Los viajes de Ida

Por Moira Soto


La era de los estudios autoritarios y controladores empezaba a resquebrajarse cuando una joven mujer de 31 que, como actriz, nunca se había bancado el sistema de Hollywood, fundó una compañía independiente, la Emerald Productions (luego rebautizada The Filmakers), en 1949. La bellísima Ida Lupino, harta de ser presionada, subestimada o suspendida cuando tenía algún gesto de rebelión, junto a su marido de entonces, el productor y guionista Collier Young, puso en marcha este proyecto audaz en más de un sentido.

La primera película surgida de este emprendimiento, Not Wanted, escrita por la propia Lupino, contaba la historia de una madre soltera en graves apuros, obligada a separarse de su hijo. Al empezar el rodaje, el realizador Elmer Clifton tuvo un malestar cardíaco, había poca guita y plazos que cumplir. Entonces Ida, que bastante había aprendido  como observadora inteligente desde el lugar de actriz, se hizo cargo de la dirección, pero sin aparecer en los créditos. Este film, que costó 100 mil dólares, reportó un millón a la productora, cuya declaración de principios firmada por Lupino y Young decía: “Nos gusta la independencia porque es buena para la iniciativa. La lucha por hacer cosas diferentes es saludable por sí misma, permite explorar nuevos temas, nuevas ideas, descubrir nuevos talentos”. The Filmakers tenía como claros objetivos hacer películas alternativas a la estética dominante de las grandes compañías, apartándose de los temas habituales de Hollywood y acercándose a problemáticas sociales que afectaban a la gente común en la posguerra. Los films, de acotado presupuesto, no debían sobrepasar los 160 mil dólares. Esto sucedía antes de que arrancara John Cassavetes, mucho antes de Sundance y otras muestras de apoyo al cine independiente.

Ida Lupino había nacido en Londres en 1918, descendiente de una familia de origen italiano con 300 años de tradición en el circo y el teatro. Su padre, Stanley Lupino, era una estrella de la comedia musical y su madre, Connie Emerald, tuvo fama de ser la más rápida bailarina de tap en sus tiempos. A los 10, ya entrenada para cantar, bailar y payasear, Ida escribió y protagonizó una obra en el colegio, lo que llevó al papá a fundar un pequeño teatro para que la niña actuara a sus anchas. A los 13, convenientemente vestida y maquillada, declaró que tenía 15 y pudo entrar a la Academia Real de Arte Dramático.

Al año siguiente acompañó a su madre –de quien heredó esos inmensos ojos violetas– a una audición, pero el director prefirió quedarse con Ida, que bailaba muy bien. A los 15, convocada por Hollywood, Ida marchó en compañía de su progenitora. Empero, la Paramount no supo bien qué hacer con una adolescente que parecía mayor, con tanta personalidad, con semejante formación actoral: la platinaron, le afinaron las cejas, la vistieron de vamp, la mandaron a abanicar a Claudette Colbert en Cleopatra. Hasta que a los 18, por su cuenta y riesgo, IL decidió volver a su pelo negro, a sus cejas espesas, y no renovó con la Paramount.

En 1938 se casó con el actor Louis Hayward y al poco tiempo aceptó el rol de la modelo del pintor que tiene un brote de locura en The Light That Failed, y su trabajo fue muy aplaudido por la crítica. Después se hizo notar junto a -nada menos- Humphrey Bogart en They Drive by Night (1940) y High Sierra (1941), ambas realizaciones del gran Raoul Walsh. Su marido Louis se fue a la guerra y ella, a los 25, asumió el antipático papel de una mujer ávida de poder en The Hard Way (1942) y se ganó el premio de los críticos de Nueva York. Pese a su fama de difícil y temperamental, la actriz cumplió siempre sus compromisos y brilló en The Man I Love (1946) y Escape Me Never (1947), entre otros títulos. Pero no renovó con la Warner donde la consideraban “la Bette Davis de los pobres”, según sus propias palabras. Ahí fue cuando, ya divorciada de Hayward, se casó con el guionista Collier Young y fundó la citada productora. Al igual que otra directora pionera, Lois Weber en los años 10, Lupino se interesó en temas de conciencia, en problemas poco glamorosos de gente corriente, sobre todo de las mujeres. Incluso se metió con cuestiones francamente tabú por ese entonces. Ni ella ni Young se dejaron intimidar por el auge del macartismo y produjeron films que Lupino dirigió con estilo propio, inspirados en el cine negro como Outrage (1950), sobre la violación de una joven en vísperas de su boda, y  las secuelas de ese brutal atropello; Never Fear, donde una bailarina contrae polio y queda inválida; Hard, Fast and Beautifuld  (1951), que denunciaba la corrupción en el tenis amateur y mostraba a una madre en plan de explotar a su hija. 

Divorciada en buenos términos de Young, que siguió siendo su socio, Lupino dirige en 1952 la insólita The Bigamist, en la que se reserva el papel de la otra mujer (que queda embarazada) de un tipo casado cuya esposa legal (Joan Fontaine, a estas alturas casada en la vida real con Young...) no puede tener hijos e intenta adoptar. Apartada de la moralina media, con enfoque comprensivo, Lupino propone que el tipo las ama de verdad a las dos, y no lo juzga. Aunque sí lo hace un tribunal, que lo condena por bígamo.

En 1953, Ida Lupino, poco antes de que disolviera The Filmakers, culmina su gran etapa de creadora (después haría algún film de encargo, un guión para Don Siegel y muchos episodios series de TV) con The Hitch-Hiker, inquietante road movie sobre dos amigos que se van de paseo en coche a México y levantan a un tipo que resulta ser un psicópata de aquellos; casi todo el relato transcurre en un coche, en paisajes desolados, con sostenido suspenso. La directora escribió el guión con Daniel Mainwarning, que no figura en los créditos porque estaba en las listas negras de la RKO.

Desprejuiciada, humanista de espíritu sinceramente igualitario, Ida Lupino  se propuso integrar a actores negros a sus elencos, sin apelar a roles estereotipados: en Outrage, por ejemplo, puso a un policía afro (algo inusual en esos años) en un puesto jerárquico. También intentó explorar los conflictos entre mexicanos y norteamericanos. “Las personas deben aprender a amarse, a respetarse entre sí”, dijo en una entrevista publicada en 1950, en Negro Digest. “El cine es un buen sitio para empezar a hacerlo.” Cabe remarcar que la muy talentosa Lupino aprendió a dirigir sobre la marcha, sin cumplir el escalafón y sin convertirse en discípula de ningún director. Es cierto que trabajó a las órdenes de algunos altamente calificados y que fue una actriz notable, pero en entrevistas de los años '80 solía confesar que se aburría en los rodajes, entre toma y toma, mientras alguien, el director,  planificaba las tomas, daba a los técnicos indicaciones que ella  -percibiendo que ahí estaba la parte realmente interesante de hacer cine- escuchaba atentamente y sacaba sus propias conclusiones.

El sello estadounidense Kino Lorber, cultor de la más acendrada cinefilia, lanzó recientemente un set de cuatro copias restauradas, acompañadas de un prolijo folleto escrito por Ronnie Scheib, donde figuran cuatro sus películas antes citadas: Not Wanted (1949); Never Fear (1049), sobre una bailarina en ascenso cuya carrera se trunca al enfermar de polio; The Bigamist (1953); The Hitch-Hiker (1953), primer film noir -excelente por otra parte- dirigido por una mujer. Antes de hacer esta última producción, Ida Lupino coprotagoniza On Dangerous Ground (1952), cine negro ciento por ciento, donde encarna a una ciega que ablanda el corazón del violento y amargo policía Robert Ryan. Intrépida y eficaz, la actriz reemplazó al director Nicholas Ray cuando este debió abandonar la filmación al enfermar. Ida encaró la conducción de varias escenas, entre las cuales las de la secuencia final. Otra vez, como en el caso de Not Wanted en oportunidad de su estreno, su nombre no estuvo en los títulos.

El mismo sello ha lanzado una colección de tempranos films norteamericanos dirigidos por mujeres entre 1910 y 1929, ofreciendo la obra de Alice Guy, Lois Weber, Ida May Park, Nell Shipman, entre otras realizadoras descollantes. “Al recuperar las producciones ambiciosas y creativas de la era dorada de las primeras directoras, podemos tener una idea aproximada de lo que se perdió por causa de la marginación de las mujeres en la industria del cine”, dice el comunicado de Kino Lorber. Y Michael J. Casey anota en un artículo a propósito del rescate de estas autoras: “Dicen ahora que el futuro es femenino. Es cierto. Pero también lo era el pasado”.

Antes de morir en 1995, Ida Lupino fue muy revalorada por -¡cuándo no!- jóvenes críticos franceses; algunos incluso viajaron para entrevistarla. Asimismo, Carrie Rickey, ensayista feminista experta en artes visuales, periodista (The New York Times, Philadelphia Inquirer, etcétera), a los 28 escribió uno de los primeros rescates en profundidad de la obra de Ida, que tituló: Lupino Noir. En ese artículo justiciero anotaba: “Ida Lupino no solo tomó en sus manos la producción, la dirección y el guión de los films sino que cada uno de los temas que eligió abordaron frontalmente temas relativos a la sexualidad, la independencia, la dependencia”. Por su lado, el guionista y escritor francés Jacques Lourcelles escribió con certera sensibilidad en su Dictionnaire de cinéma, Tomo 3, 1992: “Las historias preferidas de Ida Lupino narran la cicatrización de una herida, tanto física como moral”.