Reproducir
el testimonio del 30 de agosto de 2010 es desempolvar la historia de una
protagonista crucial de los orígenes del feminismo en Buenos Aires: Mirta
Henault. Nuestro diálogo se llevó a cabo en su departamento de la calle
Belgrano y fueron varias horas de grabación. Hablamos en torno a su pasado como
obrera, delegada en el gremio metalúrgico y en el textil. A partir de 1958, colaboró
en el periódico Palabra Obrera,
dirigido por Ángel Amado Bengochea. Tiempo después, se volcó al activismo
feminista desde los años setenta hasta el presente. Hacia 1972, integró la
Unión Feminista Argentina (UFA). En ese mismo año publicó junto con Regina
Rosen Las mujeres dicen basta. A
continuación, con Otilia Vainstok escribieron La mujer en la revolución en fascículos en el Centro Editor de
América Latina (CEAL).
En 1979,
participó con artículos sobre feminismo en la famosa revista mexicana FEM,
invitada por su amiga Tununa Mercado que integraba el comité de redacción. Henault
intervino en numerosos espacios de mujeres a lo largo de los últimos años.
Trabajó en la Federación Gráfica Bonaerense hasta jubilarse. Asimismo, formó
parte de la Comisión de la Mujer y sus Derechos en la Asamblea Permanente por
los Derechos Humanos (APDH) y fue también vicepresidenta de la Asociación de
Amigos del Museo Argentino de Artistas Plásticas (MAAP). En 1983, escribió el
libro Alicia Moreau de Justo,
publicado por CEAL. Asimismo, constituyó la comisión promotora del Primer
Encuentro Nacional de Mujeres, realizado el 23, 24 y 25 de mayo de 1986, en el
Centro Cultural General San Martín.
En 1994,
en la edición de Mujeres y cultura en la
Argentina del siglo XIX, compilado por Lea Fletcher, escribió el ensayo Un esbozo de la actividad productiva de las
mujeres (Feminaria Editora). Más tarde, dio a conocer el libro de cuentos Pesadilla de realidad (editorial Vinciguerra).
El 25 de febrero de 2012, la revista Brujas,
de la agrupación ATEM-25 de noviembre, publicó su artículo Vientos de Cambio, en
el que Henault hizo un recorrido por el feminismo socialista en Argentina. En la
actualidad, es invitada a participar en charlas y conferencias, tal como fue en
el Seminario "Encuentros y desencuentros entre feminismos e izquierdas” organizado,
en 2016, por la Cátedra Libre Virginia Bolten, en la Facultad de Humanidades
de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).
Acompañan
a este testimonio, una entrevista realizada a Mirta Henault -“Reportaje a un
miembro del grupo Nueva Mujer”- y una breve reseña del histórico libro Las mujeres dicen basta titulada “Tres
ensayos de interpretación crítica sobre las luchas de la liberación femenina”,
del 18 de enero de 1973. Ambas fueron publicadas por el diario La Opinión. Por último, se reproduce un
conversatorio en YouTube a esta histórica luchadora que compusimos con Diana
Maffía como parte del Seminario:
Feminismo en Dictadura llevado a cabo en el Centro Cultural Tierra Violeta,
en 2013.
Te puede interesar…
Para
sorpresa de muchos lectores y habitués de la avenida Corrientes, en una mañana
tormentosa de frío polar, el 4 de agosto de 1972, se lanzó en las librerías de
Buenos Aries la obra Las mujeres dicen basta, compilada por
Mirta Henault y Regina Rosen. Este texto consta de tres capítulos:
“La Mujer y los Cambios Sociales. La Mujer como producto de la historia”,
escrito por Mirta Henault; “El trabajo de la mujer nunca se termina”, de la
canadiense Peggy Morton y “La Mujer”, de la argentina-cubana Isabel Larguía. Posiblemente Las mujeres dicen basta sea uno de los primeros
libros de la corriente del feminismo socialista no solo en la Argentina sino
también en América Latina, hasta iniciados los años ochenta.
Si bien Henault
aún no había cruzado continentes, se sabe que se topó con un texto pionero de
la psicoanalista y feminista marxista británica Juliet Mitchell, un escrito
clave del movimiento de la Segunda Ola,
Women: The Longest Revolution (Las mujeres: la revolución más
larga), de 1963. Este escrito le otorgó la posibilidad de pensar la lucha de
las mujeres por fuera del marxismo. Le cambió su mirada ideológica, su
pensamiento político. De acuerdo a sus palabras, ella tenía muchas cuentas
pendientes con las ideas revolucionarias, y esta psicoanalista ponía el dedo en
la llaga con sus duras críticas a la misoginia de las izquierdas. En verdad,
eso era lo que estaba buscando. En esos años, la habían invitado a integrar un
grupo de estudio sobre imperialismo y países dependientes donde figuraba el
economista Jorge Schvarzer. Él fue quien le acercó la obra de Mitchell. Le dijo
de manera profética: “Esto te puede interesar”. Así fue. Se hizo feminista de
la noche a la mañana. Por supuesto, ya estaba preparada para ese cambio de
paradigma. En la Argentina se recibían materiales, no demasiados; lo mismo, los
y las militantes trotskistas se vinculaban con la producción de los teóricos
marxistas críticos del exterior. Lo cierto fue que Henault se despidió de todos
sus compañeros del grupo y se volcó de lleno al nuevo activismo con su entrada
a la agrupación la UFA, fundada en Buenos Aries, hacia 1970. En efecto, ese recorrido lo hicieron muchas
mujeres de izquierdas europeas y estadounidenses. “Hablan primero de la
revolución, y luego de nuestros problemas. La mayor revolución que se está
produciendo hoy no es en absoluto la del proletariado: es la de las mujeres”, sostenía
Simone de Beauvoir dentro de su entorno. En nuestro país, Henault fue una cabal
muestra de ello.
Testimonio de Mirta Henault
“Las Mujeres dicen basta tuvo una repercusión insólita porque si
bien eran momentos de importantes compromisos políticos también eran épocas
sumamente vertiginosas. Recordemos que estábamos cerca del Mayo Francés, del
Cordobazo, del triunfo de Allende en Chile, del peronismo en la Argentina.
Pienso a la distancia que en esos momentos la sociedad estaba preparada para
abrirse al pensamiento feminista. Ya circulaba, en 1960, el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir y la
verdad es que leerlo no me produjo ni frío ni calor. No me acuerdo cómo llegó a
mis manos. Yo me identificaba más con Virginia Woolf. Lo discutimos entre mis
compañeras trotskistas. Cuando el historiador Milcíades Peña se suicidó, su
oficina quedó vacía. Su viuda, Regina Rosen, decidió ocuparla y me invitó a que
la acompañase. Allí, juntas empezamos a leer la correspondencia que Peña recibía.
Llegaban revistas, libros, publicaciones de todas partes del mundo, y muchas de
ellas reproducían textos de teóricas feministas. Históricamente, el trotskismo
internacional -en especial, el estadounidense y el francés- pensó la cuestión
del compromiso revolucionario combinado con una articulación progresiva de
temáticas, lecturas y referentes del movimiento feminista. Ambas decidimos
hacer algo rotundo: tradujimos aquellos materiales que nos interesaba.
![]() |
Mabel Bellucci y Mirta Henault |
Con
Regina Rosen trabajábamos juntas y nos consultábamos todo, y así íbamos armando
cosas realmente interesantes. Lo primero que se me ocurrió fue proponer fundar
una editorial. En aquellos años, todo se llamaba Hombre Nuevo o Nuevo Hombre.
Así, surgió la idea del nombre Nueva Mujer. Si era una editorial, había qué
hacer un libro, ¿no es cierto? Éramos poquitas, seríamos seis como mucho. Y así
surgió la idea de publicar todo tipo de textos feministas. A partir de la
difusión de boca en boca sobre nuestro proyecto, nos cayeron propuestas de
distintos lugares, algunas eran muy graciosas. Nos llamaban para ofrecernos
lavarropas, electrodomésticos. No podían entender cuáles eran nuestros
objetivos. A algunas jóvenes les seducía la existencia de una editorial
feminista. Por supuesto que no fue una idea nuestra, la experiencia la
importamos de otros lugares, como en Francia con Femme. Nosotras queríamos que nuestro proyecto fuese para todas las
edades. La Mujer y los Cambios Sociales.
La Mujer como producto de la historia, ese ensayo lo escribí yo. Después
encontramos en la revista estadounidense Leviathan
el artículo de Peggy Morton ‘El trabajo de la mujer nunca se termina’. Nos gustó mucho, pero como la autora vivía en
San Francisco, no hubo oportunidad de consultarle si aceptaba aparecer en un
libro compilado por dos argentinas aún no conocidas. Entonces, decidimos
editarlo en forma de extracto. Regina fue quien tradujo a Morton al castellano.
Con el otro ensayo ‘La Mujer’ nos comunicamos por carta con Larguía, instalada
en Cuba. La que se inspiró para el título –Las
mujeres dicen basta- fui yo. Ahora lo escucho en los noticieros de
televisión que lo repiten como un lema cuando pasan información sobre las
muertes de las mujeres a manos de hombres, maridos o amantes. Con respecto a su
tapa, la copiamos de un periódico canadiense. Fue impactante ver la figura de
una mujer encendida en llamas. Nos encantó apenas la vimos. En la librería de
Pedro Sirera, en la calle Corrientes, lo encontrabas y creo que vendía bien. Yo
nunca cobré derechos de autor, el capital lo puso él y fue el mismo Sirera
quien se encargó de publicarlo, con todos los riesgos que implicaba editar algo
tan nuevo. En realidad, las únicas personas que lo difundieron fueron nuestras
amigas que trabajaban en La Opinión,
a diferencia del resto de los periódicos y de las revistas literarias más
significativas de la época que no le dieron trascendencia. La nota que me
hicieron en ese diario y la reseña de nuestro libro se las debemos a la
escritora Tununa Mercado y a la diseñadora de modas Felisa Pinto. Ambas lograron
un espacio disponible para reflejar todas las luchas feministas locales e
internacionales. Hermenegildo Sábat hizo una caricatura mía. La entrevista tuvo
una repercusión total. Hubo gente que venía a ofrecerse para armar cosas con
nosotras. En ese momento, mi planteo era el siguiente: ¿Dónde está realmente la
opresión de las mujeres? La respuesta resultaba fácil: en la vida cotidiana.
Las mujeres están en ese escenario, es decir, en el trabajo doméstico, en la
maternidad, en la sexualidad. Ya estaba tomando fuerza una corriente marxista
crítica y de revisión que analizaba la vida cotidiana. Entonces yo me hice feminista,
feminista, así a secas; pero sin olvidar las luchas contra la explotación
social. Podría decir que me encontraba entre lo viejo y lo nuevo. Durante mi
militancia trotskista yo tenía una columna de política internacional en el
periódico Política Obrera. Eso me
había fogueado con la pluma, no cabe duda. Además, había estudiado periodismo.
Con Milcíades armamos un proyecto interesante. Lamentablemente, no lo pudimos
plasmar: abrir una librería café, a la usanza parisina. Vale decir, siempre
estuve vinculada al mundo del pensamiento alternativo y a la producción
intelectual. Leía en torno al marxismo crítico y por eso tenía soporte teórico.
También con Regina habíamos proyectado armar seminarios, grupos de estudios que
funcionasen en la oficina y tener cierta rentabilidad. Habíamos pensado llamar
al espacio “Nuevos enfoques sociales”. A partir de esa idea recibimos un
sinnúmero de propuestas. Recuerdo que se acercó el psicólogo Alfredo Moffat y
el filósofo León Rozitchtner para plantearnos actividades que luego no llevamos
a cabo. Recién ahora tomo conciencia de la importancia de este libro. Incluso,
el periódico New York Times me vino a
entrevistar. Yo no lo podía creer del impacto que provocamos. No estoy segura
pero no se tradujo a otro idioma. En esa época, no era tan fácil ni tampoco se
acostumbraba. Lamentablemente, Nueva
Mujer tuvo una corta vida. Y esa tensión en elegir entre la lucha de clases
y la lucha de las mujeres, no pudo resolverse. Entonces como colectivo
disolvimos la editorial pero nosotras dos, Regina y yo, nos quedamos a cargo de
tal proyecto. Al principio adheríamos al feminismo pero no así a la UFA.
Rápidamente, yo ingresé a la agrupación y elegí los lugares donde poner mis
energías. Por ejemplo, charlas, conferencias, lecturas de textos, grupos de
concientización. Muchas de sus integrantes no me querían demasiado porque me
veían guerrillera, trotskista. Me miraban mal por sus posturas liberales y yo
tenía que reunir mucha fuerza para seguir junto a ellas. Tanto es así que la
UFA no le dio ninguna importancia a la salida de nuestro libro. No le prestó
atención. Por eso, no le hizo propaganda. Para mí, debió haber sido presentado
por esa agrupación, correspondía. Sin embargo, no fue así. En esa época, no se
hacían cosas para la posteridad o para los medios de comunicación. Una las
hacía porque eran parte del disfrute de armar algo diferente, nada más. Yo soy
fruto de esos nuevos vientos, no creo ser una excepción. Pertenezco a una
generación de mujeres que desafiaban la búsqueda de un mundo diferente que
derribase los muros de las jerarquías y las desigualdades. Lamentablemente,
todo no lo pudimos hacer”.
Reportaje a un miembro del grupo Nueva
Mujer
Mirta
Henault integra el grupo Nueva Mujer, uno de los movimientos de liberación de
la mujer argentina y es una de las autoras del libro Las mujeres dicen basta. El diario La Opinión la entrevistó para conocer los alcances de su movimiento y
el sentido que tiene la lucha por la liberación de la mujer en la Argentina.
¿Cómo surge el grupo y cuáles son sus
objetivos?
- Se
origina ante la necesidad que sintieron las integrantes del grupo de analizar
la problemática femenina, al tomar conciencia de la misma. Los objetivos que se
fijaron fueron el estudio de la situación de las mujeres en distintas esferas:
económica, social, política y la divulgación de estos temas por medio de
publicaciones, El grupo se inició hacia mediados de 1971 y está compuesto por
mujeres que desarrollan distintas actividades. De acuerdo con la tradición de
los distintos movimientos ya existentes en el mundo, no tiene líderes. En los
comienzos la tarea fue analizar los distintos trabajos realizados por esos
grupos de liberación. Esto permitió comprender la universalidad de la opresión
de las mujeres bajo el sistema patriarcal, producto de la división del trabajo
y la adjudicación de roles impuestos culturalmente.
¿Cuáles fueron los primeros resultados de
esos análisis?
- Con
motivo de la conferencia que realizó UFA, el profesor de sociología crítica de
la Universidad Nacional Católica de Chile, Jorge Gissi, sobre la mitología de
la mujer, el grupo Nuevo Mujer
publicó el folleto en el que se reproduce el trabajo suyo. Además, se
seleccionaron trabajos para la publicación a futuro de un libro: Las mujeres dicen basta.
¿Qué es para ustedes la llamada lucha por
la liberación?
- Esa
lucha comienza a fines del siglo XVIII, durante la revolución francesa y cobra
su primera víctima: Olympe de Gouges, autora de la primera carta sobre los
derechos de la mujer. Muere en el patíbulo en 1793. Pero es en 1848 cuando la
acción de las mujeres toma gran importancia sobre todo en Europa y Estados
Unidos. Las sufragistas, cuyas actividades no son suficientemente valorizadas,
realizaron movimientos masivos en procura de los derechos políticos que duraron
hasta la década del 20 de nuestro siglo y tuvieron repercusión en la Argentina.
Planteaban la obtención de los derechos políticos pero no llegaron a plantearse
la necesidad de un cambio en el sistema responsable de la marginación. Recién a
partir de la década del 60, empiezan a aparecer en los países desarrollados
económicamente (Estados Unidos, Inglaterra, Francia e Italia) distintas
organizaciones de liberación femenina que comienzan a cuestionar todas las
estructuras de la sociedad e imponen, al mismo tiempo, una visión distinta
desde la problemática desde el mundo actual. La conclusión a la que llegan es
clara: el autoritarismo impuesto por la sociedad patriarcal expresado en la
esfera pública y privada obligó a las mujeres a permanecer al margen de los
acontecimientos que se fueron desarrollando en todos los momentos de la
historia. Es ese el sentido que tiene la lucha de las mujeres en la actualidad:
ser la fuerza de reserva de valores humanos todavía no expresados para lograr
un mundo sin explotación.
Esto ¿implicaría una lucha revolucionaria?
- Siempre
estuvo presente en la lucha revolucionaria pero su acción no la llevó a bregar
por sus propias reivindicaciones, porque no se pensaba como sujeto autónomo de
los acontecimientos en los que participaba. Actualmente, comienza a cobrar
conciencia de su particular condición y por eso su lucha trasciende los límites
de las meras reformas que puedan lograrse, porque sabe que éstas, en forma
aislada, pueden llegar a transformarse en nuevas formas de opresión. La
auténtica manera de disponer de su propio cuerpo y pensamiento, la liquidación
de su explotación como trabajadoras sin pago en el hogar o con bajos salarios
en los empleos remunerados, la libertad sexual sin condiciones morales, una
legislación que reconozca la igualdad entre varones y mujeres solo serán
logrados con la liquidación del régimen de explotación.
¿Cómo se ubica ese planteo en la Argentina
de hoy?
- En un
momento en que se cuestionan masivamente los valores de la sociedad, la Argentina
no escapa a esa situación. El frente de las mujeres es uno más que se suma a la
discusión y crítica que se hacen desde la clase obrera y el estudiantado.
Reseña “Tres ensayos de interpretación
crítica sobre las luchas de la liberación femenina”
(…) “Ella lleva a cabo una revisión de la realidad de
las mujeres a través de los grandes movimientos sociales de la historia: la
revolución industrial, la creación de las democracias populares de la Unión
Soviética, China y Cuba. De su largo y prolijo análisis surge que, a pesar de
los avances obtenidos en estos países, la liberación de las mujeres y el
desarrollo total de sus potencialidades es aún una tarea a realizar las mismas.
Las mujeres deben luchar por su propia liberación. Peggy Morton, la autora estadounidense,
hace un análisis de la familia en el capitalismo avanzado y señala que es en
ella donde, en realidad, se determinan los roles e imponen el autoritarismo
patriarcal. El capitalismo genera una explotación de las mujeres como mano de
obra asalariada y como ejército industrial de reserva para mantener los bajos
salarios. Plantea la organización en sus lugares de trabajo y fuera de ellos”
Seminario: Feminismo en Dictadura en
Tierra Violeta. N* 8. Mirta Henault https://www.youtube.com/watch?v=jEAUpsmJsfA
* Mabel Bellucci es activista feminista queer.
Integrante del Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES) en el Gino Germani
(IIGG-UBA) y de la Cátedra Libre Virginia Bolten de la UNLPlata. Autora Historia de una desobediencia. Aborto y
Feminismo. Segunda edición. Capital Intelectual. 2018.