Libertad Demitrópulos, ese genio femenino

Con motivo del centenario del nacimiento de la grandísima escritora, Damiselas reproduce la nota que se publicara en esta revista hace 2 años, el 19 de julio de 2020. Cabe destacar que el próximo 21 de agosto, el CCK ofrecerá desde las 16 hs un programa de homenaje a Libertad Demitrópulos que incluirá lecturas, mesas de crítica y debate, la presentación del libro La Ventana de Libertad, una exposición. Con la participación, entre otros/as, de Florencia Abbate, Selva Almada, Nora Domínguez, Matilde Sánchez, Ariel Schettini, Camila Sosa Villada.

A continuación la antes citada nota, firmada por Moira Soto...


“Por la superación operada por ellas en cada una de sus respectivas esferas, esclareciendo con una luz particular las mayores apuestas de nuestro tiempo”. Así fundamenta Julia Kristeva -lingüista, novelista, psicoanalista- el título que abarca la serie de tres volúmenes dedicados, respectivamente, a Hannah Arendt, Melanie Klein y Colette: El genio femenino. Es decir, la filosofía, el psicoanálisis y la literatura ganando en alta escala con el aporte de estas tres mujeres innovadoras. En dicha categoría -el genio específicamente femenino- merecería figurar la escritora argentina Libertad Demitrópulos, autora -entre otras obras valiosas- de la monumental novela Río de las congojas (1981), casi ninguneada en vida, salvo algunos premios y homenajes tardíos.

“Libro con vocación de clásico secreto”, escribió haciéndole justicia Diana Fernández Irusta en el diario La Nación (12-12-2016). “Novela histórica con un eco de relato de viajes, alucinante inmersión en tiempos de la conquista donde la lectura mece -como lo hacían las canoas y los barcos de entonces- por entre las aguas de un mítico río Paraná (…) A través de ellos (los viajes), Demitrópulos construye otra lengua, un caudal de palabras que viene de un tiempo distinto, los hace hablar como quizás se hablaría hace siglos y nos sumerge -realmente lo hace- en las aguas de otro mundo (…). Hija de un portugués traficante de esclavos que nunca quiso saber de ella y de una española que tardó poco en dejarla al cuidado de un padrino, María se fue haciendo sola. Nada de coser o bordar y mucho de arcabuces; apenas prudencia y un desborde de coraje. Y a elegir y a ponerle pecho a la corriente, aunque viniese en contra. La Muratore merece un lugar entre las grandes heroínas, y su creadora, entre quienes renuevan el sentido de las palabras”.

Ciertamente, este Río de las congojas que arrastra, hipnotiza, sumerge al/la lector.a parece escrito en estado de trance poético por una pluma incontenible que recrea una época colonial en el siglo XVI, un paisaje de río, verdor y caserío durante la primera fundación de la ciudad de Santa Fe y después. Ese probable estado de trance de Libertad Demitrópulos podría asociarse en algún punto con la escritura de Blonde, una novela sobre Marilyn, de otra escritora sumamente talentosa, la estadounidense Joyce Carol Oates. “Radicalmente destilada en forma de ficción”, anota en el prólogo la propia autora que eligió como epígrafe una frase de Sartre: “La genialidad no es un don sino la manera en que una persona inventa en circunstancias desesperadas”.

Libertad Demitrópulos
Desesperación, claro está, con tintes de exasperación, de impaciencia: ¡ese libro tenía que ser escrito! Y escrito de esta forma, poniendo todo el esfuerzo y el coraje de que se es capaz. Con agitación y vehemencia, sí. En el caso de nuestra Libertad, que escribía en horas nocturnas y se definía “solitaria”, valdría acaso imaginarla, con palabras prestadas por San Juan de la Cruz, en una noche oscura,/ con ansias en amores inflamada,/ (…)/ En la noche dichosa,/ en secreto, que nadie me veía,/ ni yo miraba cosa,/ ni otra luz ni guía/ sino la que en el corazón ardía… Sabemos bien, porque se han hecho incontables interpretaciones, que el bellísimo poema del siglo XVI Noche oscura alude al alma en pos de la unión mística con Dios. Pero leyéndolo desde la imagen de LD escribiendo casi enajenada en la “casa sosegada” su gran novela de viajes, aparece ella misma haciendo su viaje iniciático a otros tiempos, otras lenguas, elevándose hacia cumbres literarias. Tan espiritual y tan carnal.

Otros versos cita Demitrópulos como epígrafe de su Río…: pertenecen a un poeta griego (la nacionalidad del padre de Libertad), militante comunista cuya obra fue prohibida durante dictaduras y él mismo encarcelado: Yannis Ritsos (1909-1990). Un poeta que traslada al mundo contemporáneo el pathos de la tragedia griega, de donde rescata a personajes secundarios como Ismene, la hermana de Antígona, que no se atreve a desafiar a la autoridad real y acompaña a su padre viejo y ciego hacia el destierro. Mientras que la tebana Antígona se sale con la suya y arriesga su vida, convencida de que es su deber frente a los dioses, por encima de leyes humanas, dispensarle honras fúnebres a su hermano Polinices, muerto en el enfrentamiento con Eteocles.

Aquí vale retroceder a tiempos remotos y recordar que los primeros indicios de humanización de los grandes primates aparecen cuando en Neandertal se empiezan a realizar enterramientos: los cuerpos de los muertos son sepultados agrupados en un mismo sitio dejando pistas de rituales bajo la forma de utensilio y ofrendas en las tumbas, dando pruebas de que -junto con el descubrimiento del fuego y el desarrollo del lenguaje-  una conexión con la religiosidad, con lo sagrado ya está presente. Pues bien, así reza el poema de Ritsos elegido por Libertad Demitrópulos: Enterrad a nuestros muertos y su/ fuerza, no sea que alguna vez/ nuestro enemigos los desentierran y se los llevan.    

Poesía, transgresión, fragmentarismo

Marina Soto, docente de lengua y castellano, después de citar un artículo de Noe Jitrik sobre los cambios dentro del concepto de novela histórica que dio lugar a una “expansión de capacidades” en la escritura de dichos textos, se concentra en tres puntos: la penetración del lenguaje de la poesía en el narrativo; la transgresión de las reglas de verosimilitud; el fragmentarismo de la linearidad: “Estas tres posibilidades tienen lugar en Río de las congojas. El lenguaje poético, por un lado, aparece en distintos lugares a través de metáforas, comparaciones y licencias poéticas (‘y rolaban también los camalotes, como pensamientos tibios’); y en algunos momentos en que las diversas voces narradoras se refieren a sí mismas, dando lugar al yo poético (‘Soy la semilla: para eso me trajeron. Así, pues, hago tierra y no sofocaciones. Echo raíces y no suspiros. Me planto. Me confirmo. Pero yo no soy solo naturaleza’). Asimismo, el texto posee musicalidad y ritmo propios de la poesía, que si bien están presentes a lo largo del texto, pueden apreciarse con mayor claridad en ciertos momentos, como en la descripción de María Muratore de su llegada al sitio donde se fundará Santa Fe, o cuando ella explica el ¿triángulo? (¿o cuadrado?) amoroso del que forma parte”.

“Por otra parte”, prosigue Marina Soto, “las reglas de la verosimilitud de la novela histórica se transgreden cuando aparecen en la narración elementos fantásticos, como la ‘relación’ entre Blas de Acuña y María Muratore después de muerta, o el curioso personaje pelirrojo. Si bien se podría sostener que la relación de Acuña con su ‘muertecita’ no es necesariamente fantástica, ya que se puede considerar como un rasgo de locura, de problema psicológico del personaje generado por su obsesión con María, es cierto que instala dentro del mundo ficcional una relación con lo sobrenatural que lo lleva a correrse del realismo. Esto se ve reforzado por el hecho de que su actitud no es considerada como locura por los otros personajes sino todo lo contrario: es comprendida y hasta acompañada”.

“En cuanto al personaje del pelirrojo, que aparece en momentos clave de la narración (cuando Ana es conducida a la calle del Pecado, cuando vuelve a Brasil, cuando María Muratore es invitada a seguir a Garay y, al final, cuando está buscando a Blas y el anillo), los misterios que lo rodean (el cambio de nombre, siempre en anagramas; la imposibilidad de establecer su origen y el hecho de que envejece en un tiempo mucho más lento que el de los demás; la presencia de ciertos elementos que se repitan cuando aparece el terciopelo, el anillo, y cierta presencia de lo infernal), lo transforman en un personaje extraño que genera en el lector la oscilación, la duda sobre la naturaleza de los acontecimientos que da lugar a lo fantástico, según Tzvetan Todorov”.

Libertad Demitrópulos
“Finalmente, la fragmentación, que es parte constitutiva de la novela, y que no solo aparece en el rompimiento de la linearidad que menciona Jitrik sino también en la narración. Y es que el texto es no lineal debido, justamente, a que está fragmentado estructuralmente por la presencia de múltiples voces narradoras que imponen saltos temporales. Más aún, estas voces se entrecruzan a lo largo de la novela, no solo relatando los distintos capítulos, sino incluso dentro de un mismo capítulo. Este entrecruzamientos de las voces de Blas de Acuña, María Muratore, Isabel Descalzo e incluso una especie de narrador omnisciente, una tercera persona que no puede identificarse con ninguno de los personajes, va contando la historia de manera desordenada y no lineal, de a fragmentos y con múltiples (y diferentes) visiones y versiones de un mismo hecho, algo que rompe con las reglas básicas de la novela histórica”.

(…) “Considerando estos elementos”, cierra su propio artículo Marina Soto, “sin duda puede encontrarse un discurso paródico en Río de las congojas, debido a que se trata de una novela que  trabaja a partir de los pretextos de la crónica y los documentos históricos de la primera fundación de Santa Fe, así como de otros textos que dan cuenta de los sucesos relacionados con dicha fundación, como la revolución de los Siete Jefes o el traslado de la ciudad debido a las inundaciones y plagas. Asimismo, se trata de un texto crítico, que retoma tanto las voces como los aspectos cotidianos silenciados de la historia, lo que permite desautomatizar la mirada del lector y prestar atención no solo a las figuras secundarias, los que no fueron próceres sino, sobre todo, a las mujeres que aparecen representadas en tres personajes que dan cuenta de la diversidad de posibilidades y limitaciones que sufrían en la época. (..) Isabel Descalzo toma la forma de narradora y permite, por un lado, establecer un paralelo entre su tarea de costurera y la de narradora, y por otro, analizar los distintos artificios de la narración”.

Isabel Descalzo, coser y contar

Dos mujeres toman la palabra en Río de las congojas. Dos mujeres aparentemente opuestas que en algún recodo del camino rivalizan por causa de un hombre, el mestizo Blas de Acuña, que ama a una desde la primera vez que la ve (y la muchacha no lo registra) y prosigue enamorado a través del tiempo, más allá de la muerte de ella (alcanzada por una flecha, pero no de Cupido sino de un indio, en plena batalla, travestida de soldado). La otra mujer, mucho más formal, logra cumplir su designio de casarse con Blas por conveniencia, concibe varios hijos con él, sabiendo perfectamente que el hombre solo tiene corazón para la primera.

La primera en todo, en el placer y en la desgracia, la mujer de nadie, la que roza el incesto sin proponérselo, es María Muratore, la arrolladora insolente que dice de sí misma: “Yo, asesina, ladrona, sacrílega, bruja, engatusadora de hombres”. Aún vestida de guerrero es una glamorosa del siglo XVI. En cambio la segunda, Isabel Descalzo, resulta opaca en comparación. Sin embargo, Isabel tiene la sabiduría de la costurera que trabaja sobre los cuerpos de otras mujeres, descifra sus deseos, hace su oficio con arte. Heredera mestiza de Antígona, ella se encarga de sepultar y atarle encajes a la amada “muertecita” de Blas, y lo hace en el patio de la casa donde vive con él… Además, se convertirá en narradora, una suerte de rapsoda que alimentará el mito de María Muratore, la amante de Juan de Garay, el Hombre del brazo fuerte.

La actriz y directora Stella Galazzi atesora un hermoso proyecto que, quiera Tupay (madre de Dios para los indios, mencionada en la novela de Demitrópulos), pueda concretar cuando se reanude la actividad teatral: una lograda versión escénica que firma -libre pero fiel- de Río de las congojas que respeta las intenciones y la opulencia verbal, la variedad de voces y el lirismo del original.

Galazzi (Tres hermanas, La malasangre, Incendios, Salomé de chacra) brilló el año pasado en La vis cómica (*), de Mauricio Kartun, haciendo ¡a una costurera (llamada Toña) en tiempos de la colonia rioplatense! Por otra parte, ha dirigido tres obras: Estaba en mi casa y esperaba que llegase la lluvia, de Lagarce; La séptima morada, de E.Pataki y Lluvia de verano, de Marguerite Duras. En los dos últimos casos, SG se hizo cargo de la adaptación teatral.

En su presentación del ambicioso proyecto que le hace honor a una autora no siempre reconocida en toda su grandeza -aquí vale remarcar que Ricardo Piglia, que prologó la edición de 2014), considera Río… una obra maestra-, la actriz y directora anota que llevar esta novela a escena “es una manera de homenajear a quien desde la crónica histórica, a través de una mirada poética, comprometida y sensible elige en los años ’80 repensar hechos y mitos fundacionales de nuestra historia”.

Requerida por Damiselas, Stella Galazzi se avino generosamente a leer uno de los monólogos interiores de Isabel Descalzo. Y antes de escucharla, vale acotar que entre la vegetación santafesina reinan las suntuosas orquídeas cuya fiesta se celebra en septiembre, con exposiciones y otras actividades organizadas por la Asociación Orquideófila de la ciudad. La foto que ilustra esta nota pertenece a SG, cultivadora de orquídeas, flores, claro que sí, dignas de María Muratore.

(*) La vis cómica, de Mauricio Kartun, está actualmente en cartel. Jueves y viernes a las 20 hs en Caras y Caretas, Sarmiento 2037.  

Monólogo de Isabel Descalzo leído por Stella Galazzi


Palabras de Libertad Demitrópulos en homenaje, Biblioteca Nacional, 1997

Documental dirigido por Mariano Mucci, Canal 7