Refugios de felicidad en la escritura

Por Carla Leonardi

No hay milagro más cruel que este.

Soy arrastrada por caballos, los cascos de hierro.

Yo resisto, resisto hasta el final.

Logro un trabajo.

Túnel oscuro donde se precipitan las visitas,

las inspecciones, las manifestaciones, las caras espantadas,

Soy el centro de una atrocidad,

¿Qué dolores, qué penas estaré maternando?

Tres mujeres, Sylvia Plath


Encontrarse con el libro que escribió María Magdalena sobre Sylvia Plath es uno de los hallazgos más bellos que puede acontecerle a un/a lector/a apasionado/a. Pasión es lo que no falta en este libro, no solo en lo que hace a la vida de la poeta en cuestión, sino también en la manera en que María Magdalena escribe acerca de su vida, de sus poemas y de las reflexiones a las que éstos la llevan. La autora recorre lugares donde vivió Plath y se interna en las oscuridades, pero también en las luminosidades de su vida, y también en las propias.  

Entonces, frente a No hay milagro más cruel que este, la puerta de entrada no es la clásica biografía, narrada desde la temporalidad lineal de una vida, comentada y enriquecida con anécdotas al estilo del chisme, acaso inéditas; sino la de dejarse llevar por el fluir de la escritura sobre una vida y una poesía singulares, que pueden testimoniar algo de la tragedia de ser mujer y de la que acaso podamos servirnos los lectores. La singularidad del libro de María Magdalena reside en no adentrarse en el misterio de Plath desde la exterioridad, como una observadora, erudita de un saber, sino desde el hilo invisible que une su propia experiencia como mujer y como escritora a la de Plath y a la de muchas otras mujeres. De ahí que intercale y amalgame el tono del ensayo con el de la propia ficción autobiográfica y la poética de la propia Plath para deconstruir muchos de los mitos y prejuicios entorno a la autora, para interrogarse e interrogarnos desde allí como mujeres respecto de los mandatos patriarcales que aún hoy nos comandan en el amor, la maternidad y la escritura.

En esta línea, un primer movimiento que realiza Magdalena, es restituirle a Sylvia Plath su nombre propio como poeta. Ese que se forjó por la singularidad del estilo de su lengua, que arriesgada y bella hace hablar al cuerpo herido y sufriente de una mujer, de una madre y de una escritora; que intenta arreglárselas, que intenta encontrar su lugar entre esos tres quehaceres, en una época que inevitablemente la restringe (por herencia familiar y por mandato social), al ámbito privado de lo doméstico. Testimoniar sobre la experiencia de la partición femenina tiene un valor en sí mismo, que solo puede lograrse habitando el vacío y la división subjetiva en carne propia. Y que se opone al reduccionismo de clasificar la escritura de Plath en términos de “confesional”, como si se tratase de un género de segunda, y también al de ser confinada a un lugar de segunda, ligado al mote de “la esposa de Ted Hughes”, el poeta consagrado.

Otro gran mérito de los escritos de María Magdalena es la respetuosa  delicadeza con que retrata y trata a la figura de Plath y a su obra, siempre evitando la psicopatologización y por el contrario, dejándose enseñar por ella. De esta manera, no solo consigue insuflar al lector la curiosidad por adentrarse en el mundo y en la poética de Plath, sino que la muestra como una mujer cuyo padecer del amor, la maternidad y la escritura, no es tan ajeno al nuestro de cada día. Así, la poeta, no se reduce a la depresiva ni a la suicida; porque María Magdalena consigue hacer resonar que Sylvia encontraba reductos de felicidad en la escritura, en el goce de la lengua. Se trata acaso de un pequeño pero milagroso paraíso al que hoy podemos aspirar, que ya no se reduce a la tierra de unos pocos elegidos, porque muchas mujeres, como Sylvia, supieron tejerse, contra las múltiples demandas del otro patriarcal, el preciado cuarto propio y habitar el duro y bello deseo de escribir.

Sylvia Plath amó, maternó y escribió, como pudo, y a pesar de ello, testimonió sobre el malestar sin nombre inherente a lo femenino. Lo que nos legó es de una potencia arrolladora y fecunda, si sabemos leer, como bien lee y escribe, con cuidado y amor, María Magdalena.

 

Ficha técnica:

No hay milagro más cruel que este.

Sylvia Plath: amar, maternar, escribir.

122 páginas, Las Furias Editora, 2022.