Verde viento, verdes ramas

Por Florencia Bendersky

Posible reparto de cintas aquel 25 de Mayo
Cuenta mi mamá que, allá por los '80, estábamos en la pileta del Sheraton con mi tía  abuela Piruncha en un verano tórrido y excéntrico, con la promesa (cumplida) de agua y trampolines. A un costado de la pileta, en una zona de reposeras y sombrillas, había un chico de mi edad, rubito, con un pelo excesivamente largo para lo que Buenos Aires pretendía de los varones por esos años. Mi tía, vaya una a saber cómo, sabía que era cantante y que se llamaba Luis Miguel. Para mí, era un nene como yo, medio pavote, rodeado de grandes. La cuestión es que terminé con una foto autografiada que -¿hace falta aclararlo?- le pidió mi tía al padre del chico. Miro ahora la gran serie que están produciendo con su vida y me da un poco de pena haberla regalado hace muchas años atrás a una amiga que, al menos, era su fan.

Quizá sea una constante en mi vida llegar tarde a causas y movidas que muchos otros ya han descubierto.

Salvando todas las distancias del caso, así me encuentra la ley de despenalización y responsabilidad del estado sobre el aborto.  Desde luego, hace rato que estoy a favor de la ley, pero tardé en manifestarlo porque, así como el largo del pelo masculino en los 80, parecía un tabú casi infranqueable hablar de este tema públicamente. Pero ante la inminencia del embate fundamentalista para hacerla fracasar, pongo el grito en el cielo.

Quienes están en contra de la ley osan pretender legislar sobre el deseo o no de ser madres: la maternidad como un hecho ajeno a las mujeres, como un deber que parece habernos sido encomendado y que si decidimos no ejercerlo pasaremos a dejar de ser mujeres cabales.

Las mujeres abortamos desde hace mucho, muchísimo, con consentimiento o no del estado, de la iglesia, de la familia o de los que nos rodean.

Las mujeres venimos luchando por la libertad nuestro cuerpo y nuestros deseos desde largo tiempo atrás.

Sin dudas, si la gestación fuera un atributo masculino, el patriarcado ya habría legalizado el aborto en 1810, y French and Berutti (ver ilustración) hubieran repartido cintas verdes en toda la Plaza de Mayo.

Imaginemos a Saavedra diciéndole a Moreno que siga con el embarazo antes de subirse al Fame o que mejor lo dé en adopción, que lo charle con un psicólogo que por ahí después se encariña.

Dejo aquí algunos ítems que quizá sirvan a quienes aún no están de acuerdo para reflexionar.

Si estás en contra del aborto, no abortes. La legalización es un derecho que las mujeres debemos tener de no ir presas o no morir ante el deseo, la decisión  de no ser madres frente a un embarazo inoportuno por las razones que fueran.

Si querés ser madre y no podés, el estado tiene múltiples herramientas para que lo seas, desde la ley de inseminación artificial hasta la posibilidad de adopción. Todos pagamos por tu deseo de ser madre.

Si querés cuidar la vida que está por nacer, pedí información sexual y métodos anticonceptivos, cuidá cómo votás para que cada vez haya menos inequidad y desigualdad.

Si crees en Diós, sabé que hay muchos otros que no, pero asimismo subvencionan tu creencia con impuestos, todos los meses, sin chistar.

Esta ley es una ley de mujeres, hecha para las mujeres, nos la estábamos debiendo, así como muchas otras leyes faltantes, que seguirán naciendo a la luz del camino de la razón que se refuerza cuando se llena de pasión. Ya lo decía el niño rubito del Sheraton: No culpes a la noche, no culpes a la playa, no culpes a la lluvia, será que no me amas...