Todos los honores para Simone Veil

A un año de su muerte, Simone Veil, ícono de los derechos de las mujeres en Francia -en especial, por haber luchado con denuedo por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo siendo ministra de Salud Pública- ingresa, junto a su marido Antoine, destacado político, en el Panteón de París, inicialmente consagrado a las glorias masculinas del país.

Por Juliana Güemes

En su origen una iglesia católica construida en el siglo XVIII, el Panteón parisino es un monumento neoclásico situado en el corazón del Barrio Latino, que luego de la Revolución Francesa fue consagrado a honrar, como última morada, a grandes personalidades de la historia gala. Allí fueron inhumados –casi siempre, a destiempo- Voltaire, Rousseau, Marat, Zola, Malraux, entre otros 76 “inmortales”, mientras que ese homenaje solo alcanzó a tres mujeres hasta el 1 de julio de 2018. En esta fecha tan cercana, entró en el Panteón con imponente ceremonia, apenas a un año exacto de su muerte, la gran feminista Simone Veil, un ícono francés de los derechos humanos en general, de la mujer en particular. Lo hizo en compañía de su inseparable compañero de toda la vida, Antoine Veil, en calidad de esposo. Sonaron el Himno a la alegría de la novena sinfonía de Beethoven por un coro de niños, la Marsellesa entonada por la supercantate negra Barbara Hendricks, un solo de violonchelo de la sarabanda de la Suite número 5 de Juan Sebastián Bach y el sonido de los pájaros en el campo de Auschwitz (donde SV estuvo recluida), ante la presencia conmovida de mucho público, el presidente Macron encabezando la ceremonia frente a numerosos familiares de Simone, incluidos sus dos hijos. Es decir que después de tanta mujer de, tenemos un esposo de, reflejo de un cambio planetario de mentalidad en el que madame Veil tuvo mucho que ver.

Las excluidas que reclaman las encuestas

Por cierto, no es que escaseen en Francia las mujeres dignas de reposar en el Panteón, y no vamos a explicar ahora las razones de la discriminación. Pero sí vale dar detalle de algunos nombres que las encuestas han recogido cuando se les preguntó, en varias ocasiones, a los ciudadanos qué mujeres deberían figurar en ese sitio:

Simone Weil, filósofa, militante activa en favor de la clase obrera, judía agnóstica que se convirtió en 1936 “al amor de Cristo”, y que supo advertir muy pronto, en 1936, el peligro nazi. Se unió a la Columna Durruti en España para luchar contra el golpe del general Franco, pero abandonó escandalizada por la ausencia de compasión de algunos soldados republicanos. Murió a los 34, enferma de tuberculosis y negándose a comer la comida que les faltaba a los pobres, casi una forma de martirio.

Lucie Aubrac (1914-2012), historiadora, licenciada en letras, resistente activa durante la Ocupación Alemana, creó el movimiento Libération-Sud. Desde muy joven optó por mantenerse a sí misma a la vez que militó con fervor en el comunismo. Con coraje e inteligencia preparó la evasión de su marido Raymond Samuel, prisionero en Sarrebourg. Sus aventuras durante la Segunda Guerra la convirtieron en leyenda. Es autora de varios libros, entre los cuales un diario de su embarazo en tiempos difíciles. Su vida inspiró un par de películas. Fue distinguida como Gran Oficial de la Legión de Honor, con la Gran Cruz de la Orden Nacional al Mérito, con la Medalla de la Resistencia…

Louise Michel (1830-1905) aparece en tercer lugar entre las mujeres favoritas para acceder al Panteón. Hija de una sirvienta soltera y un aristócrata, comprometida con la Comuna de París desde el ala más radical, la llamada “Virgen Roja” desplegó incansable actividad política en diversas formas, incluyendo la animación en un club ambulante. Con vocación docente, fundó dos escuelas libertarias, se carteó largamente con Victor Hugo. Por sus movidas públicas, fue deportada a Nueva Caledonia. De regreso, la recibió una multitud, siguió dando conferencias, agitando las conciencias, defendiendo la abolición de la pena de muerte. Irreductible prosiguió con su accionar unos años en Londres. Escribió varios libros, entre ellos, cómo no, La Comuna. A su entierro en Marsella concurrieron 120 mil personas.

Olimpia de Gouges (1748-1793), mujer libertaria que participó en la Revolución Francesa, denunció la esclavitud y, sobre todo, se batió por los derechos de las mujeres. Sus proclamas osadas, sus ideas sumamente avanzadas, aun para los revolucionarios, le valieron ser guillotinada.

Emilie du Châtelet (1706-1749) fue una figura descollante del Siglo de las Luces, una de las primeras mujeres en consagrarse a las ciencias en su país: matemática, física, asimismo literata, traductora del inglés. Mantuvo una relación de 15 años con Voltaire. Contribuyó con sus escritos a la divulgación de la filosofía de Leibniz y, entre sus obras, dejó una que se ha reeditado en tiempos recientes: Discurso de la felicidad.

Colette (1873-1954), otra mujer libre, símbolo de la emancipación femenina, escritora genial reconocida mundialmente. Tan escandalosa que la Iglesia Católica se negó a despedirla en ceremonia religiosa, pero para compensar la República le organizó multitudinarios funerales de estado, por primera vez dedicados a una mujer. Gran lectora, grandísima escritora, también periodista y artista de teatro, primera mujer en presidir la Academia Goncourt. Autora de la saga de Claudine, que al principio firmó su primer marido Willy, y de numerosas ficciones y otros textos: El trigo verde, La gata, Desnudez, Chéri, Gigi

George Sand (1804-1876). Amandine Aurore Dupin, al igual que otras congéneres, empleó seudónimo masculino para publicar sus obras (muchas de contenidos feministas). Novelista, dramaturga, crítica literaria: más de 70 novelas, aparte de cuentos largos y cortos, textos políticos. De movida vida amorosa, prefiriendo varones con talento para las artes (Alfred de Musset, Chopin, Jules Sandeau…), ella lanzó –mucho antes que Coco Chanel- la moda de la ropa masculina, que consideraba más cómoda. George Sand contribuyó intensamente a la vida cultural de su época, participó del lanzamiento de 3 diarios. Fue celebrada por escritores de la talla de Victor Hugo, Dostoievsky, Walt Whitman, Elizabeth Browning.

Las tres y las cuatro solas

Hasta el pasado domingo 1 de julio, solo había tres mujeres en el Panteón de París: Marie Curie (née Sklodowska, 1867-1934), notable física de origen polaco nacionalizada francesa, premio Nobel de Física en 1903 –compartido con su marido Pierre Curie- y de Química en solitario, 1911, por sus investigaciones sobre la radioactividad del uranio y el descubrimiento del polonio y el radio. Marie murió a los 66 de anemia aplásica causada por la exposición a la radiación en su trabajo. Obvio decir que entró al Panteón merced a sus propios méritos, no como Sophie Berthelot que lo hizo en calidad de esposa ejemplar (y madre de seis hijos) del químico y político Marcellin Berthelot. En cambio Germaine Tillion (1907-2008) y Geneviève de Gaulle-Anthonioz (1920-2002) llegaron al panteón en mayo de 2015 por sus valores indiscutibles como destacadas resistentes; ambas prisioneras en Ravensbrück, amigas entre sí, dos heroínas que siguieron dando batalla en la paz por sus ideales humanistas, por la preservación de la memoria tomando testimonios de sobrevivientes de los campos y de excombatientes en la Segunda Guerra. Geneviève, a su vez, testimonió contra Klaus Barbie en 1987, cuando fue juzgado; y por su lucha contra la pobreza fue nombrada en Consejo Económico y Social, donde logró imponer su idea de una ley para mejorarla calidad de vida de los más carenciados. Antes de sus respectivas muertes, ambas fueron laureadas por su bravura durante la Ocupación Alemana.

Simone Veil y su marido, años de juventud
Sobre Simone Veil y su brillante actuación para lograr el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo, se explayó ampliamente Damiselas en número anterior. Faltaría agregar que nació el 13 de julio de 1927 como Simone Jacob, en Niza, dentro de una familia judía laica. En 1940 esa ciudad pasa a manos alemanas, se organizan violentas razzias. Los Jacob son detenidos, la madre y sus hijas, Madeleine y Simone, enviadas a Auschwitz donde tienen la suerte de que las manden a trabajar en una fábrica de Siemens. Simone porta el número 78651. Al acercarse los soviéticos, las tres son evacuadas a Bergen-Belsen; la madre muere de tifus, las dos chicas son liberadas el 15 de abril de 1945.

Simone, que se había graduado de bachiller justo antes de ser detenida, decide seguir Derecho; conoce a su futuro marido, Antoine Veil. En 1952, la joven se convierte en la primera mujer que ingresa al Cuerpo de Magistrados, dando así comienzo a una serie de “primeras veces” que abren puertas a las mujeres en la alta administración pública. En 1957, es la primera mujer en ingresar al Ministerio de Justicia, donde trabaja apasionadamente en la problemática de las cárceles, en especial las de mujeres cuya situación encuentra indigna. Lucha de continuo por la igualdad entre hombres y mujeres en todos los planos. En 1970, Pompidou la nombra secretaria del Consejo Superior de la Magistratura. Otra primera vez para ellas… Más tarde, se convierte en Ministra de Salud nombrada por Jacques Chirac (única mujer en el gabinete de ministros). Desde este lugar va a proponer la ley IVG (Interruption Volontaire de la Grossesse). Avanza valerosamente en medio de arduos debates. Primeramente, logra que se autorice la píldora anticonceptiva gratuita. Mientras se discute en el Parlamento  la legalización del aborto, aparece una leyenda en la puerta de su casa: Veil:Hitler (¿no les suena a pontífice Fran?) y en el coche de marido pintan cruces gamadas. Claro que Simone Veil no se achica y, gracias al apoyo de la izquierda, la ley de la IVG se vota afirmativamente el 1 de enero de 1975.

Tiempo después, Veil actuó en el Parlamento Europeo, llegó a presidirlo. Volvió a la función pública en 1993, convocada por François Mitterand de nuevo como ministra de Salud. A los 77, en plena actividad, es invitada a presidir la Fundación por la Memoria de la Shoah. En 2010, la Academia Francesa le entrega una espada con el número 78651, cuando Simone toma el asiento número 13. Jean d’Ormesson le da un cálido recibimiento: “Como la mayoría de los franceses, nosotros la amamos, Madame. Sea bienvenida al sillón de Racine, que tan bien sabía hablar de amor”.

En la ceremonia del reciente ingreso al panteón, cuando entraban los féretros embanderados de Simone Veil y su marido, un coro de 92 cantantes entonó el Chant du marais (es decir, el canto histórico de los deportados), cuando ya se habían reunido miles de personas, entre las cuales mujeres portando la conocida pancarta con la imagen de SV y la leyenda: Merci, Simone. Dijo el presidente Macron en su discurso: “Simone Veil se reúne en el Panteón con cuatro grandes personajes de nuestra historia: René Cassin, Jean Moulin, Jean Monnet y André Malraux, que fueron, como ella, maestros de la esperanza (…) Cuando se firmó la Convención Universal de los Derechos del Hombre, Simone sabía que la mitad de la humanidad seguía siendo obstinadamente negada. (…) Francia ama cada vez más a Simone Veil pues ha comprendido de dónde venía esta fuerza de construir una humanidad más digna”.