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Mujer neandertal |
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Ruth Bleier y y Ruth Hubbard |
Entre
las pioneras académicas en examinar el sesgo de género presente en la biología
moderna, cabe citar a la acreditada doctora Ruth Bleier (1923-1988), médica y
neurocientífica de la Universidad de Wisconsin-Madison, y a Ruth Hubbard
(1924-2016), prestigiosa profesora de la Universidad de Harvard. Ambas
precursoras defendieron con determinación la causa de las mujeres, esgrimiendo
sólidos argumentos en contra de la explicación convencional de los roles de
género.
El
trabajo de estas científicas fue un poderoso revulsivo para el pensamiento
crítico feminista. Ellas denunciaron sin tapujos y con notable energía la falta
de imparcialidad científica, afirmando que «no existe tal cosa, una ciencia que
sea objetiva y libre de valores». Sostuvieron que ni el género, la sexualidad o
la ciencia permanecen estáticos y libres de prejuicios; por el contrario,
defendieron con rigor que están cambiando constantemente en respuesta a un
contexto de valores e ideas sociales.
Ruth
Bleier y Ruth Hubbard abrieron el camino a una nueva generación de científicas
que emprendieron una potente crítica al androcentrismo dominante, logrando
reunir cuestiones sobre ciencia y feminismo, al tiempo que generaron debates
muy activos y prolíficos.
Como
parte de la influyente generación de académicas universitarias con perspectiva
de género que sucedió a las pioneras, destaca, por ejemplo, la conocida bióloga
y primatóloga Donna J. Haraway (nacida en 1944), que dirigió la primera cátedra
de Estudios Feministas (Feminist Studies) de los Estados Unidos, en la
Universidad de Santa Cruz, UCLA, California. Con el tiempo, Donna Haraway se ha
convertido en una especie de figura de culto. Sus ideas, políticamente
explosivas sobre todo en el polémico ámbito relacionado con la parcialidad y
objetividad del mundo académico, alimentaron debates públicos cuyos retumbantes
ecos han llegado hasta nuestros días.
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Donna Haraway y Anne Fausto-Sterling |
Es
de interés traer también a la palestra a biólogas celulares feministas
pertenecientes a The Biology and Gender
Study Group, como la profesora de biología y estudios de género de la Brown
University, Rhode Island, USA, Anne Fausto-Sterling (nacida en 1944), o a la
profesora de antropología cultural de la
New York University, Emily Martin (nacida en 1944).
Se
trata de especialistas que han enfocado sus denuncias al sesgo de género
presente en aquellos estudios sobre reproducción humana que han pretendido
asociar las células reproductoras con estereotipos de género convencionales del
comportamiento social (espermatozoides y hombres activos versus óvulos y
mujeres pasivos).
Rebelándose
con decidido empeño ante el descarado androcentrismo dominante, estas valientes
feministas, e insistimos juntos a muchas otras que no se han mencionado, han
sido, y siguen siendo profesionalmente muy valoradas por sus aportaciones
científicas. Pero no solo por ello. Bajo el título de Estudios de mujeres o Estudios
con perspectiva de género, denunciaron con un acreditado rigor científico
que el mundo académico ha sido un mundo masculino al que no ha parecido
preocuparle dejar al margen a la mitad de la humanidad, esto es, a las mujeres.
Pese
a los múltiples obstáculos que se han tenido que ir superando, en la
actualidad, este enfoque de biología feminista continúa ampliando contenidos
mediante rigurosos proyectos de investigación, como el que nos parece de
interés citar aquí.
El primer programa de biología
feminista
En
el año 2014, la Universidad de Wisconsin-Madison, una de las universidades
públicas más importantes de los Estados Unidos, estableció el primer programa
postdoctoral de biología feminista. Para ello creó una nueva beca científica
con el fin de «desvelar y revertir el sesgo de género en biología».
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Janet Hyde |
La
autorizada doctora en psicología, profesora de esta universidad y directora del
Centro de Estudios de las Mujeres (Center for Research on Gender & Women),
Janet Hyde, ha expresado con enorme satisfacción que «este programa es el
primero del país y probablemente del mundo». Su orgullo está justificado porque
la nueva beca universitaria permitirá que profesionales cualificadas pasen dos
años en los departamentos de estudios de mujeres, sacando a la luz
investigaciones sesgadas cuya discusión contribuya a generar nuevas teorías que
reflejen e integren aproximaciones feministas.
En
una entrevista concedida el 18 de mayo de 2014 a la periodista de The Guardian
Barbara Speed, Janet Hyde apuntaba que todavía hoy «muchos científicos creen
que la ciencia es totalmente objetiva porque está basada en hechos»; sin
embargo, la profesora sostiene que solo se trata de «una maravillosa
aspiración, pero en la realidad no es cierta». Por esta razón, insiste en que
el hilo conductor de las investigaciones de su equipo radica en el esfuerzo por
detectar y eliminar los posibles sesgos de género de la investigación
científica.
Janet
Hyde sostiene también que «cualquiera [y no solo los hombres] puede cometer
errores de sesgos de género en la investigación. No obstante, como la mayor
parte de la biología tradicional procede de actividades masculinas, la
incorporación de las mujeres puede proporcionar una nueva visión». Convencida
de que en este asunto ninguna reiteración es excesiva, continúa alegando que
«cuando realizamos investigación, tendemos a proyectar nuestros propios roles
de género, prejuicios y convenciones sociales sobre el trabajo que hacemos, y
esto casi inevitablemente tiende a sesgar las observaciones. Lo que pretendemos
es realizar análisis que logren ser lo menos sesgados posible».
A
lo largo de una distendida conversación con la periodista Kat Stoeffel,
publicada en el New York Magazine del 9 de mayo de 2014, Janet Hyde ha referido
que el programa de biología feminista
pudo crearse porque, para sorpresa de todo su equipo, «hace dos años recibimos
un generoso legado procedente de la doctora Gertraude Christa Wittig». Se
trataba de una científica nacida en Alemania en 1928, que había estudiado
zoología y botánica en la Universidad de Marburgo, donde se doctoró en 1955.
Años más tarde, tras conseguir una beca Fullbright, Wittig se desplazaría a los
Estados Unidos para ampliar su investigación sobre entomología en el
Departamento de Agricultura (U.S. Department of Agriculture).
«Cuando
el número de mujeres que habían alcanzado a doctorarse en aquellos años era
insignificante, tanto en biología como cualquier otra especialidad», sigue
narrando Janet Hyde, «Gertraude Witting ya había publicado a lo largo de su
carrera docenas de artículos científicos, escritos en alemán y en inglés, que
donó a la Universidad de Wisconsin-Madison». Según Hyde, «esta donación, que
tuvo lugar tras la muerte de la científica alemana, se realizó debido
principalmente a que la institución albergaba el Centro de Estudios de las Mujeres».
Gertraude
Wittig murió en 2011. Durante toda su vida fue una apasionada defensora de la
participación de las mujeres en la ciencia, pues «era consciente del sexismo
reinante en la formación superior», continúa Janet Hyde, y por eso «deseaba
impulsar a las jóvenes biólogas interesadas en poner el acento en la biología
feminista […]. Cuando recibimos su herencia, pensamos ¿qué podemos hacer para
cumplir los deseos de la donante? Nos decidimos por una beca de dos años de
posdoctorado gracias a la generosidad del legado de Wittig, y sin que nada de
ese dinero procediese del estado de Wisconsin», recalca la investigadora.
Este
proyecto, continúa explicando su directora, nada más saltar a la luz pública
levantó una gran polvareda. No fueron pocos los escritos publicados
manifestando su total desacuerdo, e incluso su indignación, ante la apuesta por
una biología feminista y con objetivos en esa línea. Conocedora de que tal
revuelo era inevitable, Janet Hyde advertía, en la citada entrevista concedida
a Kat Stoeffel, que los primeros becarios tendrían que realizar una
«investigación espectacular», lo que implicaba trabajar muy duramente para
conseguir algún respeto científico. Así sería el camino para superar la
obstaculizadora y agria oposición que los sectores más conservadores de la
biología iban a mostrar.
La primera becaria
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Caroline VanSickle |
«Nuestra
primera becaria fue Caroline VanSickle, doctora en antropología biológica
(biological anthropologist) y especializada en evolución humana. Su principal
interés era investigar las diferencias sexuales observables en los restos
fósiles de nuestros antepasados homininos. Asimismo, Caroline era una
convencida defensora de la biología feminista», ha explicado Janet Hyde a Kat
Stoeffel, sin ocultar su satisfacción por el trabajo de esta joven doctora.
En
una entrevista realizada en julio de 2015 por la periodista científica experta
en estudios internacionales, Carter Sherman, Caroline VanSickle relataba que
cuando llegó a la universidad (Kansas State University) como estudiante, «no
sabía nada de antropología [ni tampoco] tenía idea sobre los antepasados
humanos antiguos». Sin embargo, continúa la joven, «escogí un curso sobre esta
materia y me quedé enganchada… Los temas sobre cómo los humanos llegamos a ser
lo que hoy somos me fascinaron». A partir de entonces, dedicó sus esfuerzos a
esta especialidad, a la que considera «una disciplina apasionante».
La
joven investigadora recuerda que muy pronto empezó a sentirse interesada por
cuestiones relacionadas con la perspectiva de género. Fue consciente de que
«cuando observamos esqueletos de homininos fósiles y nos hacemos preguntas…nos
estamos refiriendo solo a los machos. Nos cuestionamos, ¿cómo caminaban los
machos? ¿cómo arrojaban sus lanzas? ¿qué comían los machos?» En el pensamiento
de la investigadora, surgió entonces una pregunta para ella ineludible, «¿qué
estaban haciendo las mujeres en el pasado?» Aquí empezó su encuentro con la
perspectiva feminista.
«La
mayoría de los estudios que se publican sobre este tema, continúa VanSickle,
simplemente pasan por encima que una parte muy significativa de las evidencias
que están usando proceden de esqueletos masculinos […]. De hecho, sobre los
esqueletos femeninos raramente se publica. Incluso cuando en esos estudios se
están investigando cuestiones específicas de las hembras, como por ejemplo el
parto, si escarbas en la literatura sobre qué fósiles se han realmente
observado, encuentras que son fósiles masculinos».
VanSickle
habla con conocimiento de causa ya que para su tesis doctoral, realizada en la
Universidad de Michigan sobre las mujeres neandertales, diseñó «un proyecto de
investigación dedicado concretamente a estudiar la evolución del parto a través
de cambios detectables en los huesos pélvicos de las hembras», ha detallado a
Carter Sherman.
Sabiendo
que los neandertales caminaban sobre dos piernas como nosotros, y que también
poseían un cerebro grande, aunque su esqueleto era algo diferente, VanSickle se
planteó en su tesis si las mujeres tendrían las mismas dificultades para dar a
luz que las humanas modernas. «Resultó que no había muchos esqueletos femeninos
para analizar, lo que me llevó a detectar que los primeros trabajos sobre el
parto en los neandertales se habían realizado a partir de los restos de una
única mujer y de un puñado de hombres».
Convencida
de que tal metodología no era científicamente correcta, la joven doctoranda
enfocó su investigación por esa senda. Tras múltiples observaciones de anatomía
comparada, logró «averiguar que las neandertales tenían la pelvis con una forma
diferente de la nuestra y probablemente el mecanismo para dar a luz también en
ellas sería diferente.»
Dos
años más tarde, en diciembre de 2016, Caroline VanSickle relataba a la editora
científica y escritora formada en el Wellesley College y en la Universidad de
Chicago, Sana Saiyed, que si bien en los humanos modernos la observación de los
huesos de la pelvis «es la mejor forma que tenemos para determinar el sexo de
un esqueleto, no podemos asumir que todos los bípedos con cerebro grande tengan
las mismas estructuras útiles en su esqueleto para identificar el sexo».
Con
varios años más de experiencia profesional, VanSickle sostiene que los
resultados de su investigación doctoral y otros posteriores, pondrían en
evidencia las limitaciones a las que deben enfrentarse los y las especialistas
cuando intentan reconocer si los restos fósiles con los que están trabajando
pertenecen a hembras o a machos. Además, agrega la investigadora, las
dificultades aumentan cuando «pretendemos identificar diferencias de
comportamiento entre géneros». Y pese a todo, subraya, «hoy nos encontramos con
muchas hipótesis sobre lo que hacían los homininos machos y las hembras».
Dicho
de otro modo, la científica está profundizando en una compleja cuestión,
«siempre me interesó el hecho de que, pese a que no podemos identificar
fácilmente el sexo de los fósiles, tengamos tantas teorías basadas en la
división sexual del trabajo y cómo esto ha afectado al sistema social de los
homininos». Seguidamente insiste con firmeza, «cuando hablamos de evolución
humana, deberíamos recordar los sesgos que han dado forma a las teorías y lo
que puede faltar sobre las mujeres y su papel en el proceso evolutivo». Tales
argumentos configuran uno de los objetivos destacados de VanSickle, quien añade
que «estudiar cuándo nuestras técnicas funcionan y cuándo necesitamos
desarrollar unas nuevas», es para ella prioritario.
En
este contexto, ha narrado a Sana Sayed que «inicialmente no me consideraba una
bióloga feminista y ni siquiera sabía que el término existía». No obstante,
ahora alega que la experiencia le ha enseñado la necesidad de aplicar la
perspectiva de género a las ciencias biológicas. Afirma convencida que «me ha
permitido ampliar mis estudios sobre cómo podemos hacer una buena ciencia sin
acarrear los sesgos de género actuales y aplicarlos al pasado con escasas
evidencias.»
Las
diversas críticas que se han vertido sobre su especialidad, poniendo en duda la
calidad y el rigor de su trabajo, han llevado a VanSickle a pensar que hay
gente que tan pronto como oyen la palabra «feminista» dejan de escuchar, sin
importarles la explicación que viene a continuación. «Pero creo que esto es de
esperar. Si no fuera ese el caso, no necesitaríamos la biología feminista». Y
agrega, «para mí, la ciencia feminista es verdaderamente la mejor ciencia […].
Es una disciplina, insiste, que está haciendo las preguntas mejor redactadas sobre
asuntos que de otra manera quizás no se harían».
En
el mismo sentido, dialogando con Sana Saiyed ha reiterado que «muchas veces,
cuando digo que hago biología feminista, me miran como alguien que tiene un
plan que eliminará la objetividad y hará mala ciencia. Y es exactamente lo
contrario. Reconozco la mala ciencia que se ha hecho en el pasado por su sesgo
de género y eso es lo que estoy denunciando». En línea semejante a la de otras
expertas, afirma que «la ciencia nunca es completamente objetiva porque es una
actividad humana, pero nuestro trabajo es ser críticos con eso. Por tanto, en
ese sentido, traer la perspectiva feminista a la ciencia es una verdadera
ayuda.»
Finalmente,
haciendo referencia al estado actual de la cuestión, la experta opina que «hoy
no vemos trabajos en los que las investigaciones tengan abiertamente un sesgo
de género, sin embargo, muchos tienen sesgos implícitos, lo cual afecta a la
investigación y a sus resultados. Por eso necesitamos dejar claro que el uso de
lentes feministas en paleoantropología es imprescindible para conseguir
eliminar esa clase de sesgos implícitos.»
Otros proyectos que conciernen a la
biología feminista
Antes
de terminar, nos interesa subrayar que la citada directora del Centro de Estudios de las Mujeres
(UW-Madison), Janet Hyde, ha especificado que la beca dotada por esta
institución se creó para investigar los sesgos de género presentes en el amplio
abanico que componen las diversas especialidades biológicas.
La
biología feminista, de hecho, también se ha incorporado a una disciplina tan
importante como la biomedicina, igualmente lastrada por la tradicional visión
androcéntrica de la ciencia. En este caso, se denuncia que en los estudios y
ensayos clínicos realizados en animales o en seres humanos, como regla general,
se han utilizado muchos más sujetos machos que hembras. Los resultados, sin
embargo, se han aplicado por igual a ambos sexos, siendo evidentemente el
femenino el más perjudicado.
En
este aspecto, Janet Hyde ha comentado en diversas ocasiones que «uno de mis
ejemplos favoritos es que hoy sabemos que una aspirina previene ataques
cardíacos. Sin embargo, los ensayos clínicos, financiados por los Institutos Nacionales de Salud (National
Institute of Health, NIH) de los Estados Unidos, han sido realizados en
muestras que solo incluían hombres. La biología feminista ha detectado que en
el diseño de tales ensayos existe un sesgo de género y, por lo tanto, no
podemos asumir que también van a funcionar en las mujeres. Está entre nuestros
objetivos, insiste Hyde, contribuir a corregir estos errores en la
investigación biomédica.»
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Emily Frost / Shutterstock |
Los
y las especialistas con perspectiva de género denuncian que el sexismo latente
en las investigaciones biomédicas, donde se prueban medicamentos y se elaboran
teorías a partir de resultados procedentes de células y tejidos de animales
machos, dejando a las hembras excluidas, significan, entre otras cosas, que a
menudo las mujeres tendrán menos probabilidad de ser sometidas a tratamientos
adecuados.
Pese
a todo, todavía hay quienes argumentan que la biología feminista es una forma
de politización de la ciencia, cuestionando por esa condición su legitimidad.
Olvidan que se trata de un campo que está claramente definido, con la
producción de una extensa literatura científica que refleja la necesidad
imprescindible de aplicar la perspectiva de género a la práctica biológica.
Solo por esta senda podrá alcanzarse la meta tantas veces mencionada para la
buena ciencia: una objetividad lo más libre posible de empobrecedores y
limitantes sesgos de género.
Carolina Martínez Pulido es Doctora
en Biología y ha sido Profesora Titular del Departamento de Biología Vegetal de
la ULL. Su actividad prioritaria es la divulgación científica y ha escrito
varios libros sobre mujer y ciencia.
Artículo originalmente publicado en Mujeres
con ciencia.