Antes de
reproducir textualmente dicha nota, un poco de historia: Norberto Martina (1930-
2001) fue nombrado capellán del colegio Militar en1969. Más adelante, en 1990
alcanzó el grado de obispo castrense en ceremonia realzada por discurso de
monseñor Antonio Quarracino. Cabe anotar que Martina, en ese entonces, era
considerado un purpurado aggiornado…
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Omar Octavio Carrasco |
El
servició militar o conscripción –colimba, en el lenguaje coloquial- fue abolido
en agosto de 1994, mediante decreto presidencial, luego de que el soldado Omar
Octavio Carrasco, de 19 años, recibiera una paliza mortal el 6 de marzo de ese
año (a poco más de 10 años de la recuperación de la democracia). Carrasco era
un conscripto novato nacido en Cutral-Có, asignado a un cuartel de Zapala
Neuquén; un chico que hasta el momento de ser reclutado repartía pollos
congelados de la pequeña empresa familia. A causa una supuesta falta de
eficacia, fue “avivado” a los golpes por iniciativa de un subteniente. Murió
una hora después y para ocultar el crimen, se acusó a sus compañeros, que
fueron sometidos a cruel “baile”, en tanto a Carrasco –cuyo cuerpo fue escondido-
se lo acusó de “desertor”. Muy desconformes, los padres del joven hicieron la
denuncia, y los diarios empezaron a ocuparse del caso. Un mes después de la
terrible golpiza, el cadáver fue hallado al pie de un cerro: el hecho resultó el
comienzo del final del servicio militar obligatorio. Según la sentencia del
Tribunal Oral Federal de Neuquén, a Omar Octavio Carrasco lo golpearon “porque
era torpe en la vida militar”, detalle que provocó “la ira violenta del
subteniente Ignacio Canevaro”, condenado a 15 años de prisión.
A
continuación, la antes citada columna de M.S.
¡Rompan filas, chicas!
Pues no.
No se trata de un mal chiste sino de una propuesta hecha con toda la seriedad
de que es capaz un obispo castrense: en un momento en que a nivel mundial los
ejércitos tienden a profesionalizarse, y que a nivel local el descrédito
respecto de las condiciones en que se hace la colimba crece, monseñor Roberto
Martina, vicario castrense, no tuvo mejor idea que aconsejar que las mujeres
hicieran el servicio militar.
Así es,
chicas: no contento con avalar –al menos implícitamente- los abusos cometidos
desde siempre por los milicos en la “formación” de soldados para “defender” la
Patria, Martina quiere ahora que dejemos de ser el tradicional reposo del
guerrero para “ascendernos” a guerreras. Claro que él no lo dice así porque
sonaría muy mal: el buen hombre habla de brindar un año de vida en una
actividad de servicio a la comunidad.
La
propuesta se cae de insensata por donde se la mire: ¿Qué nos vienen a hablar de
servicio a la comunidad representantes de una institución cerrada e
insolidaria? ¿El servicio militar que nos querrían imponer se parecería quizás
al Servicio de Damas de Sanidad creado por el régimen franquista en 1941? Si
está de algún modo estipulado por el ejército que los hombres –y también los
cadáveres- se hacen a golpes, ¿con qué sistema correctivo pensará Martina que
se hacen las mujeres?
Como
casi siempre en estos casos, cuando se quiere asimilar a las mujeres a ciertas
expresiones de la cultura machista dominante todavía en muchas áreas, se habla
hipócritamente de equiparación, de que debemos tener los mismos derechos, pero
también las mismas obligaciones… Argumento falaz que en este caso viene bien
para apañar la supervivencia de la tan cuestionada colimba.
No hace
falta ser feminista, pacifista o ecologista para rechazar la idea de
incorporarse –ni siquiera transitoriamente- al ejército argentino. Las
encuestas prueban que la mayoría de las mujeres no quieren ni oír hablar del
asunto. Faltaba más: los sueldos del sector femenino siguen siendo
proporcionalmente más bajos, escasean las guarderías en lugares de trabajo, se
les niega –a las mujeres sin recursos- algún servicio de planificación familiar
o de anticoncepción; el acoso sexual (abuso de poder, a ver si se entiende) es
tomado a la chacota por los medios, las mujeres sistemáticamente golpeadas carecen
de un miserable refugio, millones de amas de casa cumplen doble y hasta triple
jornada sin participación masculina en las tareas domésticas… ¡Y nos vienen a
hablar de que deberíamos estar bajo bandera durante un año porque la igualdad
de derechos implica igualdad de obligaciones!
Que yo
sepa, ni las feministas ni otros movimientos de mujeres mínimamente de
avanzada, pidieron jamás equipararse a los hombres en eso valores arcaicos,
supuestamente viriles, como la agresividad, la violencia, el sadismo. Que son
los que todavía cultivan muchos ejércitos del mundo, haya o no guerra (como
quedó recientemente demostrado en los trágicos sucesos de Zapala).
Y en
cuanto a los llamados “servicios sociales”, mentados para encubrir este
pretendido servicio militar para mujeres, más valdría que algunos representantes
del poder –desde el ejército, la iglesia oficial, y ya que estamos, el mismísimo
gobierno- desarrollaran de vez en cuando conductas de solidaridad, de
sensibilidad social, de altruismo… Cosa de no tener que lavarse la boca antes
de tocar ciertos temas.