Cuando el Riachuelo se volvió rojo

Por Marcela Robbio

Mi padre practicaba muchos ritos.

Los domingos desde muy temprano se iba a ver a Boca, lo hizo hasta que la Puerta 12, cerrada, se llevó la vida de muchos hinchas de Boquita: él y sus amigos se salvaron por esperar hasta último momento, como hacían siempre, para retirarse del “gallinero”, cancha de River. A mi papá le gustaba quedarse en la popu hasta que estuviese vacía, mucho más si se trataba de la Bombonera.

Su padre lo llevaba a la cancha desde muy peque. El abuelo Renato  era de origen genovés, electricista, anarquista y amante de los pájaros. Tenía la habilidad de curar los granos con que se alimentaban y les abría las puertas de las jaulas para que volaran  en la pieza muy humilde que alquilaban en San Telmo.

Otros ritos o costumbres de papá eran subrayar los libros, recortar notas de los diarios, lustrarse los zapatos, beber whisky... mucho.

Pero el más importante, sin lugar a dudas, era escuchar La Internacional ¡todos los primero de mayo, como corresponde a un rojo comunista!

La hija del rojo comunista, yo, ya con casa y cuarto propios,  recibía todos los primero de mayo, muy temprano, un llamado telefónico: a través del auricular podía escucha La Internacional. Papá rojo comunista mantuvo este ritual hasta el primero de mayo de 2010. El 2 de mayo de 2010 murió. Tenía 85 años. Antes de entrar al quirófano, me preguntó: “Marcelita, hijita querida, ¿¿cómo va Boca??” “Va ganando, papá”. Era domingo, creo que no le mentí.

Papá quería que lo cremáramos y arrojásemos sus cenizas… Sííí, en la cancha de Boca.

Pulguita mi hermana, Jorgito Raúl mi hermano y yo, decidimos cumplir su deseo. Y hacia allá fuimos…

Con Jorgito Raúl mantuvimos una conversación algo complicada con el empleado de la funeraria porque el hombre no podía entender que papá no quería ni cruces, ni cristos en su cajón, mucho menos en su urna. Con su nombre bastaba.

El empleado nos dijo que no había problema, que ellos también “hacían judíos” (???). “No, gracias, señor: Maguen David tampoco. Papá era Comunista, Ateo”. “No se preocupen, a su papá lo vamos a llevar al crematorio de Chacarita en ese coche, ¿lo ven? Es el  mismo en el que llevamos a Mercedes Sosa”. “Gracias, muy amable”.

Jorge Raúl firmó muchos papeles. Finalmente partimos hacia Chacarita.

Para nuestra sorpresa, cuando recibimos la urna de madera con las cenizas de papá nos dieron… ¡una cruz! “¡Gracias!”, dijimos a coro los tres herman@s, y la devolvimos.

Pero las sorpresas no terminaron allí. La urna, muy pequeña, liviana, tenía impresa en letras plateadas el nombre Jorge Raúl. El nombre de mi hermano. Papá rojo comunista se llamaba Jorge Juan. Varios papeles firmados por Jorge Raúl crearon confusión, mucha confusión.

A Jorgito Raúl no le importó, dijo que estaba todo más que bien, que dejaría la urna, “su” urna, en un estante de su biblioteca para cuando fuera necesario.

Con Pulguita estuvimos de acuerdo. Y los tres partimos hacia la Bombonera. Una vez allí, urna en mano, nos detienen en la puerta y amablemente nos invitan a retirarnos. Nada de cenizas en la cancha. Rápidamente entendieron cuáles eran las intenciones del trío.

¡Muy bien! Papá rojo comunista sería arrojado al Riachuelo. A compartir destino final con muchos compañer@s. Y para mejor, ¡estábamos en La Boca!  

Pulguita no quiso arrojar la urna y Jorgito Raúl tampoco. Ya era suya. Pero acordamos que el contenido sí iría al río.

Fue muy complicado abrirla, tuvimos que ir a comprar destornilladores. Así fue cómo por fin lo logramos.

El viento traía las cenizas de papá hacia nosotr@s. Quedamos agotad@s. Toda una Odisea.

Jorge Juan rojo comunista ateo navega en el Riachuelo al que yo veo cada vez más rojo.