Por Guadalupe Treibel
“No me permito previsión ni profecía, la tendencia viene siendo improvisar. No voy a discutir, es tiempo de vivir; lo que será, será”, se planta la incombustible Alaska en el track inaugural de Existencialismo Pop, flamante EP de su eterno dúo, Fangoria. Oda a la impermanencia, la canción en clave electropop debe su título a la lengua karateka por antonomasia de los pagos argentos: “Moria Casán, una estrella multimedia que empleó el concepto de Momentismo absoluto para referirse a su estado sentimental, genialidad que hemos tomada prestada para nuestro tema”, ofrece la media naranja artística de Nacho Canut. Aplicarse el cuento del carpe diem, como propone la dupla madrileña, de ningún modo es mero eco de la extraña nueva normalidad. “La expresión latina tiene sus orígenes en el poeta romano Orazio, no es algo de ahora”, recuerda la exBom, jamás chica del montón, a la que no sentó tan mal el confinamiento estricto: “Siempre quise que se parara el mundo, y se paró. Fue como el fruto de una plegaria atendida de Santa Teresa”. Velitas aparte, se mantuvo moviendo el pie, la tibia y el peroné, grabando con su compañero de andanzas (desde Kaka de Luxe, allá por el ’77) este minidisco, sucesor de sus dos álbumes de versiones -Extrapolaciones y dos preguntas, Extrapolaciones y dos respuestas- que lanzaron en 2019, para celebrar sus 30 años. Además del mencionado track, por cierto, el cancionero consta de cuatro piezas más, a las que así se refieren: “Satanismo, arte abstracto y rock’n’roll es nuestra declaración de principios y la hemos grabado en otras dos versiones, una más cercana al tecnopop y otra al acid house. La mezcla de esos tres estilos es básicamente lo que somos Fangoria. Fantasmagoria, por su parte, es a lo que nos dedicaríamos si hubiésemos nacido a finales del siglo XIX. Musicalmente se sitúa entre The Weeknd y Modern Talking, que es donde está nuestra música favorita de ahora mismo”. Por lo demás, con fechas pautadas por España, desdice Alaska a quienes hablan de “gira”, renuente a cualquier indicio de planificación. “Siempre decimos que somos como las folclóricas: estamos a contratación abierta. Si nos llaman, tocamos”, bromea quien posa como “vengadora” Emma Peel en la portada del EP, acompañada por Canut como John Steed, de impoluto Pierre Cardin, con bombín y paraguas característicos.
León, a paso firme
Por crear “un viaje musical lleno de sorpresas, con pasajes poderosos y motivos rítmicos que incorporan las tradiciones musicales negras de los Estados Unidos y del Caribe en un mismo tejido orquestal”, el benemérito jurado de los Pulitzer premió a Tania León en la categoría musical por su pieza Stride. Obra de un solo movimiento, de cuarto de hora de duración, la prestigiosa compositora y directora de orquesta se inspiró en el movimiento sufragista, puntualmente en Susan B. Anthony, una de sus grandes referentes. “Cuando voy a trabajar un tema o un enfoque, me encanta investigar y, de hecho, pude leer documentos históricos de su puño y letra. Visité su casa, su pueblo; en fin, me zambullí por completo”, cuenta la artista nacida en Cuba, de 78 años, que reside desde hace décadas en NY. Su laureada obra, estrenada el 2020, partió de una invitación: la que le acercó la Filarmónica de Nueva York para participar de Project 19, que el año pasado propuso a 19 respetadas compositoras (entre ellas, Joan Tower, Maria Schneider, Olga Neuwirth) escribir música para conmemorar el centenario de la ratificación de la 19ª Enmienda. Enmienda que garantizó que el derecho al voto no sería “ni negado ni restringido por razón de sexo”, habilitando el sufragio femenino en Estados Unidos. “Quise hacer hincapié en la resiliencia de Anthony, la certeza de que el fracaso no era una alternativa. Esa fuerza tan especial motorizó a las sufragistas, que jamás admitieron derrota y siguieron adelante”, destaca León, primera música en su familia humilde de La Habana, que también dedica Stride a su abuela, que alentó su temprana vocación, consiguiéndole -cuando apenas era una párvula- un piano.
¡Correo de Patti!
Aunque en actividad desde abril, un recordatorio para distraídos/as: recibir un email semanal de Patti Smith está en las cartas, solo hay que suscribirse al newsletter que inauguró a comienzos de abril. Cada entrega es una sorpresa: puede incluir una anécdota en primera persona con Bob Dylan, una poesía, cómo un tema de R.E.M. le dio un chute de energía en semanas de bajona, como confesaba a principio de junio, cuando le estaba resultado “algo difícil tomar decisiones, concentrarme en un libro, redactar un mensaje simple, lavar la ropa, contestar el teléfono. Existe una ansiedad subyacente, poco común y ciertamente indeseada; una extraña parálisis, combinada con un entusiasmo disminuido, parece flotar sobre todo, como un polvo pospandemia”. También hay sitio para pedido a seguidores: ¿qué canción debería versionar? Un cable directo a la mente de la legendaria dama que hará las delicias de sus muchos fans, gustosos de leer “mis cavilaciones semanales” y, albricias, en forma gratuita. “Escribir es lo que hago. Es lo que he hecho desde los 12, imaginándome como Jo March. Pensamientos, relatos policíacos y poemas, escondidos en pilas de cuadernos, bosquejados en cada etapa de la vida. Ahora, en esta momento tan peculiar, aislados de familiares, amigos y compañeros de trabajo, estamos reinventando nuestros procesos”, explicó la legendaria damisela sobre su boletín, que arriba religiosamente cada jueves, a través de la plataforma Substack.
In memoriam
Masacre de Tulsa en Watchmen
“They Still Want to Kill us”, entona con
sentimiento J’nai Bridges, reconocida mezzosoprano afroestadounidense, en la
homónima pieza que ha creado el compositor de formación clásica, violinista y
activista Daniel Bernard Roumain con motivo del 100 aniversario de la Masacre
de Tulsa. La artista -que tiene en su haber aplaudidas presentaciones en la
Metropolitan Opera de New York, la Washington National Opera y la San Francisco
Opera, entre otras- se presta a “un aria sin censura”, como define el autor,
para sumarse a un reclamo colectivo que ha cobrado bríos este último tiempo.
Joe Biden ha condenado enérgicamente el trágico episodio que le costara la vida
a 300 mujeres, niños y hombres afroamericanos entre el 31 de mayo y el 1 de
junio de 1921, hace un siglo exacto. Fue entonces cuando una turba de blancos
saqueó e incendió hogares y negocios del pujante barrio Greenwood, en Tulsa,
Oklahoma, haciendo trizas unas 35 manzanas, dejando sin techo a más de 8 mil
personas. Disparos a mansalva y fuego consumiendo iglesias, tiendas, edificios
fueron la postal del tenido por uno de los peores, más cruentos ataques
racistas en los Estados Unidos, acaecido en lo que se conocía como el “Wall
Street negro” gracias al esfuerzo mancomunado de exsoldados, profesionales y
artesanos que habían sentado las bases para una vida pacífica en esa zona
segregada. En una época en la que los linchamientos eran moneda corriente y los
supremacistas blancos gozaban de total impunidad, las tensiones raciales
tuvieron como detonando un episodio puntual: Dick Rowland, un limpiabotas negro
de 19 años, entró a un hotel de Tulsa para usar el baño de último piso, único
autorizado para gente afro. En el ascensor coincidió con Sarah Page, blanca, de
17. Al parecer, mientras salía, DR tropezó y, sin querer, pisó a la muchacha,
que echó un grito. Automáticamente se dio por sentado que la chica pedía
auxilio, que Rowland la había violado. Fue encarcelado. Cientos de blancos
armados se arrimaron al juzgado con intención de acribillarlo. Un número menor
de negros se acercó a defenderlo. Hubo un disparo. Se desató el caos… Ningún
blanco fue procesado, ningún afro indemnizado; para más inri, alrededor de 6
mil negros fueron detenidos, culpados por los disturbios que habían arrasado
con sus propios hogares. No hubo asistencia del gobierno, y las firmas de
seguro desestimaron los reclamos de las víctimas. De hecho, el ataque
prácticamente fue olvidado (no figuró en los libros de historia hasta los 90s;
recién en 2019 se trató en la serie Watchmen),
puesto en foco solo recientemente gracias al movimiento Black Lives Matter.
Puesto ahora en voz de Bridges, que como artista siente “la responsabilidad de
transmitir consciencia y conocimiento”. “They
Still Want to Kill us es una pieza que está directamente alineada con mi
rol en el mundo”, dice J’nai: “La sanación no puede empezar hasta no saber con
qué hemos lidiado, y seguimos lidiando”.