Decálogo para sobrevivir a diciembre

Por Belén Parrilla

1. Todo concluye al fin, nada puede escapar. Este es el vínculo salvaje que nos relaciona con el mes. Presa y captor.

2. El agotamiento es algo con lo que tendremos que lidiar. Punto.

3. Gastaremos todos nuestros ahorros. Diciembre es un combo de los más caros, un Big-dic que trae despedidas, balances y decisiones. Agregando unos pesitos más, lo podés acompañar con lluvia de festejos. De postre: una sensación de soledad enorme.

4. Afrontaremos las despedidas. Solo pensemos si diciembre no es uno de los meses más llorados de la historia de nuestra pequeña e individual humanidad. Terminan los cursos, perdemos a la/os compañera/os... Cuando los ciclos son buenos, ¿quién los quiere terminar? ¿No es el mes donde más se sienten las ausencias? Ni hablar de la gente a la que se le ocurre morir o enfermar en estas fechas... 

5. Seremos sometida/os a una adrenalina de felicidad, paz y amor histérica. Los festejos decembrinos son una demanda de alegría y unión que nos deja como perros desorbitados, dando vueltas y ladrándole a los fuegos artificiales.

6. Intentaremos no tomar decisiones importantes. Sobre todo: no es un mes para separarse. Enero es más liviano, hay menos tráfico y gente en la ciudad. Es más fácil pasar inadvertida/o. Además, sorteamos dar tantas explicaciones.

7. Estabilizaremos como sea la columna del Debe y el Haber. Los balances siempre dan mal al principio, pero es momento de cerrar la caja y lograr un forzado (pero imprescindible) equilibrio. Mentirse un poco es piadoso. La piedad le queda bien a diciembre.

8. Le pondremos el pecho a la aparición de la familia en su definición más monstruosa. Entre Freud y la saga de El Padrino podríamos hacernos un festín de pan dulce sin fruta abrillantada. La fuga permitida a la/os jóvenes será nuestra envidia. La familia ensamblada implica un Tetris aún más complejo... Noche de amor, noche de paz. Otra vez ladrándole a los cohetes.

9. Debemos aferrarnos con todas las fuerzas al aguinaldo. Defendamos las vacaciones posibles de las garras del consumo de regalos navideños. Protejámoslo de su desaparición (por supuesto, quien lo tenga…). Pero mejor ni nos pongamos a hablar de precariedades… ya sabemos que Papá Noel y sus renos hacen un recorrido de circuito chico que a la mayoría de las pibas y pibes no les llega… ¡Oh, no!… Otra vez esta angustia... Leo de nuevo la palabra navidad y me vuelvo loca.

10. Practicaremos el arte de soltar. Es el fin. Aquel vacío al que gracias a las livianitas lecturas que hacemos de la filosofía de Oriente le encontramos la vuelta fácil. Y si la fusionamos con la maquiavélica de el fin justifica los medios, nos da el empujoncito faltaba. ¿Quién no tiene un problema con los finales? Tal vez esa sea la clave para entender la indigestión forzada a la que nos sometemos para atravesarlos.