Una madre escribe cartas a un hijo llamado Federico

 


Hacia fines de los años 90, María Marta Guitart -actriz, cantante, dramaturga, agitadora cultural- se largó con gallardía a recitar poemas, a interpretar fragmentos de piezas de Federico García Lorca en colectivos y subtes, sorprendiendo gratamente a la mayoría de los/as pasajeros/as, e incluso entablando algún diálogo alusivo si había esa disposición en el ocasional público. Por cierto, no es ninguna novedad afirmar que Lorca es un gran favorito de teatreras/os locales.

En cierto modo, con esas performances -previas a sus espectáculos vinculados a la poesía en salas alternativas- Guitart realizó una suerte de labor “misionera”, como decía Lorca de su iniciativa al frente de La Barraca, ese grupo de teatro universitario creado en los tempranos ’30, bajo el gobierno democrático de la Segunda República, que ofrecía textos clásicos del Siglo de Oro por los pueblos del interior de España. Una difusión visionaria, con integrantes de elencos que no eran actores profesionales pero que debían tener buena dicción y saberse de memoria los materiales seleccionados.

Según el propio Federico, para así “huir de la declamación convencional y por la alegría de poder colaborar en la medida de nuestras fuerzas con esta hermosa hora de la nueva España”. Los elencos viajaban en camiones junto con las escenografías -diseñadas por valiosos artistas visuales-, mujeres y varones portando uniformes de trabajo cuando no actuaban. María del Carmen García Antón, estudiante en ese entonces, exiliada luego en Buenos Aires contó esa extraordinaria experiencia en el libro Visto al pasar. República. Guerra. Exilio (Memorias del destierro en Argentina), reeditado en 2022 por Renacimiento, Colección Memoria, España.

Obvio es aclarar que La Barraca dejó de existir cuando sucedió el golpe de estado en julio de 1936, encabezado por Francisco Franco que sumiría al país en la Guerra Civil que concluyó el 1939, dando comienzo a una dictadura que duraría varias décadas, en connivencia con la Iglesia Católica oficial. Y, como es sabido, un aciago 16 de agosto de 1936, FGL fue detenido por las fuerzas del franquismo y asesinado dos días después.


Queridísimo Federico

Precisamente en ese espacio de dos jornadas de ansiosa espera, de dolorosa incertidumbre antes de saber el trágico desenlace, transcurre el último de los espectáculos teatrales que MMG dedica a su muy amado poeta, Cartas a mi hijo Federico, estrenado hace unos años, que felizmente se ha repuesto recientemente en la sala Ítaca. Con la dramaturgia renovada y bajo la dirección de su creadora e intérprete que encarna con unción a Vicenta, la madre del genial granadino. De negro, rodeada de elementos escenográficos esenciales como punto de apoyo o referencia, ella encuentra las cartas que le envió a su hijo cuando estaba lejos, y que él atesoró celosamente.

Durante la obra Cartas…, esta madre en un tiempo suspendido lee lo que le escribió al poeta, se encuentra a sí misma en esas líneas y, en cierta forma, se reencuentra con el gran ausente al imaginarlo leyendo esas cariñosas misivas… En la dramaturgia se cuelan naturalmente versos de Federico, algún fragmento teatral, un canturreo, se eleva una tradicional plegaria que no será escuchada. Cada tramo, con el oportuno acompañamiento del chelo diestramente tocado por Daiana Moreno, siguiendo la partitura de Mailen Ubiedo Myskow.

María Marta Guitart -que paralelamente a sus unipersonales se ha destacado por sus actuaciones en obras como Divagaciones (2004), Tumbada blanca sobre blanco (2007), Borkman (2017), Golpes a mi puerta (2019), entre otras- prosigue, entonces, realimentando su pasión por Federico García Lorca. Que no solo ha promovido en el transporte público, salas de teatro y giras, sino también -a través de su emprendimiento Teatro en Camino- en colegios secundarios, en los que suele ofrecer, asimismo, otras creaciones suyas donde hace brillar textos de Alfonsina Storni, de Gabriela Mistral.

Cartas a mi hijo Federico, los viernes a las 20,15 en Ítaca, Humahuaca 4027