Argentinísimas, pero devotas de los modistas parisinos

Carven, Robe à fleurs

Nada mejor que la mirada de un extranjero -o de varios- que nos garantice la verdad de la milanesa con el objetivo de descubrir nuestra auténtica idiosincrasia, tal como sucede a través del manual Savoir-vivre internacional (Ediciones Castilla, Madrid, 1957). Para viajar como la gente, hay que tener las “llaves de las susceptibilidades” de los distintos países del mundo, según nos hace saber Pierre Daninos en el prólogo de este libro. “Se ha hablado mucho de Geopolítica, y se debería hablar también de Geopsicología”, apunta el compilador de los diversos capítulos pergeñados por especialistas que nos adentran en los secretos de la forma de ser de los pueblos más disímiles, cuyas costumbres y modismos se impone conocer a fin de no incurrir en imperdonables gaffes.

Como la caridad bien entendida empieza por casa, vale repasar las características locales, reveladas por los estudiosos Pierre y René Gosset, quienes en el arranque nos aclaran con suma condescendencia: “No, la Argentina no es un país tropical: ésta es una de las nociones que debemos revisar”. ¡Menos mal! Porque esa duda nos asaltó en los días incandescentes que sufrimos en el pasado verano porteño, y ya nos están amenazando los meteorólogos con subir aún más la columna mercurial el próximo estío. Pero no pensemos ahora en el calentamientos global y sigamos descubriendo algunos aspectos que quizás desconocíamos de los habitantes del suelo patrio: “Poseen un refinamiento que se va perdiendo en Europa: no se contentarán con recitarles una estrofa de la última obra de Anouilh, sino que estarán al corriente de todas las producciones literarias más modernas”. Por otra parte, contrariamente a lo que podría sospechar gente mal pensada, “en la Argentina, un ganadero no es un hombre grosero e inculto sino un refinado con dinero que en invierno frecuenta los salones (?) y los grandes teatros”. Y fíjense ustedes las cosas que hay que leer para aprender: “Es el modo de hacer correr el dinero, de ganarlo y gastarlo, la ligereza con que se lo trata lo que llama la atención. Cada cual se enriquece o se arruina, pero gasta sin temor hasta el último céntimo de sus ganancias”.

Al parecer, y aunque a algunas desinformadas les sorprenda, en nuestro país existe una “sociedad a caballo” que es de lo más agradable: “No habrá terminado usted de deshacer su equipaje, cuando ya las llamadas telefónicas se sucederán invitándole a comer, al teatro, a un té, a un aperitivo... Por poco que usted figure en los campos de las artes, el periodismo, el deporte o los negocios, todo el mundo querrá agasajarle”.


Ahora bien, vale estar al tanto de otras precisiones fundamentales que nos brindan gentilmente los ilustrados caballeros Gosset: en nuestro país hay una alta sociedad, pero no existe aristocracia, y tampoco hay clase media. O sea y para que nos quede clarito, “se es de la sociedad o no se es nada. Para pertenecer, hay que estar emparentado con los Unzúa, Alvear, Cobo, Torquinst, Alcorta, Anchorena y Duggan”. Según Savoir-vivre internacional, la Exposición Rural (ver encantadora ilustración ad hoc del manual citado) “es el acontecimiento mundano más importante de toda la temporada: entonces se divide la curiosidad entre los toros premiados y las colecciones de moda”.

A los turistas que enfilan hacia Buenos Aires se les recomienda tener en cuenta que, en los tres meses de verano, “la ciudad queda vacía: todos emigran hacia los eucaliptos de las estancias, junto a los sauces del Tigre o a Mar del Plata”. Pero los que desean divertirse más alocadamente “toman el barco y se van a Uruguay, que les ofrece magníficas playas, donde el bikini y el adulterio se toleran...”. Y una última pincelada sobre las supuestas damiselas nativas: “Las argentinas permanecen siempre fieles a los modistos de París, pese a la ofensiva americana. Lo que más las desespera es tener que llevar, por la diferencia de estaciones, la moda del invierno o del verano seis meses después que en París”. Un horror, verdaderamente...