Para alcanzar meta tan noble, vale tener muy en cuenta los consejos
(anónimos) del artículo A la mujer intolerante, publicados
por la tradicional revista El Hogar en su número 1484, del 25 de marzo de 1938,
a saber: “Mujer, si eres déspota, si pretendes dominar a tu marido, disciplinar
a tus hijos, oprimir a tus criados, todos acabarán por detestarte. No serás
querida sino soportada”. Tales admoniciones quizá parezcan exageradas a
lectoras que consideren imprescindible una mano inflexible para mantener la
casa y la familia en perfecto orden. Pero El Hogar nos recuerda que “son
atributos característicos de la femineidad la abnegación y la dulzura, y no la
destemplanza y el absolutismo”.
Por si necesitas mayores aclaraciones, amiga lectora, has de saber
-siguiendo los lineamientos de la citada revista- que “tu esposo te hizo suya
porque buscó llevar contigo al hogar un recipiente de ternura, no una trenza de
correhuelas para látigo”. En consecuencia, “no debes estafarlo con la mentira
embozada en tu sexo y el engaño agazapado en tu corazón femenino”.
A ver si se entiende más claro dicho de otra manera: “No es de mujeres
predominar en la casa, con sólo intentarlo desencadenarás reyertas, quejas,
disgustos”. Y aunque a veces te parezca que actuar con tanta dureza te da
seguridad, te hace sentir más fuerte, “mezquina y ridícula victoria la tuya
teniendo a un muñeco por marido” (sic). Con esa actitud intolerante y de mando,
siempre, pero siempre perderás, “tanto que quizá lo pierdas todo, porque puede
ocurrir que tu marido parta en procura de ternura a otro lado, prefiriendo
coyunda irregular en compañera tierna, sumisa, cariñosa, que dechado de
virtudes con forma de basilisco”. Muy por el contrario, si ganas su confianza
en buena ley, él permanecerá complacido a tu lado.
Por si acaso las bienintencionadas indicaciones de El Hogar no han
convencido del todo a alguna lectora díscola y con ánimo independentista, aquí
va el contundente párrafo final de la citada nota: “Y cavarás tu desdicha por
haber olvidado que es fuerza de las mujeres la abnegación, la ternura, armas
del alma femenina más poderosas que todas las cárceles y más fuertes que todos
los látigos”...