Por Belén Parrilla
Había pasado el momento del máximo caos. Estábamos
en el sexto día y Dios
se sentía incompleto, un artista mediocre que hacía paisajes medio aburridos y
animalitos sin ganas de progresar, cuando… ¡eureka!, sintió el impulso que
atraviesa a todo artista en su obra: lo autorreferencial. Y viéndose tan guapo,
decidió crear algo a su imagen y
semejanza.
Aburrido un poco de las explosiones y movimientos
estelares, quiso darle a esta creación una conexión más íntima, y devenido
alfarero celestial, decidió poner manos a la tierra arcillosa… Dios estaba embelesado en su
vínculo artesanal con el objeto que estaba creando. Preso del entusiasmo lo llenó de detalles internos y externos,
y se dio el gusto de algunos caprichitos decorativos. “¡Me quedó
hecho una monada!”, exclamó al contemplarlo. Para limpiar el enchastre de
barro, sangre y pelos lanzó un soplido… Y así, como buen artista, encontró en
el propio hacer el soplo de vida, y el nuevo bichito, Adán nombrado,
quedó dando tumbos sobre sus cuatro patitas.
“No es bueno que el hombre esté solo”, exclamó
Dios viendo que Adán estaba colgado de unas lianas
llevándose a la boca todo lo que encontraba, y temió que por ser hijo único
terminase siendo un consentido. O algo peor. Además, desde el día 1 el creador
había mostrado su lógica binaria: día-noche, mar-tierra… Así que siguiendo esa
estética se propuso mejorar el prototipo. Sumergió a Adán en un sueño profundo para suavizar la operación sin
anestesia y sobre todo, para que no viese el truco del soplo.
Este es un momento importante. Una paradoja de
materialidades… Es comprensible, amasar a veces es una tarea tediosa y la
materia prima ya la tenía ablandada. Arrancar de cero era complicado, ya iban
seis días…, así que Dios tomó un poco de barro de la =?((&(%$ de Adán y moldeó una criaturita
encantadora.
Realmente quedó tan preciosa que costó entender que
había salido de la =?((&(%$. Sabemos que el tema de las traducciones
nunca fue el fuerte de la humanidad. Así que =?((&(%$ pasó a ser costilla.
Un hueso en serie de sofisticada interpretación cultural, teológica y
simbólica.
Estábamos en la criaturita EN-CAN-TA-DO-RA, por ósmosis
también a imagen y semejanza de Dios. Pero abandonemos esa imagen,
porque nos desviará hacia lo hermafrodita o trans. El hombre a imagen y semejanza, de lo que
se desprende que Dios es hombre y que la mujer es una porción aleatoria y
pequeña de Dios. Todo de un solo tiro.
El Creador rellenó el hueco que le había
quedado a Adán, de puro prolijo nomás, lo despertó y le presentó a su nueva
compañera. Adán la miró sorprendido y dijo su primera palabrita: varona.
Dios ya
estaba presentando algunos signos de cansancio cuando ella, Eva, la varona, la primera para siempre, la
parecida a nadie en el paraíso, la encantadora, lanzó un pequeño graznido,
un mini aullido sin llantitos. Inhaló y exhaló. Se estiró un poco, se corrió el
pelo de la cara y se puso de pie. En dos patitas. A Adán le pareció muy
gracioso y se plantó igual. Eva lo miró y tuvo su primer pensamiento: -“¿Igual?,
igual no”. Sonrió, para mostrar los dientes. Y decidió dar un paseíto por
ese lugar hermoso, llamado Edén.
…Continuará