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Carven, Robe à fleurs |
Como la caridad bien
entendida empieza por casa, vale repasar las características locales,
reveladas por los estudiosos Pierre y René Gosset, quienes en el arranque nos
aclaran con suma condescendencia: “No, la Argentina no es un país tropical:
ésta es una de las nociones que debemos revisar”. ¡Menos mal! Porque
esa duda nos asaltó en los días incandescentes que sufrimos en el pasado
verano porteño, y ya nos están amenazando los meteorólogos con subir aún más la
columna mercurial el próximo estío. Pero no pensemos ahora en el calentamientos
global y sigamos descubriendo algunos aspectos que quizás desconocíamos de los
habitantes del suelo patrio: “Poseen un refinamiento que se va perdiendo en
Europa: no se contentarán con recitarles una estrofa de la última obra de
Anouilh, sino que estarán al corriente de todas las producciones
literarias más modernas”. Por otra parte, contrariamente a lo que podría
sospechar gente mal pensada, “en la Argentina, un ganadero no es un hombre
grosero e inculto sino un refinado con dinero que en invierno frecuenta los
salones (?) y los grandes teatros”. Y fíjense ustedes las cosas que
hay que leer para aprender: “Es el modo de hacer correr el dinero, de ganarlo y
gastarlo, la ligereza con que se lo trata lo que llama la atención. Cada cual
se enriquece o se arruina, pero gasta sin temor hasta el último céntimo de sus
ganancias”.
Al parecer, y aunque a
algunas desinformadas les sorprenda, en nuestro país existe una “sociedad a
caballo” que es de lo más agradable: “No habrá terminado usted de deshacer su
equipaje, cuando ya las llamadas telefónicas se sucederán invitándole
a comer, al teatro, a un té, a un aperitivo... Por poco que usted figure en los
campos de las artes, el periodismo, el deporte o los negocios, todo
el mundo querrá agasajarle”.
A los turistas que enfilan hacia Buenos Aires se les recomienda tener en cuenta que, en los tres meses de verano, “la ciudad queda vacía: todos emigran hacia los eucaliptos de las estancias, junto a los sauces del Tigre o a Mar del Plata”. Pero los que desean divertirse más alocadamente “toman el barco y se van a Uruguay, que les ofrece magníficas playas, donde el bikini y el adulterio se toleran...”. Y una última pincelada sobre las supuestas damiselas nativas: “Las argentinas permanecen siempre fieles a los modistos de París, pese a la ofensiva americana. Lo que más las desespera es tener que llevar, por la diferencia de estaciones, la moda del invierno o del verano seis meses después que en París”. Un horror, verdaderamente...