Detrás de las canciones, mujeres inspiradoras

Por Silvia Majul


Simone de Beauvoir decía que “No se nace mujer, nos convertimos en una”. Me encanta anclarme en esta famosa frase puesto que viniendo de otra generación -donde la doctrina patriarcal teñía mi formación en la infancia y adolescencia- ser mujer fue aprender a autopercibirme como tal.

En el pueblo mapuche hay una palabra para el comunicador: “werken”. Y no se trata específicamente de un oficio sino de un rol/vocación. Se respeta a quien ha nacido con el poder de decir/comunicar a muchos. Pocas veces se puede evadir la vocación con la que nacimos. Si no se realiza lo que está en nuestra naturaleza profunda, algo se muere. 

Comunicar es el arte de tomar las manos de los otros y generar lazos. Es sacar la piedra preciosa que, como flor de loto, crece bajo el barro, y darle visibilidad pública. El arte de comunicar se puede practicar a través del periodismo, escribiendo un libro, pintando un cuadro, haciendo una película...

Por estas buenas razones, para ejercer a mi manera el don del que hablan los mapuches, atender a la memoria que me persigue puntualmente y a esta obsesión por recordar como un acto de reivindicación, hice el libro Musas. Que, estoy convencida, contribuye a la construcción de una identidad colectiva que trata de desafiar las narrativas dominantes. Porque conocer la historia de una canción, saber de qué material está hecha -como el barro de una vasija-, intuir lo que pudo sentir, decidir, pensar, hacer esta o aquella mujer inspiradora nos acerca más a la apreciación de un tema.

Así fue que me zambullí en la historia de mujeres que, por la época en que nacieron, acaso no pudieron ponerle un final feliz a una historia de amor como la musa de Caminito -Rogelia Ortiz-; y también las que dijeron “No es no”, como Merceditas que eligió una vida de campo y en silencio.

Silvia Majul

También hicieron su aporte aquellas grandes músicas y anfitrionas, apoyadas por sus compañeros, como Yolanda Pérez -la de Zamba de Lozano-; o las precursoras como Carmen Funes -La Pasto verde-; o Barbarita Cruz (Jujuy mujer), "sola en Purmamarca, fiera a la distancia"...

El libro está dividido en cuatro capítulos -los cuatro elementos-, ilustrado por la mano del pintor justiciero Juan Delfini. Primeramente: Mujeres a las que les hicieron canciones, desentrañando más lo que hicieron en su vida que la propia historia de amor o de desencuentro. El segundo es para las Mujeres Argentinas, de Félix Luna y Ariel Ramírez; luego Mujeres Cantoras como Carmencita Guzmán a quien su compañero le hizo el tan exitoso tema Amarraditos. La última sección no tiene nombres propios porque ellas quedaron en el anonimato, también porque en esa zona está la soledad, la añoranza, la muerte, el destino de mujeres que inspiraron obras, temas del folklore.

Espero con mucha ilusión dedicarme al segundo volumen para volver a viajar por el interior de ellas. Creo que todas las mujeres somos como un collage, tenemos un poco de cada temperamento: de la soltera por elección, la madre de uno o varios hijos, la silenciada, la revolucionaria... Es apasionante haber llegado al papel impreso luego de 25 años de viajar a través de muchas de ellas. Con el libro en la mano, pueden elegir al azar alguna, cebarse unos buenos mates y tomarse este bondi que les propone asomarse a los respectivos mundos de mujeres dignas de ser rescatadas del olvido. Todas guardando un espacio de misterio que  prefiero respetar.


A continuación, un capítulo del libro Musas:

"Carmencita"

Carmen Guzmán

En su última casa de Floresta, Buenos Aires, tenía fotos y notas de diarios pegados en la pared. Pero como la vivienda no era de su propiedad, cuando partió, vinieron nuevos dueños y al igual que en la película “Tomates verdes fritos”, arrancaron de su trinchera retazos de su camino artístico. La mujer que la cuidaba alcanzó a rescatar algunas partituras que se volaban del piano. Como dijo su comprovinciano Armando Tejada Gómez en la contratapa de un disco, Carmencita “canta hacia todos los vientos del cancionero”.

Luego de estar más de 60 años con el músico y compositor santafesino Pedro Belisario Pérez, rezongaba: “No entiendo a las mujeres que se separan”. Ya en el hospital, la enfermera le cuchicheó al pasar: “Usted es uno de esos pocos casos que pueden estar tantas décadas con alguien. ¡Hoy no nos aguantamos ni dos días!”. Ella sonrió por penúltima vez, con una línea en sus labios que parecía sacada de un cuadro de Leonardo da Vinci.

Carmen trabajó hasta casi sus últimos días en Sadaic, institución a la que donó el piano sobre el cual Pedro compuso, junto a Margarita Durán, “Amarraditos”, dedicado a ella. Con los pentagramas se fueron también algunas fotos con Chabuca Granda, Soledad y tantos otros intérpretes de ese vals peruano. Y con ellas, el recuerdo de esas largas tertulias junto a Mercedes Simone, Lucio Demare, Aníbal Troilo y Astor Piazzolla, donde participaban también laderos de la pluma, como Héctor Negro, con quien compuso su obra más amada por Mercedes Sosa, “De Buenos Aires Morena”. Por esa composición subió por única vez al Teatro Colón y al Festival de Folklore de Cosquín.

El viento zonda de su provincia la llevó por el mundo, primero de la mano de su amado Pedro y después gracias a sus propias creaciones como “Porque vas a venir”, tema que Joan Manuel Serrat llevó en un casete a España. Ya en su país se la dio a la cantora Martirio, quien la grabó y en su más reciente visita a la Argentina, le envió a la casa de Floresta dos orquídeas en agradecimiento por sus obras y a las de su compañero. “En una zamba”, escrita por Pedro, es un claro ejemplo de popularidad: la muchedumbre la entona en cada fogón, en cada peña y en cada festival.

Carmen Guzmán fue cantante, compositora, guitarrista y docente. Y si bien la sombra de la soledad le rondaba siempre marcando territorio, la niña que llegaba a estudiar guitarra en una carreta, tendría el visto bueno del eximio guitarrista español Andrés Segovia. Así mismo, Carmencita nunca se puso rótulos y cuando pudo pateó el tablero de la música tradicional cuyana y se dedicó a cantar boleros y milongas. Desde aquel 24 de diciembre de 1944, cuando ganó un concurso en Radio Cuyo a aquella “Guitarra desolada” (que le dedicara a Atahualpa Yupanqui y que compuso junto a Julio Fontana) se transformó en una metáfora de aquella joven de vestido corto abriéndose camino en los festivales.

En este 2025 el almanaque dice que se cumple el centenario del natalicio de Carmen Guzmán. Vuelvo a mirarla en la tapa de la revista Folklore firmando autógrafos, como cualquier ídolo popular de la época y pienso que la soledad es solo una sombra transformada en recuerdo, que se va escuchando a lo lejos “Ser”, aquel tema que compuso con Mandy, en la voz de su amiga Tana Rinaldi... “Yo, no pido más / Quiero ser / Un buen recuerdo / Alguna vez...”.


Musas. Mujeres que inspiraron canciones folklóricas, Editorial Mil Campanas, octubre de 2025.

Silvia Majul: agente de prensa, comunicadora, gestora cultural, productora, cineasta (Un pueblo hecho canción, tributo a Daniel Toro, 2021).