 3.706 de Protección y Garantía Integral
de los Derechos de las Personas en Situación de Calle y en Riesgo a la
Situación de Calle. “Por esta ley, el GCBA tiene la obligación de formular
e implementar políticas públicas para las personas en situación de calle en
materia de salud, educación, vivienda, trabajo, esparcimiento y cultura
elaboradas y coordinadas intersectorial y transversalmente entre los distintos
organismos del estado. Pero lo cierto es que esta política integral no existe y
la principal herramienta que emplea el GCBA son los paradores y el subsidio
habitacional, que resulta un negocio para los hoteles e inquilinatos que no
garantizan adecuada condiciones de habitabilidad a las familias y que el GCBA
no controla”, denuncia el Observatorio. (https://www.observatoriociudad.org)
Artimañas jurídicas mediante, el gobierno escatima recursos y apoyos que
debería dar por Ley a personas sin techo. ¿Esperabas algo distinto de parte de
los gobernantes de CABA? El zumbido de la madrugada no cesa.
Mujeres del hogar transitorio Frida. Crédito Judith Rodríguez |
Pensás en la necesidad de dar a conocer a las femmes
porteñas que andan deambulando de noche y de día. Pensás en El
padre mío, de Diamela Eltit, un libro testimonial y polémico de los
ochentas que te conmovió profundamente. Eltit es una escritora chilena que
salió a las calles de Santiago con grabador y fotógrafa aliada – Lotty
Ronsefeld - “en una investigación inestable” y por los márgenes, a buscar
“mundos cruzados por energías y sentidos diferenciadores de un sistema social y
cultural visible”, dice en el prólogo la autora. Después agrega: “Buscaba,
especialmente, captar y capturar una estética generadora de significaciones
culturales, entendiendo el movimiento vital de esas zonas como una suerte
de negativo -como el negativo fotográfico-, necesario para configurar un
positivo -el resto de la ciudad-, a través de una fuerte exclusión territorial
para así mantener intacto el sistema social tramado bajo fuertes y sostenidas
jerarquizaciones”. (El texto completo se puede descargar de http://www.memoriachilena.gob.cl/archivos2/pdfs/mc0031308.pdf)
Leyendo a Eltit pensás que el negativo y el
positivo actualmente se entrecruzan en Buenos Aires, y además ya nadie hace
negativos de fotos porque el celular permite sacar instantáneas todo el tiempo
y todo el tiempo vemos pero pocas veces miramos.
Porque si abandonáramos el modo zombi por un rato
al menos, podríamos notar (y tomar nota) que cualquier ochava o tramo del
bajo-autopista o hall de Banelco de cualquier barrio se ha convertido en la
vivienda de mucha gente. Y esto es una catástrofe.
Otra duda te asalta en las noches de insomnio:
¿Seguir teorizando mientras afuera hay mujeres y hombres que no tienen casa?
Nos vemos en la plaza
A través de las redes te enterás que un vienes hay
un Encuentro en Plaza Constitución organizado por distintas entidades que
trabajan con personas en situación de calle (lo hacen una vez por mes). Llegás
temprano, das vueltas por las esquinas, y enseguida encontrás hombres y mujeres
armando un espacio con mesas puestas en semicírculo, un equipo de audio y
grandes parlantes, y carteles que indican “Atención médica”, en una mesa,
“Documentación”, en otra, y “Control Oftalmológico”. (El oftalmólogo despliega
el clásico cajón de madera con espejuelos de todas las graduaciones para hacer
la prueba de visión).
La esquina de la Plaza se va poblando: sendas colas
se forman en las diferentes mesas. Contactás entonces a Patricia, que trabaja
con No tan distintas, una de las agrupaciones que interviene en el
Centro Frida, que es la casa que hospeda a mujeres en situación de calle que
integra Proyecto 7. Patricia dice: “En No tan distintas entendemos que
la mujer en situación de calle está atravesada no solo por la violencia que
implica la situación de calle, sino también por la violencia de género. La
mayoría de las chicas con las que trabajamos terminan en la calle porque
escaparon de situaciones de violencia en su casa. Entonces, no es menor el tema
de género y hay que considerar el asunto desde ese lugar. Además, suele pasar
que muchas escapan con sus hijos, y esto que hace más complicado que puedan
acceder a un alquiler, a una pieza”. ¿Qué hacen en el centro Frida? “Desde
Frida trabajamos para que puedan fortalecerse, para poder egresar mejor de lo
que entraron. Es complicado lograr nuestro objetivo en una sociedad que se cierra
cada vez más”.
La entrevista sigue. Te enterás que el Frida es un
hogar transitorio pero no tiene un tiempo máximo de permanencia, porque las
organizadoras entienden que cada situación, cada mujer, es diferente. También
te enterás que el Frida siempre está en su máxima capacidad. Te cuenta tu
informante que en Frida hay un abordaje integral, con actividades y espacios
terapéuticos durante el día, para las que conviven en la casa y hay un área
social con actividades fijas: la mateada semanal y la asamblea. Tu informante
te cuenta además que Frida se maneja de manera independiente, y con la
población que se presenta de manera espontánea. Muchas mujeres que llegan a
Frida ya no puede ingresar a los paradores de la ciudad, por algún motivo,
conflicto o llamada de atención, no pueden ingresar más”. Las mesas del
encuentro en Plaza Constitución se han puesto más tumultuosas. Patricia se
ubica en el puesto donde van a orientar a las personas a hacer sus documentos
para poder acceder al sistema público de hospitales, al subsidio del gobierno
de la ciudad, entre otras cosas.
Entretanto, en la mesa de Control Médico, Sandra y
Natalia, promotoras de salud, se disponen a hacer control de presión arterial y
glucemia a los que van haciendo la fila. “También queremos guiarlos para que
puedan acceder a un control con un médico clínico, porque hay gente que no sabe
dónde dirigirse cuando tiene algún problema de salud. No entienden a dónde
tienen que ir”, dice Sandra. ¿Cuáles son los problemas de salud más frecuentes
que presentan las mujeres en situación de calle? “En general, las mujeres en
situación de calle tienen problemas urinarios y problemas de piel. Nosotros las
derivamos a centros de salud de la ciudad, como hospitales municipales o
centros de salud. Las orientamos para que encuentren el tratamiento médico que
necesitan”, dicen las promotoras de salud.
Desde la radio, uno de los organizadores ordena las
filas, indica dónde se hace cada trámite, invita a las personas a conversar
a micrófono abierto. Entonces un hombre de mediana edad cuenta que está en la
calle, que se quedó sin trabajo y que vino desde muy lejos para poder llegar a
la plaza. Un grupo de chicos y chicas escuchan con mucha atención. Después
suena Calle 13, rap furioso que algunos tararean: “Soy, soy lo que dejaron/ Soy
toda la sobra de lo que se robaron/ Un pueblo escondido en la cima/Mi piel es
de cuero, por eso aguanta cualquier clima”. Se percibe un intenso aroma a
guiso.
Una mujer que vive en Casa Frida dice al micrófono:
“En Casa Frida encontré a mis compañeras. Me salí de la ranchada y tengo techo
y tengo baño. Tomamos mate y hablamos de nuestras cosas. Y sé que pronto voy a
salir. Y digo gracias, gracias, gracias a mis compañeras”, y se larga a llorar
y otras la abrazan. Después se van en grupo bajo un árbol: están haciendo
canciones para gritar en la radio. Te acercás y te señalan a Florencia, que
hables con ella dicen, que ella sabe de la Casa, que te va a contar.
Florencia es politóloga, integrante también de No
tan distintas y ha trabajado en Casa Frida. Florencia dice: “En esta
sociedad machista y patriarcal las compañeras que viven en la calle tienen
grandes carencias: falta de vivienda, de educación, de acceso a lo público.
Pero además vemos que se ejerce la violencia sobre las compañeras del mismo
modo que el patriarcado ejerce violencia sobre todas nosotras. Las compañeras
en situación de calle están sometidas al posible abuso de los compañeros de la
propia ranchada, de la policía o de los vecinos. A las que son mamás a veces
les sacan a los hijos, entonces no pueden maternar por estar en la calle, se
las coloca a ellas en un lugar que es como si ellas desearan no tener a sus
hijos. En el caso de las compañeras trans están más vulnerables a recibir
agresiones de distintos agentes, las obligan a ciertas prácticas
prostituyentes, las cagan a palos, las abusan. En general, se ven más expuestas
a mayor grado de violencia, por el hecho de ser mujeres”.
Mujeres del hogar transitorio Frida. Crédito Judith Rodríguez |
El movimiento en la esquina de la Plaza es intenso.
De un camión un grupo de hombres se encarga de bajar y acercar a la reunión
grandes ollas que sueltan vapor. El olor a guiso es más intenso ahora.
Cerca de donde estás, un grupo de chicos de entre
tres y seis años juegan o se pelean con patadas y manotazos. La madre se acerca
apurada – estaba haciéndose el control oftalmológico - y reta a sus
hijos, los separa. Después te dice:
-Se están peleando siempre, son así, son chicos,
juegan y se pelean y yo no puedo hacer nada. Por eso me echaron del merendero.
Yo quería pasar antes, porque tengo chicos, pero no me dejaban y yo no le chupo
las medias a nadie, entonces me fui.
-¿Y a dónde te fuiste?
-Me fui de ahí.
-¿Vivís en la calle?
-Sí, pero ahora no. Ahora vivo en la casa de una
amiga. Me rescató mi amiga. Y ahí estoy sobreviviendo.
-¿Con los chicos?
-Sí, tengo cuatro, porque falleció el papá. Y ya
los anoté en la escuela. Eso primerito, pero lo bueno sería levantarse y tener
una cama y cepillarse los dientes para irse limpito a la escuela.
-En lo de tu amiga tenés una cama…
-Sí, pero no es igual que la casa de una, no es lo
mismo. De día estamos en la calle y de noche duermen ahí.
-¿Y de día qué hacés?
-Y andamos rodando. Venimos acá o vamos a todos
lados. O nos quedamos en la plaza. Y los días de lluvia, tenemos que salir
abrigados. Ahora voy a hacer el trámite habitacional, para que me den albergue.
Después te cuenta que se llama Estefani y tiene 29
años. Estefani es muy alta y tiene ojos verdes que miran al horizonte cuando
habla, como si no pudiera posar la mirada en quien habla con ella, como si no
pudiera mirar algo o alguien que está cerca.
-¿Cómo te encontró el oftalmólogo? ¿Estás bien?
-Me dijo que tengo que usar anteojos. Y me dio la
receta. Pero me dijo que él me iba a dar los anteojos. En ocho días, los tengo
que ir a buscar.
-¿A dónde?
-No sé. Me dijo que él me los iba a dar. Pero yo
ando con mis hijos son muy chiquitos: 7, 6, 4 y 3 años tienen. Son todos
nacidos acá - dice y mira para arriba, la vista perdida en un horizonte lejano.
-¿Venís de muy lejos?
-No, de por acá. Y ojalá que esto sirva para algo.
Porque la política de ahora es un desastre. Tapan, tapan, y no tapan nada
porque dan de comer a los drogadictos y no ven la necesidad de una, que una
quiere progresar. Te lo juro que es así, porque ayer nomás me echaron… no es
que me echaron, yo no soy chupamedias de nadie, me echaron del comedor, porque
yo voy y tengo cuatro pibes que están como los ves acá, es lo mismo, esto que
ves acá es como ir a un comedor: ellos se están matando, se rompen, y ellos no
te van a ir a llorar… y me fui, me puse donde el lado que es prioridad. Y me
sacaron, me dicen que vaya a la otra cola, de kilómetros de gente… y yo le dije
que no…
-¿Y a dónde vas a ir a comer ahora?
-No sé. Bueno, acá ¿No dan comida acá?
El olor a guiso te tienta pero esa comida no es
para vos. Es hora de volver a casa, a la PC, a desgrabar entrevistas y
escribir. Ya no duele la cabeza, a pesar del calor y el insomnio de meses. El
síntoma zombi se ha diluido o está atenuado por otros pensamientos, nuevas
ideas. Quizá sea hora de dejar ese dolorcito de cabeza tan personal para mirar
el dolor de los demás –como dijo Susan Sontag– y salir a la calle a intentar
hacer algo al respecto.