El arte de Artemisia
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Judith decapitando a Holofernes |
Estamos
en abril y estoy en Florencia. La ciudad italiana que desborda historia y donde
el arte estalla en tus ojos sin importar donde estés. Las propias calles
resplandecen de formas imponentes, avasallantes, abiertas al público a toda
hora. Es una fiesta para los sentidos caminar la ciudad y percibir, como el
poeta, la paciencia largamente presentida
y elástica que es el tiempo.
Mientras
hago la fila –una de las tantas– para ingresar en la galería Uffizi, me regodeo
mirando a Perseo con la cabeza de Medusa,
El rapto de las Sabinas o la réplica
perfecta del David de Miguel Ángel.
Lamento perderme la fuente de Neptuno que actualmente fechas está en
reparación, y me entusiasma saber que en breve estaré mirando un Botticelli en
vivo y en directo, sin intermediarios.
Italia
me viene a recordar que la historia es eterna. Que allá lejos y hace tiempo
tremendos artistas manifestaban mundos que perdurarían superando lo imaginable.
Trascenderían. Escribirían una parte fundamental de la historia que nos nutre
hoy en día. Imaginé mil veces ese mismo escenario pero un día de abril en 1510;
fantaseé el pasado yendo y viniendo de aquí para allá con un entusiasmo propio
de la niñez. Me sentí afortunada por
poder vivir algo así.
¿Cómo
evitar las lágrimas frente a La Primavera
o El nacimiento de Venus? Es
imposible salir ilesa de tamaña experiencia existencial, en medio de tanta
locura creativa reunida en un solo lugar.
La
galería Uffizi es inmensa, los estímulos son inabarcables, los turistas se
mueven como el mar cuando está embravecido. Evado las olas como puedo. No es
sencillo. En medio de esta corriente me escucho decir con una voz apenas perceptible que no hay
mujeres.
-
¿Cómo decís?
-
Que no vi ninguna obra creada por una mujer.
Se
hace un breve silencio cuando mi compañero reconoce que es verdad; y rápidamente
el silencio otra vez se mezcla con el bullicio de la masa humana.
En
más de una ocasión intento acercarme a una guía para poder escuchar alguna cosa
que de otro modo no sé cuándo llegaré a saber. Pero mis intentos son en vano.
Solo me las cruzo hablando en inglés, chino o francés.
Quienes
conocen la galería Uffizi saben que siempre está repleta, que parece la tribuna
de un estadio de fútbol. Que llega un momento en el que te saturás y ya no podés
ver. Que pasás horas ahí y que te agotás. Que es hermoso y extenuante a la vez.
Me doy cuenta entonces que ya no puedo observar nada, que mi capacidad de recepción
está llegando a su límite.
Camino
abrumada, pensando quién sabe qué cosas, quizá en que quiero ir al baño o en qué
me gustaría comer, cuando de la nada escucho una voz en español que le dice a
un grupo pequeño de visitantes:
-Esto
lo pintó una mujer.
Me
detengo de inmediato y pienso que acaba de ocurrir un milagro. Haber oído esa
voz en medio de todo el ruido estando yo tan abstraída. Parece magia. Aunque
pensándolo mejor, puede que el destino quiera que me encuentre con Artemisia Gentileschi,
“la mujer”, que pintó “el cuadro”, que ahora está frente a mis ojos, y que probablemente
no hubiese visto de no ser por esa guía y su frase:
“Este
lo pintó una mujer”, y algo más: “En
este cuadro está ella misma vengándose”.
Imponente
y dramático, con una fuerza arrolladora y violenta, se ve a Judith decapitando a Holofernes. Un
cuadro que plasma el momento bíblico
en el que la viuda Judith, ayudada por su fiel doncella, decapita a Holofernes,
el feroz general enemigo.
Créanme
que el cuadro es imponente. Incluso la sangre parece salirse de los márgenes de
la tela para salpicarnos. Me impactó especialmente la expresión de Judith que,
mientras decapita a Holofernes, se ve segura y hasta calma.
¿Porque
la guía habló de venganza? Necesito saberlo todo lo antes posible. Saco mi
celular y fotografío el cuadro desde todos los ángulos posibles. Escribo el
nombre y el apellido para no olvidarlo: ARTEMISIA GENTILESCHI.
Necesito
saber quién fue. Cómo fue para ella ser artista en el 1600. Necesito conocer su
historia, su forma de pensar, el lugar que ocupó en su época como artista.
Quiero además saber por qué está metida en su cuadro vengándose. Necesito
conocer su obra completa.
Pienso
que una forma de transmitir una obra es compartiendo lo que nos generó ese
encuentro.
Comencé
a escribir esta columna con la intención de reseñar a la artista. Pero cuando
indagué sobre ella vi que la web estaba repleto de reseñas y que la mía sería
una más de las tantas que pueden encontrar.
Pero
cambié de opinión. Me gustaría ser para ustedes, para las que no la conocen, la
voz que los atraiga hacia una mujer valiente y una artista extraordinaria. Querría
provocarles la misma curiosidad que sentí cuando escuché a la guía en la galería
Uffizi y que, como yo, necesiten saciarla.
Les juro que me lo van a agradecer.