En cierto modo, con esas
performances -previas a sus espectáculos vinculados a la poesía en salas
alternativas- Guitart realizó una suerte de labor “misionera”, como decía Lorca
de su iniciativa al frente de La Barraca, ese grupo de teatro universitario
creado en los tempranos ’30, bajo el gobierno democrático de la Segunda
República, que ofrecía textos clásicos del Siglo de Oro por los pueblos del
interior de España. Una difusión visionaria, con integrantes de elencos que no
eran actores profesionales pero que debían tener buena dicción y saberse de
memoria los materiales seleccionados.
Según el propio Federico, para
así “huir de la declamación convencional y por la alegría de poder colaborar en
la medida de nuestras fuerzas con esta hermosa hora de la nueva España”. Los
elencos viajaban en camiones junto con las escenografías -diseñadas por
valiosos artistas visuales-, mujeres y varones portando uniformes de trabajo
cuando no actuaban. María del Carmen García Antón, estudiante en ese entonces, exiliada
luego en Buenos Aires contó esa extraordinaria experiencia en el libro Visto
al pasar. República. Guerra. Exilio (Memorias del destierro en Argentina),
reeditado en 2022 por Renacimiento, Colección Memoria, España.
Obvio es aclarar que La Barraca
dejó de existir cuando sucedió el golpe de estado en julio de 1936, encabezado
por Francisco Franco que sumiría al país en la Guerra Civil que concluyó el
1939, dando comienzo a una dictadura que duraría varias décadas, en connivencia
con la Iglesia Católica oficial. Y, como es sabido, un aciago 16 de agosto de
1936, FGL fue detenido por las fuerzas del franquismo y asesinado dos días
después.
Queridísimo Federico
Precisamente en ese espacio de
dos jornadas de ansiosa espera, de dolorosa incertidumbre antes de saber el
trágico desenlace, transcurre el último de los espectáculos teatrales que MMG
dedica a su muy amado poeta, Cartas a mi hijo Federico, estrenado hace unos
años, que felizmente se ha repuesto recientemente en la sala Ítaca. Con la
dramaturgia renovada y bajo la dirección de su creadora e intérprete que
encarna con unción a Vicenta, la madre del genial granadino. De negro, rodeada
de elementos escenográficos esenciales como punto de apoyo o referencia, ella
encuentra las cartas que le envió a su hijo cuando estaba lejos, y que él
atesoró celosamente.
Durante la obra Cartas…,
esta madre en un tiempo suspendido lee lo que le escribió al poeta, se
encuentra a sí misma en esas líneas y, en cierta forma, se reencuentra con el
gran ausente al imaginarlo leyendo esas cariñosas misivas… En la dramaturgia se
cuelan naturalmente versos de Federico, algún fragmento teatral, un canturreo,
se eleva una tradicional plegaria que no será escuchada. Cada tramo, con el
oportuno acompañamiento del chelo diestramente tocado por Daiana Moreno,
siguiendo la partitura de Mailen Ubiedo Myskow.
María Marta Guitart -que
paralelamente a sus unipersonales se ha destacado por sus actuaciones en obras
como Divagaciones (2004), Tumbada blanca sobre blanco (2007), Borkman
(2017), Golpes a mi puerta (2019), entre otras- prosigue, entonces,
realimentando su pasión por Federico García Lorca. Que no solo ha promovido en
el transporte público, salas de teatro y giras, sino también -a través de su
emprendimiento Teatro en Camino- en colegios secundarios, en los que suele
ofrecer, asimismo, otras creaciones suyas donde hace brillar textos de
Alfonsina Storni, de Gabriela Mistral.
Cartas a mi hijo Federico, los
viernes a las 20,15 en Ítaca, Humahuaca 4027