La brecha abierta, el camino de retorno, es el ‘samadhi’
de la inocencia reorganizada.
Stephen Nachmanovitch
“Anda cerca el caballo que lleva tatuado el nombre del
mundo y otros nombres. Lo podría seguir…, lo dejaré ir”, escribís en
“Llueve con sol”. ¿Oda a dejarse un cachito librada al azar?
- Es surrealista, ni todo es así ni asá. Me acuerdo del
momento exacto en el que se me apareció la imagen del caballo (...) ¿Cómo
pienso yo esto?, ¿de dónde viene?
La poesía me estaría sorprendiendo igual que la música. Y
jamás diría “la hice yo”, porque es producto de lo que han hecho miles de
personas antes. Yo no hice: yo busqué.
En Damiselas en apuros, 28 de mayo 2019
Nota de Guadalupe Treibel
¿Cómo entran
ahora el aire, el agua, un aleteo -siendo sonidos, tonos, colores- y la melodía
de su voz cuando canta Sandra Aguirre? Es un suceder íntimo. Necesito
sumergirme en sus modulaciones, ¡en sus silencios!, en fraseos, palabras que
conforman un diccionario conocido pero no... Tengo un nombrar nombrándose,
flotando, libre y al mismo tiempo cuidadoso en la elección de cada palabra, en
la acentuación, en el repliegue aunque se trate del romántico vals de la
primera compositora rioplatense Rosa Clotilde Mele (Montevideo 1897- Buenos
Aires 1981), conocida por el nombre artístico Rosita Melo, Desde el
alma, compuesto entre 1912 y 1917 (1). La interpretación de este archiconocido vals en la voz de
S.A., en dueto con la exquisita pianista y compositora Débora Barbuto,
despliega un lenguaje poético actual, siglo XXI, donde la presencia de
sororidad es indiscutible, con el plus de darnos una “versión inspirada en
María Eva Duarte” (2). La
melodía sucede, como una larga caminata sin urgencias, descalza, en arena
blanca o en la extensión de los salares salteños, donde el aire es el
pentagrama con sus mínimas notas expresivas.
La
composición es un campo y la interpretación es la manera de vivir, respirar,
sobrevolar ese campo. Una vieja teoría mía acerca de la elección de temas
clásicos vuelve con las mujeres que saben cómo decir hoy lo que fue compuesto
en el siglo pasado o antepasado; Luciana Jury (con su descomunal versión
de Yo no sé qué me han hecho tus ojos), Florencia Bernales con sus
valses peruanos, Marina Quiroga con la versión originalísima de Caravan y
otros estándares del jazz.
Estoy con
Sandra Aguirre en este texto. Se multiplica mi interés de escucha. Ya no
solo confirmo aquella teoría sino también la capacidad creativa, la
intención musical de esta creadora. Para
algunas personas es un esfuerzo auditivo atender la letra y/o melodía de una
canción o un instrumental desconocido. Por más bello que pueda ser o por mucho
que asombre, es común la atracción mecánica ante “una que sepamos
todas.os”. Mi vieja teoría reza que allí mismito se encuentra el trabajo
personal para animarse con voz propia al clásico exitoso ¿popular? que despliega
(o no) sensibilidad. Digo: calidad artística.
Me subyugan
las novedades y más aún esas reversiones. Cuando Sandra Aguirre canta un
clásico del folklore, tango o jazz, recomienza su camino creativo. Da lo suyo.
Dar lo suyo significa esas palabras, sin más y sin menos. El camino es un
acorde interior que viene a los oídos en vestidura diferente porque es otra composición
donde la partitura es límite de orientación, y es el origen, pero nunca
limitará las tonalidades, las novedades sonoras.
¿Cuál fue tu
primer instrumento?
- Mi primer
instrumento fue un río… La primera música fue mi voz. Por suerte no todo es
recuerdo, buceando en los olvidos sé que aprendí a escuchar con atención, para
poder repetir melodías exactas, como un juego de rigurosa regla. Eso, creo,
nunca cambió en relación a las versiones de temas clásicos.
En tu
infancia, ¿inventabas melodías cuando cantabas o a medida que cantabas? Me
refiero a cambiar tonos en la melodía original, ya que recreás la versificación
en temas que no son de tu autoría...
- De niña
“inventé” una canción para cantar en la escuela… jugando, supongo. Luego pensé
que no iba a poder hacer canciones, no sé de dónde supuse esto… hasta que un
día escribí la primera y luego otra y otra… Cerca de mis 17 años pude mostrar
algún tema a gente cercana. Siempre dudo sobre si podré seguir
componiendo. En cuanto a los temas clásicos, trato de
conseguir la partitura, quiero cantar las notas decididas por el autor. Balderrama (3) es la clara excepción a esta
regla. Creo en el “exceso de marco”, de límite, porque así puede, al menos en
mí, aparecer un instante de libertad. En las
versiones de temas muy escuchados y muy cantados por otros he encontrado los
desafíos más interesantes en la interpretación (Interpretar en música -para mí-
es: comprender y expresar). Quise re-descubrir lo tan escuchado y
oír por primera vez: casi mágico, lograr vaciar de historia sensorial esas
palabras, que vuelvan a ser lo que significan y lo que suenan. El retorno a ese
sentido primero, que no dudo habrá sido humilde y poco pretencioso al nacer.
Luego las canciones suenan y suenan ¡y se van llenando de oídos y adjetivos y
de tantas impresiones! Y así… la rueda no para. Hacer una versión sin cambiar
un ápice de su estructura (un riesgo sencillo que me llena de entusiasmo), y
también permitirme elegir la velocidad, el fraseo y, si naturalmente se impone
un matiz que se sale de la vaina, ¡hacerlo! Lo impropio… Nada
hubiera creado yo sin explorar este concepto.
Es notorio
en esos temas, como en La Nostalgiosa,
creás nuevas melodías, jugás hasta profundizar en el sentido de palabras e
imágenes. Es tu apertura, jugar y soltar las notas, abandonar palabras también.
Esas interpretaciones se abren dando aire, ¡a una zamba tan salteña como Balderrama! Tiene una intro
cinematográfica, finaliza con el verbo en tiempo potencial, la frase final
es “si se apagara”, ahí alargás la “a” y dejás flotando la idea. Nunca
necesitaste pronunciar el nombre del boliche, dejás que brote en el oído de
quien escucha.
- Escuchaste
bien: “dónde iremos a parar si se apagara…”, eso. Lo que no debe
apagarse. Cuando grabé ese primer disco quise incluir alguna obra
definitivamente salteña, es más, el último tema que suena es Balderrama.
Chim Pum. Ese disco fue como decir "bueeenas, permisooo".
Hablo de extraterrestres en un huayno; en otra zamba nombro a una doña
“Stephanie”; escribo para un artesano intraterreno y me las pico con Balderrama. Sentí
que con la primera frase llegaba al final de la zamba, entonces ¡no podía
empezar con A orillitas del canal...!
El recuerdo de la repetición incesante de voces masculinas folclóricas cantando
ciertas líneas me arrebataba el clima fabuloso que encierra la obra (logro del
gran Gustavo Leguizamón y el inmenso poeta Manuel Castilla). Creo que las
estrofas son muy precisas y poéticas, merecían un espacio propio... o impropio.
Bueno, siendo fiel a algunas premisas y sabiendo que toda magia se produce por
un ocultamiento, propongo a quien esté leyendo que, si quiere, la busque, la
escuche y, si puede, la sienta.
En Salta,
¿era importante acompañarte con la guitarra? La guitarra -segundo
instrumento- ¿es una necesidad personal o una costumbre musical tradicional?
-La guitarra
es mi amiga, antes que nada. Soy zurda. Tengo a mi lado una
sola guitarra, la misma hace más de 20 años. Ser zurda me hace no tocar
guitarras ajenas, excepto la de mi amigo Omar Díaz, también zurdo. El único ser
en el mundo que me prestó su guitarra. Es grandioso. Nunca estudié
guitarra. Tuve un profesor, vino un mes y le dije adiós. Tenía 9 años yo. Diría
que aprendí sin estudiar. Con el tiempo fui encontrando-la. Ahora que
recuerdo, mi abuela me llevó a Villa Las Rosas (barrio en Salta capital) ante
una profesora de guitarra, yo era aún más pequeña. Ahí descubrimos que era
zurda, solo para tocar la guitarra. ¡Qué cosa extraña! Tocar la guitarra
para componer, para dar recitales en giras arriesgadas, para estirar la mano y
que esté ahí la posibilidad de su madera… es muy íntimo lo
nuestro. Supongo que no estuve ajena a la costumbre tradicional, no lo sé.
Todo lo vinculado a la música empezó antes de que yo misma pudiese darme cuenta
hasta dónde llegaría este río.
¿Qué
evolucionó más -independientemente de experiencias y relaciones humanas- cuando
te instalaste en Baires?
-Mi voz. En
esa relación llevo un registro de mi edad o de la época o las dificultades que
me ayudaron a cantar mejor. Fui y vine varias veces Salta-Buenos
Aires-Salta-Buenos Aires. Un boleto abierto para siempre. Alrededor
de mis 18, 19, 20 años hubo una primera comprensión de cómo funcionaba mi
instrumento. Luego, hablando de evolución, te diría que siempre creo que le
estoy encontrando el agujero al mate. Este año cumplo 50. Siento que el año
pasado aprendí a cantar mejor, que sumé armónicos, que dejé tensiones y muchas
otras cosas. La voz, único instrumento invisible, no para de dárseme a
conocer…si la busco. Y la busco.
Escuché
atentamente tus grabaciones, temas propios y otros: me interesaron las que
hiciste con Débora Barbuto. Me asombra tu registro, los silencios, la riqueza
que sumaste en un clásico del jazz: My Fanny Valentine (4). ¿Cuál fue tu vivencia en
esa ocasión?
-Fui
invitada por Débora a cantar en su disco Viajera, nunca había
participado en un disco como invitada en varios temas. ¡Aprendí
muchísimo! En esa época estaba estudiando actuación
(ahora también) y pensé probar, experimentar, ver si la voz también podía
“actuar”, si lograba crear un personaje y cambiar mi timbre, mi modo natural.
Canté las vocales de otro modo, generé las consonantes de otro modo, la idea
fue eliminar lo más posible la personalidad de mi voz, trabajar como actriz, solo
con el sonido de mi instrumento. ¡Qué minucioso trabajo! A Débora le gustó la
idea y avancé. Es un disco ecléctico y daba para esta propuesta. También está
el vals Desde el alma lo canté pensando en
Evita. Volviendo a Valentine: cantó una mujer negra, de más de
60 años, después de haber bebido casi toda una botella de whisky, dejó caer su
cuerpo de noventa kilos o más en una vieja silla, con su mano redonda tomó el
micrófono de un bar en penumbras y sin dejar el vaso comenzó a cantar esta
hermosa melodía como ruego y advertencia... Cantó.
¿Qué música
conforma el mayor peso en tus escuchas? En los últimos tiempos, ¿qué géneros te
interesan?
-Casi no
escucho música ahora. Muy poco. Una hora por semana. Un programa radial. Cuando
viajo, sí. La ruta es un “no lugar” y un momento perfecto: escucho todos los
géneros. ¡Reggeton NO! Extraño viajar. Quiero viajar. Volveré a viajar.
¿Qué lugar
ocupa el jazz? Desde ahí también se percibe tu música.
-Cuando
llegué la primera vez a Buenos Aires, conocí un músico a través de un
amigo, ese músico se llama Néstor Astarita.
Baterista de
prestigio, cofundador del primer Jazz & Pop de San Telmo, con Jorge
González. Si hubo un lugar de jazz en Buenos Aires, es ese, el único,
histórico- semillero de formaciones emblemáticas.
-Néstor
Astarita generosamente me invitó a su casa y me dijo: "¿Vos
querés saber qué es música para mí?". Buscó entre cientos de casettes
y sacó dos: "Ella &
Louis y Ella
Fitzgerald. Te los regalo. Están grabados del máster
original". ¡Oh! ¡Inolvidable! Tenía yo 17 años. Entonces... escuché.
Al tiempo entré a la escuela de jazz de Marta Bellomo y Alejandro Moro. Ese
espacio para mí significó un viaje a Júpiter desde Salta. Aprecié mucho a esos
maestros. Un par de años después comencé a componer folclore, regresé a mi
idioma y sentí que podía crear en ese género un universo nuevo, el folclore
abría gajos y asimetrías en mí. Me encantó la sensación. Surrealismo de los 90
en tierra gaucha.
Tu estilo
jazzeado ¿es un recurso compositivo?
-El estilo
creo, no es algo que se busca, una se encuentra con su estilo cuando alguien
habla de su estilo… (Risas). El único recurso compositivo del
que puedo hablar formalmente es una especie de ansiedad e inquietud emocional.
También tengo una antena muy sofisticada que capta todo gesto de humanidad.
Tengo cierto conocimiento “silvestre” de cuestiones teóricas musicales y en
consciencia dejo en libertad cierta pureza, que me aporta una rareza al crear,
compatible con mi mundo interno.
Según
Brahms, la medida de un artista es la cantidad de material que descarta. Los
silencios ocupan un lugar importante en tus composiciones ¿Qué valor musical
tiene para vos?
-Será que no
tengo apuro… Será el silencio el germen de todas las cosas. Siempre he pensado
en los astronautas como seres privilegiados de acceder al total silencio del
espacio. Fuera de atmósfera nada suena, ¡eso es fabuloso! En un
tema musical el silencio me permite percibir el sentido y el efecto de la
música sin que se detenga la canción. Esta arquitectura necesita tiempo y todo
sonido necesita una motivación contundente para aparecer.
¿Qué es para
vos el tempo rítmico? ¿Alguno de tus temas como ejemplo?
-No escuché
nunca ese término así unido. Las cosas y la música tienen un tempo y un ritmo
que se desplaza dentro de ese tempo. Me
interesa al cantar la idea del swing, del balanceo, el fraseo dentro de una
estructura firme. Hace mucho, un percusionista con el que trabajé, Esteban
Cárdenas, hablando de la vida y otras cosas lo explicó perfecto, dijo: “Viste
que la vida no es una pelota que hacemos rodar hacia abajo por una montaña…es
como un huevo enorme, algo oval, no se desliza…va, viene, se detiene un poco en
su punta y sigue... y ahí vamos nosotros llevándola”. Una gran definición de
swing. Intento en todo género musical cantar recordando un rodar “oval”. ¡Cada
quien con sus cosas!
Algunas de
tus composiciones tienen una intro contemporánea que deriva en una línea de
flotación hacia el relato musical, folklore o canción. Provoca la atención de
quienes escuchamos. ¿Qué lugar das a esa intro? En Haiku (5) parece una anticipación al momento
central del tema.
-Las
introducciones dependen de los temas, a veces, pueden no estar. En Haiku particularmente, la
intro arma la escenografía en un pequeño teatro: hace su anuncio, trae las estrellas,
el agua, los pasos pequeños que rozarán con seda los muebles, atardece…
anochece… comienza. Las pinturas, las esculturas, el teatro, el cine, la
literatura, la danza…Todo está para hacer música. Sobre todas las artes: la
casualidad, el azar, el coraje y la atención al simple mundo que me rodea. Una
vez pude terminar una estrofa gracias a notar una diminuta telaraña con su
arañita en la punta subiendo hacia el techo a diez centímetros de mi mano en la
guitarra, la vi y pude escribir lo que faltaba.
¿Estudiaste
técnicas?
-Estudio
dedicadamente la técnica vocal. Cómo funciona la voz. Qué necesita. Cuál es el
entrenamiento más efectivo. Leo, busco, pruebo, anoto los resultados, cambio de
estrategia, vuelvo a buscar. Estudio porque también enseño a cantar.
¿Por qué
decís que no podés cantar cualquier letra?
-Canto con
total honestidad. En mi voz están las palabras posibles para mí. Pasión por las
palabras, la poesía. La emoción de decir es difícil de disfrazar. Enseguida
se vacía el canto cuando las palabras son un cumplido. Más simple: un zapato no
te va, y no te va. No podés usarlo porque está de moda o solo para no andar
descalza. Termina doliendo. Y mi voz es territorio sin concesiones, aromado con
la idea de libertad.
¿Cómo se da
en tus composiciones el abrazo “palabra-música” o “palabra-melodía”? ¿Aparecen
como un todo o hay un poema, un decir anterior que llama a la música o es al
revés: una melodía que se instala? ¿Cuáles imágenes de vida tienen mayor
presencia en tus composiciones?
-La canción
nace con mi guitarra apoyada en las piernas. Nunca sé qué llegará. Las
palabras y la melodía salen a la vez, en un principio todo es
improvisar. Mirar adentro y permitir, sin juzgar, que una imagen se
escriba…Simple o compleja, ir por ella. Hola caos, pase; adueñesé de la mesa,
el estudio, la tarde, instale su traste gordo, que despejaré sin dudas una
canción entre tantas cosas. En ese camino, bastante complejo de describir,
voy enterándome: hace meses vi a alguien caminando por allá y pensé tal cosa, o
vi el sol sobre una hoja o una piedra del río sosteniendo a otra piedra… O
quién sabe qué ficción me fue real. La cuestión es que se baila una coreografía
desconocida cada vez. Busco.
¿Qué querés,
qué buscás en las personas que te acompañen en las grabaciones?
-Lo que más
valoro en un compañero de trabajo es su buen vínculo con su propio instrumento.
Si cada quien se relaciona sanamente con su instrumento, todo será posible. Las
pasiones indómitas al principio confunden. La
época presiona siempre con sus moldecitos. Me gustan los músicos y las músicas
con amor y coraje para trabajar. Entonces, si nos encontramos, la música sucede
y seguramente nos daremos un sincero abrazo al terminar.
¿Cuáles
sonidos -o instrumentos- son necesarios para tu canto?
-Necesito el
río. Y el aire. Nada más. Todo lo demás se armará alrededor de lo que necesite
expresar la canción. Haré todo lo posible por conseguir lo que haga falta para
que quede dicho el sentido del tema. A
veces, una se ve pidiendo a gritos -como quien necesita un transplante- algún
sonido en especial. El buen colega sabe lo que esto es; entonces te lo brinda,
dona su mitad. ¡Todo es fulgor y alivio!
¿Has
improvisado en vivo? ¿Cómo fue esa experiencia?
Sí, en
particular recuerdo la última vez que presentamos Entonces Ensuit en Buenos
Aires. ¡Qué hermoso recuerdo! Habíamos arreglado un tema mío, nuevo, solo con
el trío de cuerdas (Emma Chacón Oribe, Diego Barraza Delgado y Santiago
Martínez), en vivo lo tocaríamos nosotros cuatro. ¡Pero éramos ocho en el
escenario esa noche! Entonces, se me ocurrió decir: “¿Quieren tocar? Está en La
menor”. Solo eso y “toque el que quiera”. A Marcelo Katz (piano) lo miré y le
dije: “¿podés tocar en la intro un plateado enjambre?” (que es una
parte de la letra de la canción) Sí. Lo tocó y empezamos. ¡Fue precioso! No
todos tocaron, casi todos intervinieron. Solo escuchándonos y mirándonos. Sin
duda sintiéndonos de ese modo único en que solo se siente cuando suena. Sonamos
sin saber, sin pensar. Sonamos mirándonos y al final: sonreímos.
Plateado enjambre (Sandra
Aguirre)
Simplemente
se abre un espacio en el día,
Yo te
espero alma mía
Busco,
corro, escondo, muevo y saco a la luz
Quiero
estar en sincronía
Mi
navío roba lejos (sabe bien lo que yo espero)
Con
monedas de poesía
Pagaré
lo que debas a tu herida
Me di
vuelta y sin saber se abría un telón
Hubo
un fuego algo de calor,
Pesada
cortina se corre mejor
Y la
noche tuvo día…!
Yo
aprendí de esta ironía
A
veces es un don, a veces una herida,
Pero
es mía esa llave que me encierra y también me abre
Plateado
enjambre que nos lame el corazón…
Deja
pasar los días y verás…lo que das,
Y
verás…lo que das.
Simplemente
fue pasando lo mejor,
Estoy
libre de toda ilusión!
Donde
están mis pies está mi corazón
No
hace falta otra declaración
Se
sabía, perdería
lo
que nunca tuve ni tendría
Generosa
es mi morada: multiplica lo que tengo en tu mirada…
(1) Rosita Melo tendría entre 14 y 20 años.
Ella lo mencionaba como “una composición adolescente”. En 1948 fue adaptado por
Homero Manzi.
(2) Dato Tema 2, en CD “Viajera” (2014) de
Débora Barbuto
(3) CD “Sí” Sandra Aguirre, último tema.
(4) en CD “Viajera” (2014) Débora Barbuto
(5) “Haiku”, primer tema de “Entonces Ensuit”
Discografía Sandra Aguirre:
Sí
(2001)
Flores
(2013)
El
hombre de barro (2017)
Entonces
Ensuit (2019)